Escrito por Isabel Pérez Arellano
La biología y la antropología han sufrido en los últimos cincuenta años una gran transformación. La biología ha ido incorporando avances en distintos campos, como la genética, la biología molecular, la biotecnología… generando un cuerpo de descubrimientos novedosos que, por inercia, han seguido incluyéndose dentro de los modelos teóricos existentes. La antropología ha sufrido un incremento espectacular de hallazgos y fósiles, que hacen difícil sostener las teorías que nacieron a finales del siglo XIX sobre el origen del hombre, englobadas posteriormente dentro del neodarwinismo.
A Máximo Sandín tenemos que agradecerle su fina inteligencia, que le ha permitido juntar todas las piezas de un gran puzle, que afortunadamente ya estaban a nuestra disposición pero que, aturdidos por tanta novedad e información, no hemos sabido ver. Como diría la tradición budista, los árboles nos estaban impidiendo ver el bosque. El exceso de especialización ha provocado una falta de capacidad para asimilar los avances e integrarlos en una visión global.
Por más revolucionaria que pueda parecer la propuesta de Máximo Sandín, tiene una lógica abrumadora, y es difícil concebir que haya pasado desapercibida hasta ahora.
Por tanto, a Máximo Sandín debemos aplaudirle por haber sabido reconocer el momento de madurez de la ciencia para esta nueva teoría que ahora presenta, y que viene avalada por muchos científicos de reconocido prestigio ( www.thethirdwayofevolution.com/people ).
Tal vez al público profano le cueste darse cuenta de las implicaciones que esta teoría ofrece, pero para los que tenemos una formación científica y hemos trabajado en laboratorios y en biología molecular lo que Máximo Sandín tiene que decir es francamente revelador, viene a resolver un vacío intelectual que sentíamos, y ata todos los cabos sueltos de esta rama de la ciencia con una gran maestría. Arroja mucha luz y pone orden y lógica en un cuerpo de conocimientos que estaba inconexo, cuando no era que incurría en francas contradicciones.
Para una comprensión más científica del estancamiento e inercia de la biología a la luz de los nuevos descubrimientos que se han ido sucediendo, recomendamos leer el artículo La transformación de la evolución, que escribió Máximo Sandín en 2005 en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, Sección Biológica, Tomo 100 (1-4), 139-167.
Qué dice esta teoría
Hasta ahora la ciencia ‒fundamentalmente fue en los Estados Unidos donde la controversia salió fuera del ámbito científico y saltó a la arena pública‒ nos planteaba una disyuntiva entre dos únicas posiciones respecto al origen del hombre y a la evolución: una, el creacionismo, que no se sustenta en un método científico, sino que requiere de la intervención divina para su fundamentación, y que, por tanto, se aleja totalmente de las tesis de la ciencia; y la otra, que queda como teoría en exclusiva, el darwinismo, que tiene ya más de 150 años de antigüedad, y que, curiosamente, también se fundamenta en otro elemento misterioso, el azar, que funciona arbitrariamente, y que como dice Máximo Sandín, es totalmente anticientífico. El azar es la forma eufemística de esconder nuestra ignorancia sobre cómo funcionan las leyes de la naturaleza. La remodelación posterior del darwinismo, es decir, el neodarwinismo ‒que con un siglo de antigüedad tampoco es una teoría muy moderna que se diga, y refleja el inmovilismo que ha sufrido la biología durante tanto tiempo‒ ignora importantes procesos evolutivos rápidos como la simbiosis, la transferencia horizontal del ADN, la acción del ADN móvil y las modificaciones epigenéticas. El neodarwinismo otorga a la selección natural una fuerza creativa única, y no explica convenientemente la naturaleza accidental de la variación hereditaria.
Sin embargo, muchos científicos creemos que no tiene por qué estar todo reducido a dos proposiciones que, después de todo, ni siquiera están bien afirmadas en pruebas. ¿No podría ser que hubiese muchas otras maneras de explicar la realidad? El reduccionismo está en franca contradicción con el pensamiento científico, que tiene que ser por definición un pensamiento crítico, donde debe haber muchas hipótesis en consideración.
Muchas voces críticas y científicos con sus aportaciones han ido cuestionando o desmontando sin querer este modelo único del neodarwinismo a lo largo de más de cincuenta años, pero en aspectos aislados. Stephen Gould, ya en los años 70, estableció la teoría del equilibrio puntuado para diferenciar entre los cambios bruscos que han dado origen a las especies, que él englobó bajo el término de macroevolución, y los cambios graduales que solo explicaría la microevolución. Como dice Máximo Sandín, si considerásemos, por ejemplo, la evolución desde una pata hasta un ala por medio de transformaciones sucesivas, graduales y minúsculas de las que habla la selección natural, se habrían dado como resultado miles de especímenes con muñones que no podrían haber representado ninguna ventaja evolutiva y que habrían desaparecido. Algunos de los cambios evolutivos tienen, por fuerza, que haber sido bruscos, como intuyeron inicialmente y sin pruebas concluyentes por la época en que vivieron, naturalistas de la talla de George Cuvier.
Máximo Sandín se ha empeñado en recuperar la figura de Jean-Baptiste Lamark, tan vituperado por el darwinismo, y que, sin embargo, fue un científico brillante y predijo ideas que la epigenética hoy en día ha demostrado, como la influencia del ambiente y la transmisión de los caracteres adquiridos.
Lynn Margulis hizo otra aportación fundamental a la biología al colocar la simbiosis como uno de los mecanismos iniciales de la evolución, con su teoría de la aparición de las células eucarióticas por incorporación simbiótica de células procarioticas, hoy totalmente aceptada por la comunidad científica, y que está en franco contraste con la idea darwinista de competencia feroz entre toda la naturaleza. Lynn Margulis, incluso, ha postulado que la simbiogénesis sería la principal herramienta de diversidad biológica.
Máximo Sandín explica que el darwinismo nació incorporando mucha de la ideología sociológica de libre mercado de la época, lo cual la ha convertido en una teoría que se apoya en la lucha de especies y la competencia como una realidad natural, cuando tan solo fue la peculiaridad cultural de su época, y una forma de justificar el status quo de las clases poderosas del momento. No conviene olvidar que Darwin y su entorno dieron nacimiento a la eugenesia, que además de todo el daño que hizo en América y Europa, luego sería uno de los fundamentos ideológicos del nazismo. Es difícil comprender en nuestro momento histórico, que hace gala de promover la igualdad como un valor fundamental e inalienable de los seres humanos, cómo Darwin sigue siendo considerado uno de los grandes científicos de la historia cuando explícitamente se consideraba racista y consideraba inferior a la mujer. Sus escritos son francamente cuestionables, porque además justifica con argumentaciones de apariencia científica, pero falaces, unas ideas que van en contra de los ideales de las sociedades democráticas.
Por eso, Máximo Sandín ha llegado a la conclusión de que detrás de esta teoría darwinista hay muchos intereses sociológicos que nada tienen que ver con la ciencia, y que siguen contribuyendo a su prevalencia aun cuando todas las pruebas estén en su contra. En palabras suyas, «la concepción darwinista de la vida va más allá de una teoría o hipótesis científica, porque forma parte de toda una visión de la naturaleza y de la sociedad con unas profundas raíces culturales en el mundo anglosajón, claramente hegemónico en la actualidad en el campo científico y en el económico (M. Sandín. 2002. Una nueva biología para una nueva sociedad. Política y Sociedad, Vol. 39 (3), 537-573).
La idea más innovadora de Máximo Sandín, dentro de este postulado de la tercera vía, ha sido la de considerar bacterias y virus como los constituyentes esenciales de la vida, en vez de considerarlos nuestros enemigos, como plantea el neodarwinismo. No solo constituyentes esenciales de la vida en la Tierra, sino constituyentes previos, preexistentes en el universo. El doctor Sandín afirma que la vida llegó desde el espacio, y aquí en la Tierra lo que hizo es desarrollarse hasta alcanzar niveles de gran complejidad a partir de esos «ladrillos» iniciales.
Un artículo aparecido en la revista Nature en 2016 ya demuestra que había bacterias tan atrás como hace 3700 millones de años, muy al principio de la vida de nuestro planeta, que está fechada en unos 4500 millones de años. Y otros astrofísicos hablan también de la presencia de vida extraterrestre en el sistema solar en forma de bacterias.
La visión darwinista de los virus y bacterias nos los presenta como pequeñas vidas en clara competencia y oposición a nosotros, a los cuales tenemos que controlar y combatir. La visión del profesor Sandín es muy distinta. Cada elemento de la naturaleza cumple un papel esencial, y todos trabajan en conjunto. Desaparece el concepto de «los buenos» y «los malos». De hecho, los virus y bacterias serían los que contribuyeron al desarrollo de las características de la vida en la Tierra tal y como la conocemos. Los virus proporcionaron a las bacterias los genes relacionados con la fotosíntesis, las cianobacterias crearon el oxígeno de la atmósfera, otras bacterias del suelo están relacionadas con el mantenimiento de los niveles de carbono, las plantas aparecieron hace 1500 millones de años de forma repentina, por unión de cianobacterias, y en conjunto, virus y bacterias serían responsables de los equilibrios que observamos en los ciclos de la naturaleza.
Sandín cuestiona también el modelo del big bang como un universo que surgió de la nada, y apoya en su lugar las teorías de grandes científicos como Fred Hoyle que hablan de un universo estacionario, es decir, eterno y preexistente, sin principio ni fin, donde, por ejemplo, la radiación de fondo de microondas sería un reflejo de las propias pulsaciones del universo.
También muestra asombro ante las explicaciones con cierto barniz de seriedad de que en esos momentos iniciales del universo las proteínas aparecieron por azar, por choques de moléculas, y lo mismo los ácidos nucleicos, el ARN y, posteriormente, el ADN. Recuerda un poco a las teorías de la generación espontánea de Aristóteles, que hoy en día nos resultan tan infantiles. Para Máximo Sandín, la vida nace de la vida.
La explosión de la vida multicelular, en el Cámbrico, tan repentina y de tan gran magnitud (con la aparición de las grandes líneas animales, moluscos, artrópodos, equinodermos, hemicordados, cordados), puede explicarse como respuesta de los genomas a grandes disturbios ambientales. Unos cambios que afectaron a los ecosistemas en su conjunto. Porque, como hemos dicho, otra de las ideas centrales de Máximo es que la evolución es grupal, no individual, solo se puede comprender desde una visión de conjunto. No es un fenómeno individual y al azar sino un proceso de cambios colectivos donde los organismos responden de un modo sincronizado a los estímulos del entorno.
Precisamente los genomas de los organismos están llenos de elementos móviles, llamados trasposones, que tienen un claro pasado vírico, es decir, son virus integrados en los organismos superiores. A este tipo de información genética, en los albores de la secuenciación del genoma humano se le llamó «ADN basura», atendiendo a la idea darwinista y simplista de la evolución, alimentada por Richard Dawkins, de «un gen, una proteína», que consideraba que nuestros genomas incluían los residuos o basuras de un largo y depurado proceso de la evolución.
Hoy en día se ha visto que en los genomas no sobra nada, que estos elementos de origen viral tienen funciones estructurales y regulatorias que son cruciales, y que promueven una gran versatilidad, donde desde las secuencias codificantes de un único gen, por splicing alternativo y otros mecanismos, pueden combinarse trozos diferentes de información para crear proteínas muy distintas. Por eso la manipulación genética de los organismos a que ha dado lugar el desarrollo comercial de la ciencia puede tener consecuencias de alcance desconocido dada la interrelación que muestran los genomas. Cambiando una parte se puede estar afectando a otras. Máximo Sandín, como muchos otros investigadores y científicos, intuimos que detrás de las resistencias a antibióticos de muchas bacterias y las enfermedades nosocomiales de los hospitales está la mano humana, con esa forma tan ingenua y simplista de entender la ciencia que hemos tenido hasta ahora.
De hecho, nuestro sistema inmunitario es la maquina biológica más perfecta para evitar enfermedades, incluido el cáncer, y la epigenética demuestra que está condicionada por nuestra alimentación y el ambiente donde vivimos, de modo que nuestro estilo de vida actual, tan profuso en sustancias químicas y agentes polucionantes, puede estar en la raíz de la mayoría de nuestras enfermedades. Tal vez es la conclusión más dramática de todas las que este investigador plantea: que este siglo ha descubierto muchos avances en medicina, pero que ha creado gran parte de las enfermedades que sufrimos actualmente.
Máximo Sandín incluye en esta tercera vía de la evolución la idea de que los grandes cambios de organización animal y vegetal que se han producido a lo largo de la evolución de la vida estarían relacionados con grandes cataclismos ambientales. Algo que la ciencia ya recoge es la asociación entre la caída de meteoritos o el vulcanismo con la desaparición masiva de especies, lo cual, según el profesor Sandín, provocaría al mismo tiempo la movilización de los elementos móviles de los genomas y la aparición de nuevos cambios súbitos. Conocemos, por ejemplo, que la aparición de los mamíferos, entre los que estamos incluidos los humanos, fue repentina y de todas las especies al mismo tiempo, tras la desaparición de los dinosaurios. El hecho de que algunas catástrofes hayan coincidido con momentos de inversión de los polos magnéticos ofrece una hipótesis muy sólida para estos cambios. Se conoce en los laboratorios que una de las formas de movilizar los trasposones de un genoma es proporcionándoles una radiación de tipo ultravioleta, y precisamente en momentos de inversión de los polos de la Tierra, el campo magnético terrestre, la magnetopausa, no está operativa y no puede proteger la vida de este tipo de radiaciones, lo que supone que muchos elementos móviles de muchos organismos al mismo tiempo estarían sometidos a estas radiaciones solares y cósmicas.
Actualmente se reconoce que los virus están implicados en distintos procesos embrionarios. Y cabría, por tanto, considerar la «aparición» de todos los tipos de organización animal existentes en la actualidad debida a programas embrionarios aportados por virus que pasaron a formar parte de los genomas de los seres vivos.
James Lovelock nos regaló en los años 70 una visión más humana de la ciencia al hablarnos de su hipótesis Gaia, en donde identificaba a la Tierra como un gran ser vivo, con capacidad para regular conjuntamente la vida, tal y como había sido recogido en los postulados de muchos filósofos de la Antigüedad griega. Máximo Sandín incorpora a su teoría este espíritu de una Tierra que está viva, que conforma una verdadera matriz de vida, asumiendo la forma de un gran ecosistema, donde todos los elementos están unidos e interconectados entre sí, produciendo un flujo de información e interrelación entre el mundo orgánico y el inorgánico, entre animales y plantas, entre el nivel molecular y el ecosistémico. Y como él dice, si el ser humano se vuelve loco y camina hacia su autodestrucción, no es el fin de todo, solo significaría su propio fin, la vida seguirá, después de todo.
Máximo Sandín hace honor a su profesión: biólogo, «estudiante, amante de la vida». Profesa ese amor, ese interés casi místico por una Vida que se descubre tan solo a los ojos de aquellos que se acercan con respeto hasta ella.
Enlaces de interés:
www.somosbacteriasyvirus.com del Dr. en Biología Máximo Sandín.
www.youtube.com/watch?v=RBdUQcSE5Vw Conferencia. Venimos del universo.
www.thethirdwayofevolution.com
Bibliografía recomendada del Dr. Sandín:
Pensando la evolución, pensando la vida
Lamark y los mensajeros: la función de los virus en la evolución
Créditos de las imágenes:
Ciclo de replicación de los virus: Jmarchn
( https://commons.wikimedia.org/wiki/User:Jmarchn )
E-Coli: imagen de dominio público
Staphylococcus aureus: imagen de dominio público
Fotos del Dr. Sandín: facilitadas por el Dr. Sandín
¿Cuál sería la segunda vía? ¿se refiere al Creacionismo? pero eso ni siquiera es una "teoría evolutiva". La de Sandín sería la segunda, si hablamos de creencias masivas.
¿Que este siglo ha generado avances en medicina? pero si todo esto se sabía desde hace milenios, ya el Evangelio Esenio habla de la dieta vegetal radical y del uso del AYUNO para limpiar el organismo, además de los ENEMAS para limpiar los intestinos.
Han avanzado las máquinas, sólo eso. Los que miran a través de ellas han sido educados en la mentira, por lo tanto esas máquinas no han servido para nada, todavía.
Y en la fábrica te quiero ver, no escurras el bulto con el "hubieras estudiado", trato maligno de donde resulta una anti-comunidad.