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Biografía de Teilhard de Chardin.

Biografía de Teilhard de Chardin.

 Los inicios

Nació Pierre Teilhard de Chardin el 1º de mayo de 1881 en Sarcenat, un lugar cercano a las ciudades gemelas de Clermont-Ferrand, en la antigua provincia de Aubergne, en Francia central. Sus padres fueron Emmanuel y Berthe-Adele Teilhard de Chardin, quienes procrearon once hijos, siendo Pierre el cuarto de ellos. Tanto Emmanuel como Berthe-Adele eran de linajes aristocráticos y ella era bisnieta de Voltaire.

Sarcenat se asienta en un lugar montañoso. Desde la casa en que nació, Pierre podía contemplar las vastas planicies de Clermont y las colinas de las montañas Puy. Los volcanes extintos de Aubergne y las bien conservadas florestas de la provincia, dejaron su marca indeleble en Teilhard.

Creció en una atmósfera en la cual las tradiciones de la vida familiar significaban un gran compromiso. En sus cartas, reconocía la gran deuda que toda su vida debió, tanto a su padre como a su madre. Su padre sentía un gran placer en enseñar a sus hijos a entender y apreciar la historia natural, y fue en las largas caminatas que Pierre efectuaba, donde desarrolló un fuerte sentimiento hacia el mundo natural, sentimiento que se incrementaría a lo largo de su vida. Otro sentimiento dominante que surgió en su niñez, y que persistió siempre, fue la necesidad de la durabilidad. Ambos sentimientos reaparecen constantemente en sus escritos.

Motivado por las enseñanzas de su padre y su contacto con el mundo natural, Teilhard desarrolló sus inusuales poderes de observación y su joven cerebro adquirió un ávido interés por las ciencias naturales.

Yo era como cualquier otro niño. Estaba interesado especialmente en la observación

mineralógica y biológica. Me encantaba seguir el curso de las nubes, y conocía las estrellas por sus nombres…A mi padre le debo un cierto balance sobre el cual lo demás se construyó a lo largo, con un gusto por las ciencias exactas… ¿Qué me perturbaba cuando era niño? La inseguridad de las cosas ¿y qué era lo que amaba? mi “genio” de acero… (Cuenot, 1965)

A los siete años, se sentía rico con la posesión de ese pedazo de acero, un tesoro incorruptible y duradero.

Poco después cambio su interés en el pedazo de acero por una notable pasión por las piedras, de las cuales había muchos tipos en Aubergne.

Fue su madre quien lo introdujo a un misticismo cristiano, “que alumbró y encendió mi alma de niño”. Su temprana devoción a los deberes religiosos estaba bien establecida, así que cuando ingresó a Nostre Dame de Mongre cerca de Villafranche-sur-Saone, 48 kms. al norte de Lyon, a los doce años, su naturaleza tranquila y diligente estaba ya bien formada. Durante los cinco años en este internado jesuita, Teilhard añadió a su seguridad en las piedras, un fuerte misticismo, de modo que un poco antes de su graduación escribió a sus padres para informarles que quería llegar a ser un jesuita. Unos años más tarde diría que lo que lo impulso a unirse a la Sociedad no fue su educación jesuita, ni el respaldo de su familia, sino el deseo de irse perfeccionando.

Teilhard no fue directo de la escuela al noviciado porque estaba delicado de salud, muy delgado y algo anémico. Sabiamente, su padre lo llevó a su casa en Clermont- Ferrand donde pasaba los días puliendo sus matemáticas bajo la supervisión de tutores. Los domingos los dedicaba a excursionar en busca de especímenes mineralógicos.

El 20 de marzo de 1899 ingresó al noviciado jesuita en Aix-en-Provence, y se dedicó al estudio del lenguaje y la filosofía, probando ser un excelente académico, que leyendo a los clásicos griegos, compuso versos en griego y latín, y por entretenimiento escribió en griego un corto ensayo inspirado en Las Ranas de Aristófanes.

En 1901, debido al movimiento anticlerical en la República Francesa los jesuitas y otras órdenes religiosas fueron expulsados de Francia. El noviciado de Aix-en-Provance que en 1900 se había movido a París fue transferido en 1902 a la isla inglesa de Jersey, poco después de que Pierre tomara sus primeros votos en la Sociedad de Jesús, acción que le marcaría su destino.

En su primer año en Jersey, Teilhard tomó interés en la geología de la isla. Desde octubre de 1902 dedicó todo su tiempo entre sus estudios de filosofía y en sus días de asueto a excursiones científicas, a las cuales solía ir acompañado de sus compañeros. A partir de 1904 acompañado por Félix Pelletier, un graduado en química y mineralogía, que colaboró con él en unas notas sobre la isla para el Boletín Anual de la Jersey Society.

En esos días, la seguridad de Teilhard en la vida religiosa, apartado de la situación política de Francia, fue dolorosamente perturbada por la gradual enfermedad que incapacitó a su joven hermana Marguerite-Marie y la súbita pérdida de salud de su hermano mayor, Albric, quien murió en septiembre de 1902. La muerte de este que fuera su exitoso y jovial hermano, seguida en 1904 por la muerte de Louise, su hermana más joven, hizo que Teilhard se alejara momentáneamente de las cosas mundanas. Dejó sus estudios científicos a favor de la teología. Sin embargo, su tutor de noviciado, Paul Trossard, lo impulso a que siguiera la ciencia como un camino legítimo para llegar a Dios.

Egipto

Un inesperado acontecimiento llegó en septiembre de 1905, cuando fue enviado a enseñar física y química a la escuela secundaria jesuita ‘La Sagrada Familia’ en el Cairo, Egipto. Uno de sus alumnos, que llegaría a ser jesuita, comentaba: “Cuando la clase terminaba, me encontraba realmente impresionado, pero poco había aprendido, pues era obvio que Teilhard, estaba capacitado para enseñar en niveles más elevados”.

En los siguientes tres años Teilhard cumplió con sus obligaciones de maestro asiduamente y se dio tiempo para desarrollar sus inclinaciones de científico naturalista a través de prolongadas excursiones en los alrededores del Cairo, coleccionando fósiles extensamente y mediante correspondencia con naturalistas en Egipto y Francia. En sus Cartas de Egipto, se revela una persona con agudos poderes de observación. En 1907 Teilhard publicó su primer artículo, Una semana en Fayoum y en ese mismo año fue informado que debido al descubrimiento de un diente fósil de tiburón en Fayoum y sus incursiones alrededor del Cairo, fueron presentadas por su homólogo francés Monseur Prieur a la Sociedad Geológica de Francia una nueva especie nombrada teilhardia y tres nuevas variedades de tiburón. También como resultado de sus investigaciones llegó a ser conocido por numerosos especialistas y en 1908 publicó su estudio Los estratos del Eoceno en la región de Minieh.

Piltdown: un fraude y una difamación

En 1908 Teilhard regresó del Cairo a Inglaterra, esta vez a terminar sus estudios de teología en Ore Place en Hastings. Hasta 1912 vivió la rigurosa disciplina de los escolásticos jesuitas, Sin embargo, mantuvo una relación cercana con su familia; la muerte de su hermana mayor, dedicada también a la vida religiosa, ocurrida en 1911 en China, le dejó una profunda huella emocional.

En 1912, le ocurrió otra triste jugada del destino, esta vez en el ámbito de la paleontología. Charles Dawson, un arqueólogo y geólogo amateur, llegó al Museo de Historia Natural de Londres con cierto número de especímenes que entregó a Sir Arthur Smith-Woodward, entre ellos un hueso de cráneo humano, que habían sido encontrados en unos depósitos de grava dejados por un río desaparecido mucho tiempo atrás. Esto en Piltdown, no lejos de Uckfield, en Sussex. Woodward se interesó y acompaño a Dawson en mayo y junio de ese año a realizar excavaciones en el sitio, lo que aportó un fragmento de mandíbula inferior, en apariencia de un simio, que tenía dos dientes. En agosto de 1913 se encontró un incisivo parecido al anterior, pero con características asociadas a los seres humanos. Finalmente en 1915, se reportó que habían sido encontrados los restos de un segundo Hombre de Piltdown o Eoanthropus Dawsoni.

Teilhard de Chardin, aunque no estuvo presente cuando se encontró la famosa quijada trabajó en Piltdown con Dawson y con Smith-Woodward, y los acompañó cuando encontraron uno de los dientes.

Debido a la incoherencia de los restos de Piltdown se desató una gran controversia científica. Por una parte, Smith-Woodward mantenía que la quijada de simio y el cráneo humano, pertenecían a un mismo individuo, y Marcellin Boule (1) insistía que eran partes de dos individuos y que la quijada simiesca era eso, una quijada de simio. En resumen, la clasificación de ese espécimen quedo siendo un problema. Teilhard de Chardin opinaba como Boule, pero en ese tiempo todavía no estaba graduado y su opinión no podía ser tan confiable como la de un eminente científico como Woodward.

Hacia 1950, con técnicas más modernas se resolvió el asunto. La mandíbula del Eoanthropus resulto ser una mandíbula de orangután moderno con el diente arreglado para que pareciera humano y coloreada adecuadamente para dar la apariencia de fósil.
Cuando Sir Kennett Oakley descubrió el fraude, Teilhard escribió:

Lo felicito sinceramente por la solución al problema de Piltdown. Hablando anatómicamente, el Eoanthropus era una especie de monstruo. Y desde el punto de vista paleontológico era igualmente repulsivo que la aparición de un “hombre primitivo” pudiera haber ocurrido en Inglaterra, por lo tanto, estoy fundamentalmente contento con sus conclusiones, a pesar del hecho de que, sentimentalmente hablando, desvalore una de mis primeras y más brillantes memorias paleontológicas.

Sin embargo Martin A. C. Hinton, entonces un prestigioso científico del Museo de Historia Natural de Londres declaró que en la época que se descubrió lo que se denominó Eoanthropus, él había visto una bolsa que pertenecía a Teilhard y que contenía un hueso de elefante que estaba coloreado para parecer fósil, así como instrumentos para trabajar huesos. Esta declaración fue aprovechada por los enemigos de Teilhard (neodarwinistas), para lanzar una campaña de desprestigio contra Teilhard, campaña que hasta la fecha perdura aun cuando el verdadero autor del fraude haya declarado su culpabilidad. Antes de morir Martin A. C. Hinton, quien fuera curador de zoología cuando los descubrimientos, confesó que cometió el fraude porque en esa época las autoridades del museo, Woodward entre ellos, no le daban las oportunidades ni le retribuían su trabajo como lo merecía. Al morir, se encontró en un ático del Museo de Historia Natural de Londres una caja con las iniciales de Hinton que contenía huesos avejentados artificialmente y trabajados de la misma manera que los fósiles de Pildown. Pero a pesar de la confesión de Hinton, que aparece en un libro escrito después de su muerte, el autor pide que, con base en sus aportes a la ciencia, se olviden de su fraude. Por supuesto no menciona nada sobre el daño moral que le causo a Teilhard en vida y que continúa causándole a su memoria.

La Guerra

En el verano de 1913, como un joven paleontólogo, Teilhard de Chardin realizó una excursión científica por España en compañía de su amigo y mentor Abbé Breuil, profesor de prehistoria, visitando las cuevas de Altamira y Santander. El Abbé Henry Breuil (2) hizo algunas de las más importantes contribuciones al estudio del arte rupestre, incluyendo la autentificación de la antigüedad de las pinturas y dibujos descubiertos en Lascaux. Fue codescubridor de cuevas en Périgord y los Pirineos. Como un experto en su área, autentificó las pinturas y artefactos de las principales cuevas de Francia. Durante su vida realizó y publico unas extraordinarias copias a mano de la mayoría de los dibujos y pinturas encontrados en las principales cuevas de Francia y España.

En diciembre de 1914 Teilhard fue clasificado como “apto para cumplir el deber”, llamado inmediatamente por la Junta de Reclutamiento y asignado al cuerpo médico. A su petición, fue enviado al frente el 22 de enero de 1915, como camillero en el regimiento marroquí de infantería ligera y Zuavos. Allí, para verse más “árabe” Teilhard cambió su uniforme azul de servicio por el de khaki de las tropas africanas y su képi por el fez rojo. El 15 de mayo de 1915 fue promovido a cabo, pero cuando el general Guyot de Salins quiso nombrarlo capellán de la 38ª División con el grado de capitán, Teilhard declinó alegando que era más útil en los estratos bajos donde podía hacer más bien, “déjeme entre los hombres”, pidió.

Como sacerdote, cuando atendía a los compañeros moribundos, siempre pedían su asistencia y la hacía en los ritos de sus credos, nunca en los de él. Siempre estuvo en el frente y sus compañeros árabes lo llamaban “el inmortal” pues nunca fue herido a pesar de haber estado muchas veces expuesto al fuego del enemigo. El regimiento donde servía Teilhard fue el último en formarse, pero el primero en ser premiado por servicios distinguidos. En 1916 se distinguieron en Verdun y en 1918 estuvieron en la segunda batalla de Marne y en la contraofensiva final. Cruzando el 30 de enero de 1919 el puente Kehl en Alemania.

En medio de la guerra, con dificultad se permitía ocuparse de sus intereses intelectuales, pero lograba realizar una sorprendente cantidad de trabajo. Cuando no estaba en servicio, llenaba cuadernos enteros de notas y pese a la fatiga y todo el dolor que lo rodeaba y debido a ello, lograba la concentración necesaria para enriquecer su pensamiento. El poderoso impacto que la guerra produjo en Teilhard está registrado en sus cartas a su prima Marguerite, recopiladas ahora en el libro The Making of a Mind. Letters from a Soldier Priest (Génesis de un pensamiento).

Su valor le hizo merecedor de la Cruz de Guerra y la Medalla Militar y cuando regresó de la guerra fue nombrado Caballero de la Legión de Honor.

El 26 de mayo de 1918 tomó sus votos solemnes, aunque uno de sus superiores se oponía a que lo hiciera, pero el otro dio su garantía al sacerdote-soldado. Es interesante la forma en que pronunció los votos:

Estoy haciendo voto de pobreza, aunque nunca he tenido más claramente hasta que punto el dinero puede ser un medio poderoso para el servicio y glorificación de Dios. Estoy haciendo voto de castidad, aunque nunca he entendido mejor cómo marido y esposa se complementan uno al otro para avanzar hacia Dios. Estoy haciendo voto de obediencia, aunque nunca he entendido mejor que la libertad está al servicio de Dios. Pero no los hago de manera equivocada, pongo mi confianza en Dios, ya que Él me dará la gracia para hacer su voluntad en mi vida religiosa y ser leal a mis votos.

Se puede decir entonces que Teilhard tomó sus votos finales sabiendo perfectamente las potencialidades del amor humano, el dinero y la libre investigación.

Teilhard fue desmovilizado el 10 de marzo de 1919. Para abril, estaba en París trabajando para obtener su grado de ciencias naturales en la Sorbona. En julio presentó su examen para obtener su grado en geología con un muy buen resultado. En agosto y septiembre de ese mismo año volvió a la isla de Jersey, en plan de trabajo y descanso. En octubre de 1919 presentó su examen de botánica y el 19 de marzo de 1920 el de zoología, con resultados menos impresionantes que el primero. Bajo la tutoría de Alfred Lacroix, regresó a continuar sus estudios con Marcellin Boule en el Museo. Fue por entonces que inició su amistad con Paul Rivet, quien fuera posteriormente fundador del Museo del Hombre.

Desde abril de 1920 Teilhard estuvo ocupado en su tesis doctoral sobre los mamíferos de Eoceno Inferior en Francia, tesis defendida el 22 de marzo de 1922 ante una audiencia inusualmente numerosa y la completa satisfacción del jurado examinador.

En el inter, realizo extensos trabajos de campo que lo llevaron a Bélgica, donde inició contacto con grupos de estudiantes sobre el significado de la evolución en relación con la teología francesa de la época.

El germen del pensamiento evolucionista de Teilhard fue influenciado y reforzado por la lectura de La evolución creadora de H. Bergson que le hizo darse cuenta de las coincidencias de su convicción con la necesidad de entender los datos de la ciencia, que sólo la evolución podía hacer inteligibles. Sin embargo, su visión de la evolución difería radicalmente de la Bergson. Teilhard rechazaba un cosmos bergsoniano que tomaba la forma de una irradiación divergente, originada en una fuente central, mientras la de él era esencialmente convergente y rechazaba el elan vital, el impulso sin finalidad. La cosmología de Teilhard estaba indisolublemente ligada al evolucionismo, su visión era la de una evolución cósmica. Materia y mente no parecían ser dos cosas diferentes, sino dos estados, dos aspectos del mismo material cósmico.

En el otoño de 1920 Teilhard obtuvo una cátedra de teología en el Instituto Católico y fueron sus conferencias a audiencias de estudiantes las que lo dieron a conocer como un activo promotor del pensamiento evolucionista.

La iglesia católica había renovado sus ataques a la evolución, a las nuevas teologías y a un amplio espectro de “errores” que eran considerados una amenaza por la curia vaticana. Así, cuando la fama de Teilhard como evolucionista, aunada a su nada ortodoxo artículo sobre el pecado original empezó a molestar al vaticano, se les pidió a los superiores de los jesuitas alejar a Teilhard de los círculos intelectuales de París. Por lo cual ofrecieron a Teilhard la oportunidad de realizar trabajo de campo con el jesuita científico Émile Licent, que estaba haciendo estudios paleontológicos en los alrededores de Pekin, en la lejana China.

Tientsin

El 1º de abril de 1923 Teilhard se embarcó en Marsella hacia China. Poca idea tenía que este supuesto corto viaje sería el inicio de muchos años de viajes que seguirían. Su primer periodo en China lo pasó en Tientsin, una ciudad costera a unos ciento treinta km. de Pekin, donde Émile Licent había construido su museo y un albergue para los fósiles que había recolectado en China desde su arribo en 1914. Teilhard y Licent eran dos personalidades contrastantes. Licent, nada convencional en el vestir, taciturno y muy independiente en su trabajo, interesado en coleccionar fósiles más que interpretar su significado. Teilhard era más formal, disfrutaba la conversación en sociedad, en la cual podía relacionar sus conocimientos geológicos a una amplia esfera científica e interpretativa. Casi inmediatamente Teilhard se familiarizó con la colección de Licent y ante un pedido urgente, envió un reporte a la Sociedad Geológica China.

En junio de 1923 Teilhard y Licent emprendieron una expedición al desierto de Ordos al oeste de Pekin, cerca de la frontera con Mongolia Interior. Esta expedición y las sucesivas que realizó junto con Licent durante los años 20s le proporcionaron a Teilhard invaluable información sobre los restos paleolíticos en China. El principal interés de Teilhard durante esos años fue principalmente en el terreno de las ciencias naturales. Aunque interactuó con innumerables grupos étnicos, rara vez se adentró en sus culturas más de lo necesario para mantener bien las expediciones o satisfacer un interés general. Irónicamente las tradiciones del confucionismo, el principal sistema de pensamiento chino con su visión de la identidad cósmica entre cielo, tierra y hombre, quedaron fuera de los intereses de Teilhard. En sus Cartas de viaje, dejó registradas sus impresiones sobre Mongolia, su gente, su geología, su vegetación y los animales de la región.

Para el 10 de septiembre de 1924 Teilhard se encontraba en Shanghai donde visitó la tumba de su hermana mayor y el 13 de septiembre dejaba China.

Primer intermedio en Paris

Teilhard estaba ansioso de regresar a París y al Museo. Por otra parte, había establecido valiosas amistades con científicos estadounidenses, suecos y chinos, que aunadas a su trabajo realizado, le dieron mayor fama y carácter.

El 15 de octubre de 1924 estaba en Marsella, de donde fue a París. Allí reasumió su cátedra en el Instituto Católico. Aquellos estudiantes que atendieron a sus clases recuerdan la calidad dinámica con la que el joven profesor expresaba sus profundos análisis sobre el homo faber. Pero el clima intelectual del catolicismo europeo no había cambiado. Pío XI, papa desde 1922, permitió el libre reinado de las facciones conservadoras. Fue en este clima hostil que la copia de un artículo que Teilhard envió a Bélgica, hizo su camino hasta Roma. Un mes después de haber regresado de China, le fue ordenado a Teilhard presentarse ante su superior provincial, para firmar una declaración repudiando sus ideas sobre el pecado original. Su viejo amigo, Auguste Valensin lo aconsejo sobre la declaración de repudio y en una reunión entre los tres jesuitas acordaron enviar a Roma una versión modificada del artículo y una respuesta sobre la declaración.

Mientras esperaba la respuesta de Roma, Teilhard siguió dando clases en el Instituto y viajó a algunos sitios en Francia incluyendo Clermont-Ferrand.

En el ámbito filosófico, Teilhard empezó a utilizar el término de Edward Suess, biosfera y empezó a concebir el concepto de noosfera. Este término fue adoptado de inmediato por el profesor del Colegio de Francia Edouard Le Roy, con quien estableció Teilhard una sólida relación. Le Roy era un pensador de gran originalidad y tenía gran número de ideas que compartió con Teilhard, a quien citaba frecuentemente en sus conferencias. En este periodo Teilhard tuvo gran interés por la literatura moderna y su característica “filosofía de la aceptación” y también en esa época se gesta su libro El medio divino.

La influencia que Teilhard adquiría en el ámbito intelectual francés empezó a perturbar a los obispos conservadores franceses, que lo reportaron a los oficiales del Vaticano, quienes a su vez presionaron a los jesuitas para que lo silenciaran. El jesuita superior general era por entonces Vladimir Ledochowski, un antiguo militar austriaco, que abiertamente estaba del lado de la fracción conservadora del Vaticano. Por lo que en 1925 a Teilhard le fue ordenado que firmara una declaración repudiando sus controversiales teorías y se fuera de Francia al terminar los cursos del semestre.

Marcellin Boule y Abbé Breuil, sus maestros y asociados en el Museo, recomendaron a Teilhard que dejara a los jesuitas y se hiciera un sacerdote diocesano, mientras que su amigo Auguste Valensin y otros jesuitas, le pidieron que firmara la declaración de repudio como un gesto de fidelidad a la Orden Jesuita en vez de una aceptación a las demandas de la Curia. Esto sucedía la misma semana en que en Tennessee se desarrollaba el “Juicio de Scopes” donde se validó la evolución. Finalmente, después de una semana de meditar, Teilhard firmó el documento el 25 de julio de 1925, abriendo las puertas al Vaticano para silenciarlo y exiliarlo, y cerrándolas a una gran parte del mundo intelectual, primordialmente de habla hispana, impidiéndoseles conocer unas ideas que hubieran podido, en su momento, cambiar el destino de la humanidad.

Segundo periodo en Tientsin

A fines de 1925, a pesar de las protestas de varios intelectuales amigos, los superiores religiosos de Teilhard, lo obligaron a dejar el Instituto Católico, con el cual, tuvo que darse cuenta, su disociación habría de ser definitiva. Y el 26 de abril se embarcó hacia China en el Angkor, llegando a Tientsin el 10 de junio.

Lo primero que hizo Teilhard en Tientsin fue catalogar el considerable material que Licent había reunido el año anterior. Ambos estaban ansiosos por regresar al trabajo de campo y así, su vida en China se dividió en expediciones de campo y contactos con colegas estadounidenses, suecos, chinos y gente del Museo en París y el Instituto de Francia. Las principales expediciones, una incompleta hacia Kansu, otra al valle de Shan-kan-ho y un nuevo viaje al este de Mongolia. Licent tenía planes para hacer otra expedición que los llevaría hasta el Tibet, pero la guerra civil entre el Ou Pai Fou y el Kuominchung Comunista se los impidió. Al respecto, Teilhard escribió:

China está aún en completo desorden. Los ferrocarriles están desorganizados. Tres cuartas partes de la población son indiferentes a lo que sucede. Pese a todo esto, estoy convencido que en el curso de una generación un suceso dará nacimiento a algo diferente.

Este segundo periodo en Tientsin está marcado por algunos eventos significativos, entre ellos la visita del Príncipe y la Princesa de la Corona Sueca y después la de Alfred Lacroix del Museo de Historia Natural de París que le dieron un nuevo estatus a Teilhard y marcaron su movimiento gradual de Tientsin hacia los más sofisticados círculos científicos de Pekin. Allí, equipos estadounidenses, suecos y británicos, habían empezado a trabajar en un prometedor sitio llamado Chou-kou-tien (3).

Mientras tanto, Teilhard sostenía correspondencia con sus superiores. Su adaptabilidad le permitió hacer de China su nuevo hogar, sin embargo, París seguía siendo el centro de su mundo, donde deseaba mantener sus raíces, pues allí encontraba su real vida donde podía desarrollar su gran capacidad de actividad y tenía los medios para completar sus investigaciones. Entonces les propuso un plan a sus superiores que de hecho fue aceptado: tener un tiempo en París (18 meses) para publicar lo que había escrito y reanudar sus contactos con los círculos científicos y regresar a China por un tiempo similar de 18 meses. Se fue a Francia el 27 de agosto de 1927 y continuó dividiendo su tiempo entre China y Paris hasta 1929

En algunos de sus viajes de esta época Teilhard dejó constancia de la devastación ambiental que ya por aquellos años sucedía en el lejano oriente. En una visita al norte de Corea escribió

El país es pintoresco: es sólo una enorme meseta cortada en múltiples valles por una red de cadenas rocosas y abruptas. Pero lo que desespera es ver la tala estúpida y nefasta que los colonos chinos han realizado en esta región; bosque era hace menos de un siglo y hoy está completamente pelada. Por todas partes se abren enormes grietas, por las que las tormentas acarrean torrentes de piedra y de tierra…

En febrero de 1927 le ofrecen a Teilhard que coordine los trabajos concernientes a los vertebrados y al hombre fósil de China, esta oferta que emana de especialistas chinos, suecos y estadounidenses le es hecha por la fundación Carnegie. Comisionado hasta entonces en sus investigaciones por el Museo de París, los medios de que disponía eran mediocres. Continuando como representante del mismo Museo, pero investido de estas funciones que aunaban, bajo su dirección, todas las operaciones de este basto dominio con el poder de los capitales estadounidenses, veía acrecentarse grandemente los medios de acción.

Me encuentro ahora (con otros muchos, naturalmente) a la cabeza de un movimiento geológico en China, en mi campo especial llego a desentrañar ciertas formaciones que abarcan una extensión más o menos como media Europa. No puedo abandonar esto.

Teilhard se siente sinceramente dichoso de una colaboración con la Universidad China, aunque sigue pensando siempre que “naturalmente preferiría dejar caer una chispa sobre la leña de París”
A su maestro y amigo Marcellin Boule, le repugnaba la idea de ver a Teilhard entrar en una organización China en vez de trabajar especialmente para París. Estos puntos de vista separatistas le parecían a Teilhard mezquindades, opuestos a su universalismo, sin embargo no trató de convencer a Boule con discusiones ociosas, sino probaría con los resultados obtenidos que tenía razón.

1928 a 1931

El 27 de agosto de 1927 Teilhard se embarca para Francia donde permanecerá un año, el 7 de noviembre de 1928 vuelve a salir para el extremo oriente, pero se detiene unos dos meses en Etiopia. Su visita incluyó estancias en Obok y Harar así como en la Somalia Francesa. En la costa del Mar Rojo que recorrió en un pequeño bote, llevo una existencia primitiva, siempre trabajando tomando notas sobre la geología de la región y las pinturas en las rocas y redactó en una carta técnica la historia de la plataforma de coral.

En Pekín llamado ahora Peiping recibe una carta de Ting Wong director del Survey donde le rogaba insistentemente que se dirigiera a Chu-ku-tien a unos 50 kilómetros al sur de Pekín, para estudiar con dos chinos la geología del sitio y vigilar la puesta en marcha de las nuevas excavaciones de ese año. La supervisión de Chu-ku-tien era un trabajo muy importante para renunciar a él, por lo tanto suspendió un encuentro que tenía con Licent en Manchuria. Más tarde escribió:

Estuve completamente excitado por los hallazgos hechos este año en las fisuras de Chu-ku-tien: mandíbulas y fragmentos de cráneos de un antropoide muy curioso o de un homínido; dentición completamente humana, forma de la mandíbula típicamente simiesca, cráneo de dimensiones humanas. Si se confirma este último punto (las piezas todavía no están bien claras), es el tiro de gracia dado a los adversarios del transformismo extendido al hombre.

Es importante apreciar el exacto papel que jugó Teilhard en los descubrimientos de Chu-ku-tien, él junto con Licent fueron los primeros que encontraron trazos del hombre prehistórico, pero este no era el sinanthropus. La primera persona que tuvo en sus manos el cráneo del Sinanthropus (4) fue Pei Wen-Chung, pero mucho del crédito debe de ir a los precursores de Teilhard en los trabajos de excavación, Andersson, Zdansky y Barbour y el equipo que incluía a Black, Teilhard, Yung y Pei. Teilhard siempre insistió que todo el progreso, incluyendo el progreso científico dependía del trabajo de equipo y la cooperación y fue esto lo que dio frutos en Chu-ku-tien. El papel de Teilhard fue importante y a veces decisivo. Después de todo, fue el geólogo en Chu-ku-tien y en primera instancia debido a él (y a los científicos chinos en segunda instancia), la estratigrafía se clarificó.

Las actividades alrededor del descubrimiento del Sinanthropus opacaron todas las demás, pero en mayo de 1929 pasó un mes en Manchuria en compañía de Licent y del 20 de junio al 10 de septiembre, a pedido de Wong, realizó un viaje al oeste y al norte de Xhansi, acompañando al joven geólogo chino C. C. Young. Viajes que tuvieron la finalidad de estudiar la estratigrafía de la región.

A principios de marzo de 1930 llevó a Barbour a un viaje de estudio al sudoeste de Xhansi. En junio y julio de 1930, Teilhard tomó parte en la Expedición Americana al Asia Central organizada por Andrews, en la cual alcanzaron Kalgan y el Gobi. El viaje produjo sólidos resultados científicos y regresaron a Tientsin el 30 de Julio.
Se debe recalcar que paralelamente a su trabajo científico, Teilhard elaboraba una gran obra espiritual que cada viaje le inspiraba. En una ocasión en Pei Ling Miao, en Mongolia, Teilhard escuchó a alguien expresar dudas acerca de la existencia de Dios. Sin cambiar el tono de voz afirmo:

Dios es una elección muy simple, es una elección entre un sí y un no, entre un signo más (+) y un signo menos (–). Es una elección que nadie puede eludir.

Nada le impedía interrumpir su vida interior y revisar constantemente su progreso mental y místico. Por ejemplo, en Urumchi tuvo una memorable conversación con la princesa mongol Nirgidma de Torhout acerca del significado de la vida y la parte de Dios en el universo.

Sin embargo, Teilhard tenía un respeto incondicional a la conciencia individual, se prohibió hacer proselitismo e incluso hacer oración en público. De la misma forma, con otros científicos, fueran extraños o viejos amigos, confinaba su conversación a la ciencia. Young, su compañero chino, admiraba las extensas capacidades de Teilhard: geología general, estratigrafía, paleontología de vertebrados, zoología y botánica. Y sabiendo lo respetuoso de Teilhard, se declaró agnóstico, remarcando que mientras los europeos seguían una sola y heredada religión, entre los chinos un niño elegía su creencia, cambiaba por otra cuando crecía y quizá más tarde por otra.

En un viaje a Paris en 1930 dio una serie de pláticas en Auverne con el título de “Un intento de integrar al Hombre dentro del universo”:

“Considerando al Hombre, no como algo aparte, sino como un fenómeno integral del universo. Vemos en el universo un logro progresivo de personalidad que continúa…”

Le Croisére Jaune (El crucero Amarillo)

A su regreso a China Teilhard pasó de marzo a mayo, esperando la salida a la gran expedición llamada Croisiére Jaune (Crucero por el Río Amarillo). Decidirse a tomar parte en esta expedición fue difícil para Teilhard. Tanto estadounidenses como suecos y chinos, le estaban pidiendo que tomara un puesto oficial en la Geological Survey con todo lo relacionado a los mamíferos fósiles, pero no tenía el consentimiento de Licent. Sin embargo, el Geological Service estaba cada vez más ansioso por que se les uniera, y su amigo Wong de Nanking, estaba planeando una comisión formal donde Teilhard debería integrarse oficialmente a la organización como Consultor del Geological Service, y la presión se hizo cada vez más intensa hasta que Teilhard aceptó.

Esta expedición estaba en parte patrocinada por la fábrica de automóviles Citroën y fue muy famosa en su tiempo. Dos grupos formaban la expedición, el chino, del cual formaba parte Teilhard y el europeo.

El 12 de mayo de 1931 Teilhard se encontró con el resto del contingente chino en Kalgan, al noroeste de Pekin. La caravana procedió al oeste a lo largo del Gobi hacia Kashgar, en el Turkestan Chino, para unirse con el otro contingente en el interior de Asia. Las principales paradas fueron Suchow, al oeste de Kansu, el oasis de Hami al este de Sinkiang, Turfan, Urumchi, capital de Singkiang y Aksu, no lejos de la frontera rusa, donde los dos contingentes se unieron. El regreso fue por una ruta algo diferente, siguiendo el río Amarillo a cierta distancia. El 28 de enero de 1932 fueron atacados por bandidos en el pequeño poblado de Pa Tse Bolong, pero dos días después alcanzaron la terminal del ferrocarril Paotow y el 12 de febrero Teilhard regresó a Pekín.

La expedición puede juzgarse desde diferentes ángulos. Por un lado, puede admirarse desde el aire gracias al aclamado excelente film de André Sauvage. Fue un triunfo de la ingeniería francesa, un récord de automóvil, una victoria a través de la tenacidad sobre todos los obstáculos incluyendo el enfrentamiento con el decapitador y fumador de opio Marshal King, amo y señor de Singkiang. Fue una expedición que inspiró tres libros, aparte de las notas de Teilhard que aparecen en “Cartas de viaje.”

Por otro lado, algo de la gloria ha perdido brillo y la tendencia natural es a exagerar en la dirección opuesta. Como resultado de la malicia de los comunistas rusos, que prohibieron el uso de una ruta accesible, las dos caravanas de automóviles nunca se unieron completamente. En el contingente chino, reinó un profundo desacuerdo entre el grupo chino impuesto desde Nanking y el grupo de europeos. Fue gracias a la diplomacia de Teilhard, que actuando como oficial chino, la fricción finalizó con la firma de un acuerdo. Estuvieron cautivos en Urumchi, lo que casi hizo terminar en desastre la expedición, pero irónicamente, fueron los soviéticos, quienes a través de sus influencias en Turkestan, salvaron la misión. Gracias al siniestro King y a las dificultades mecánicas, muchas observaciones que pudieron haber probado su valor, quedaron fuera. El contingente chino, desde el momento que dejó Pekín, empezó a tener problemas con los hules de las ruedas de tracción que se rompían. Pero sobre todo la expedición tuvo el costo de una vida humana, Georges-Marie Haardt (un sobresaliente miembro de la expedición) murió en Hong Kong a causa de una infección adquirida en el viaje. Los logros científicos de Teilhard fueron de considerable valor, aunque sufrió en varias ocasiones rechazos y burlas por su condición de sacerdote.

1932 a 1938

Después de la expedición del Río Amarillo, la vida de Teilhard entró en una nueva etapa. A su regreso a Pekín tuvo que enfrentar una serie de pruebas de sufrimiento y aflicciones. Se enteró de la muerte de Haardt, que lo conmovió, pero le esperaba una pérdida más cruel, la muerte de su padre. Durante su exilio en China Teilhard sufrió una serie de muertes familiares, dos de sus hermanos, su madre y una hermana y nunca pudo ir a su hogar a pesar de que sabía que el fin estaba cerca.

Afortunadamente, lo sostenía la correspondencia con Francia, que era regular y abundante. Entre sus principales corresponsales, junto con el leal Abbé Gaudefroy, siempre estuvo el Abbé Breuil, a quien Teilhard enviaba reportes particularmente detallados. Dos veces el Abbé Brueil fue a China, a encontrarse con su “pupilo” y a examinar las excavaciones en Choukou-tien. Teilhard sentía gran alegría de encontrarse con Breuil, que siempre fue su gran amigo y confidente. Juntos habían hecho importantes expediciones. Otro motivo de alegría para Teilhard fue el viaje de regreso con Breuil de China a Francia por el Transiberiano y enterarse que Breuil había sido electo al Instituto de Francia.

En esta época Teilhard amplió su círculo de amistades y relaciones haciéndolas al mismo tiempo más cohesivas. Entre sus nuevas amistades se pueden citar a Vaufrey, profesor de paleontología humana y director de la revista L’anthropologie, al jesuita geofísico Lejay, a Jean Piveteau, profesor de la Facultad de Ciencias de París, a quien, siendo estudiante, Teilhard había patrocinado su membresía a la Sociedad Geológica de Francia; incrementó su relación con Edouard Le Roy. Pero no solamente se restringieron sus nuevas amistades a Francia. Sus relaciones con los suecos continuaron siendo cordiales, especialmente con el gran explorador Sven Hadin. Las relaciones con los estadounidenses se volvieron más importantes que con los suecos. La correspondencia desde China, de Teilhard con el American Museum, se inicia con un telegrama de abril de 1933 y finaliza con una carta fechada en diciembre de 1940. Estas cartas eran de un científico a otro, un intercambio amistoso de noticias e información científica, que no contenían elevadas discusiones teóricas ni de ciencia, ni de filosofía. Las semanas pasadas juntos en el desierto de Gobi con la misión Andrews en 1930, creó un sólido afecto, y esa liga se fortaleció en la primavera de 1937, cuando Teilhard visitó los Estados Unidos.

Además del grupo de Andrews llevaba muy buena relación con otros miembros del Museo Americano. El gran filántropo Osborn, cuando Teilhard fue a Nueva York en 1931 se refirió a él como “el hijo adoptivo de nuestra familia”. También hace su aparición en la vida de Teilhard, George Gaylord Simpson (5) con quien llevaría una buena amistad.

Un científico entre los muchos de varias nacionalidades que merece atención como amigo de Teilhard es el Dr. Georges B. Barbour. No solamente compartieron expediciones y trabajos en geología, sino que Barbour tenía la disposición de seguir a Teilhard en sus especulaciones filosóficas y religiosas; más tarde se referiría a él como “nuestro querido santo”.

Es imposible hablar de todas las amistades de Teilhard, pero otro buen amigo que compartió con él en China, Davidson Black murió en 1934, y escribió:

Extraño mucho a Black. Perderlo ha producido como una sombra, o como un vacío que llevo conmigo a dondequiera que voy.

Por último, mencionaremos a tres personajes que tuvieron una fuerte relación con Teilhard en este período. El Dr. Franz Weindrich, que sucedió en el puesto a Black en el instituto Rockefeller, un científico preciso, tranquilo y sabio que se encargó de establecer la naturaleza humana del Sinanthropus con sólidas bases anatómicas y bajo su dirección se modeló la cara del Sinanthropus por la artista estadounidense Lucile Swan. Otro amigo, científico estadounidense de origen alemán, fue Helmut de Terra, a quien Teilhard había conocido en una convención de geólogos en Washington. Con él viajó, junto con Barbour, Graham y Black a Pekín, y lo acompaño a sus últimos viajes de campo a las indias orientales, a Burma y a Java. El tercer personaje fue von Koenigswald, científico de origen alemán destacado por el gobierno holandés para investigar en Java. Teilhard se refería a él como “un joven agradable, entusiasta y muy inteligente”. Trabajó muy intensamente en los intereses de Koenigswald, recomendándolo al Instituto Carnegie y a su eterno maestro y amigo Breuil, a través de quien le gustaba sellar sus amistades. Cuando Koenigswald hizo el importante descubrimiento de un muy antiguo fósil de un niño, Teilhard lo aconsejó técnicamente, para que fuera muy cuidadoso y extremadamente claro al hacer su anuncio.

En estos años, Teilhard trabajó en Choukou-tien pues la explotación de los depósitos no había finalizado. Pero es importante entender cuán difícil era su posición:

En 1931 sucedió el llamado “incidente de Manchuria”, que tuvo lugar en el norte de Manchuria, cerca de Mukden (hoy Shenyang), en donde un tramo del Ferrocarril del Sur de Manchuria, compañía de propiedad japonesa, fue dinamitado. Japón responsabilizó a los disidentes chinos del incidente, justificando así la anexión de la región china de Manchuria (6). Se desató una guerra que terminó en febrero de 1932 con la ocupación japonesa de Manchuria que duraría hasta el final de la II Guerra Mundial.

En este tenso ambiente, trabajar en Choukou-tien suponía un tácito acuerdo con los invasores japoneses. La empresa científica, entonces, era no sólo proteger las excavaciones, sino también los intereses de la Fundación Rockefeller que las financiaba y también importante, proteger de los científicos japoneses las colecciones de Pekín.

Por otra parte, estaba el patriotismo de los chinos, que rechazaban hacer un compromiso con los invasores y se habían retirado, y Teilhard claramente no deseaba ofender sus sentimientos patrióticos ni decepcionar a su amigo Wong

Sin embargo, y a pesar de tener estrictas órdenes de lo contrario, decidió permanecer trabajando en Choukou-tien. Y su prestigio, así como el respeto y amistad de los chinos, era tan grande que años después convenció a Young y a Pei de regresar a trabajar en Pekín. Young escribió un artículo titulado “Memories of Pére P. Teilhard de Chardin” donde decía:

Aunque era católico, tenía un inusual amplio conocimiento de las ciencias naturales que me sorprendió. Él vino a China como un tipo de castigo que le impuso el Cardenal, por algo que había escrito en contra de la idea de la religión…Yo lo apreciaba mucho como uno de mis más queridos amigos y maestros.

A pesar de sus numerosas relaciones, lo cierto era que todo este mundo de científicos, con algunas pocas excepciones, no satisfacía sus necesidades espirituales. Los anglosajones se probaban como unos notables científicos, pero embebidos en sus métodos científicos, su positivismo, su empiricismo, su neo-darwinismo, eran incapaces de seguirlo en sus pensamientos filosóficos.

Pero el dinero estadounidense fluía y al menos se canalizaba al progreso de la paleontología y Teilhard fue definitivamente adoptado por los estadounidenses. Su viaje de 1931 a Estados Unidos había sido un éxito, y los realizados en 1933 y 1937 no lo fueron menos.

Resumiendo, este período está marcado por su extenso trabajo en Choukou-tien, el incremento de las relaciones científicas y los viajes de exploración, a numerosos sitios:

Julio de 1932, viaje a Xhansi

Septiembre de 1932 a enero de 1933 viaje y estancia en Francia.

Febrero a marzo de 1933, regreso a China desde Marsella

Junio de 1933, viaje a Xhansi

Julio de 1933, Salida de China hacia Estados Unidos

Julio a septiembre, estancia en Estados Unidos

Fines de septiembre, regreso de Estados Unidos a China

Abril y mayo de 1934, exploraciones por el Yangtze con Barbour.

Julio de 1934, viaje a Honan

Enero de 1935 viaje al sur de China, a pie, en palanquín, en sampán y en aeroplano.

Mayo de 1935, regreso a Francia vía ferrocarril transiberiano en compañía de Breuil.

Septiembre de 1935, salida de Francia hacia Bombay

Diciembre de 1935, salida de Calcuta hacia Batavia.

Enero de 1936, viaje de Batavia a China

Julio de 1936, viaje a Shantung.

Febrero 25 de 1937, salida de China hacia Estados Unido

Abril de 1937, salida de Estados Unidos hacia Francia.

Abril a agosto de 1937, estancia en Francia.

Septiembre de 1937, retorno a China

Diciembre de 1937, viaje de China a Burma

Marzo 24 de 1938, viaje de Burma a Java

Abril de 1938, viaje de Java a China vía Singapur.

Septiembre de 1938, Viaje de China a Estados Unidos.

Aunado a los viajes de exploración y estudio relacionados con su profesión de geólogo y paleontólogo, sus viajes a Francia siempre trataban el aspecto de su problemática con el Vaticano, en mayo de 1933 escribió:

Roma me ha dicho… que yo debo rechazar cualquier situación o cita oficial que me puedan ser ofrecidas en París.

En 1937 Teilhard estaba enfermo, sus reservas fueron capaces de hacer que se recuperara, pero quedó muy débil. En 1938 tenía poca resistencia y estaba aprensivo. Era tiempo de dejar su marca permanente en Francia, este fue el motivo de su Reporte para obtener un laboratorio de altos estudios para la investigación de la ‘geología continental’ (considerando estos reportes con la paleontología humana), una petición para una geología continental relacionada con la paleontología humana, enviada en 1937 al director de la tercera sección de altos estudios y fuertemente apoyada por Marcellin Boule (director del Instituto de Paleontología Humana), Breuil (profesor del Colegio de Francia y del Instituto de Paleontología Humana), y por Charles Jacob (profesor de geología de la Facultad de Ciencias y Miembro del Instituto de Francia). Se sabe que, en abril de 1938, Roma estuvo de acuerdo para que Teilhard tomara este laboratorio de Altos Estudios.

Sin embargo, Teilhard se sentía en la obligación de continuar sus tareas en China, y decidió regresar por algunos meses para el verano de 1939.

En 1938 mientras esperaba embarcarse en su viaje a Francia vía Estados Unidos Teilhard permaneció en Pekín donde la situación se volvía cada vez más tensa.

La Segunda Guerra Chino-Japonesa supuso la culminación de la tensión creciente entre China y Japón, que se remontaba a la anterior guerra entre los dos países. Transcurrió entre los años 1937 y 1945, en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Comenzó cuando el ejército japonés, que ya controlaba Manchuria, inició la invasión del norte y el este de China. La invasión concluyó con la rendición de Japón en 1945.

El número de europeos disminuía y era imposible trabajar en Choukou-tien para reanudar las excavaciones, ya que cualquier trabajo tenía que ser en colaboración con Japón.

Afortunadamente Pei estaba por ahí y hacia posible trabajar a medias en los laboratorios y publicar entre ambos varios de los trabajos en Choukuo-tien y Xhansi.

El trabajo científico a lo largo de la China libre había tomado refugio en el sur donde Young y Bien estaban trabajando.

“La cautividad” japonesa y la gran síntesis intelectual*

Este fue el tiempo cuando Teilhard hizo los primeros esbozos de su gran trabajo sobre el hombre, que llegaría a culminar en “El Fenómeno Humano”, los meses finales en China constituyen de hecho un periodo de transición que claramente prefigura su segundo periodo en Pekín.

La vida de Teilhard desde 1938 hasta su muerte en 1955 empieza con un intermedio Franco-Estadounidense y puede dividirse en tres partes, el segundo periodo en Pekín, el segundo periodo en Paris (el primero fue entre 1919 y 1923) y el periodo final estadounidense.

A mediados de septiembre de 1938 Teilhard exhausto y preocupado dejó China, pero no se dirigió a Francia directamente. Llevó al padre Pierre Leroy a Japón para ver que podían hacer para proteger la posición de los científicos franceses en el norte de China, dejando a Leroy en Japón en septiembre, se embarcó en Kobe llegando a principio de octubre a Vancouver, y estableciendo su cuartel en Nueva York, donde realizó varias visitas incluyendo el American Museum, y saliendo a Francia donde llegó en noviembre,

Teilhard se mantenía al tanto de los avances de la ciencia en general y de la paleontología en particular, por ejemplo, en marzo de 1939 se enteró del descubrimiento de un cráneo de Neanderthal que había sido recién descubierto por el científico italiano Alberto Carlo Blanc, que después de la II Guerra llegaría a ser su devoto amigo.

Durante su estancia en Francia, Teilhard estuvo sumamente activo, haciendo contacto con los medios científicos, religiosos y artísticos. Dio una interesante plática, organizada por Aldous Huxley, a un grupo de sesenta artistas (escultores, pintores, escritores, músicos) que promovían el estudio y el mejoramiento del Hombre.

Teilhard, a pesar de lo que algunos han sugerido, no desdeñaba la amistad y compañía de artistas. Conoció a la escultora Lucile Swan en China a fines de 1929. La señora Swan le hizo un busto y sostuvo una interesante correspondencia con Teilhard. En Estados Unidos, en 1939 conoció otra escultora, Malvina Hoffman, quien también le haría un busto. En Pekin se hizo amigo del pintor Mond, quien trabajaba a la manera china. Más tarde en París conoció a Jean Cassou y al pintor André Marchand. Alrededor de 1945 se hizo miembro de la Sociedad de Amigos de la Música, fundada por Mme Arsene Henri, esposa del embajador francés en Japón y quien era una excelente pianista. Teilhard solía pedirle que interpretara las sonatas de Beethoven, que escuchaba muy atentamente, pero en realidad, dejando aparte a Wagner, Teilhard tenía poco gusto por la música, aunque asistía a conciertos y a los espectáculos de las grandes artes.

Esta visita a París le abrió las puertas para su segunda larga estancia en Francia (1946-1951), un período de actividad y lucha. Pero en junio de 1939 se embarcó rumbo a Estados Unidos. En Nueva York, estuvo ocupado durante julio en el Museo Americano y allí visitó a Georges Gaylord Simpson. Después viajó a Chicago a visitar a su amigo Field y después procedió al área de San Francisco, donde tomó parte de una convención de geólogos en la Universidad de California en Berkeley. Dejó el área de la bahía y se dirigió por tren hacia Vancouver, donde se embarcó una vez más hacia China, llegando a fines de agosto a Pekín.

La recepción no fue muy amable por parte del superior jesuita, un hombre apodado “El gran navegante”. Este superior era intolerante y cerrado de mente, y en la primera oportunidad le espetó a Teilhard: “Padre, como evolucionista y comunista, usted aquí es un indeseable y tiene que regresar a Francia lo antes posible” “¿Comunista? yo no soy comunista” respondió Teilhard, a lo que el superior contestó, “Usted es un evolucionista, y eso es suficiente para demostrar que usted es un comunista”. Sin embargo, no pudo regresar a Francia porque quedó prisionero de los japoneses, que no le permitieron salir de la zona.

Al ser rechazado por el superior jesuita, Teilhard tuvo que instalarse en un desagradable sitio llamado Chabanel Hall que consistía en una serie de barracas, con filas de cuartos ocupados por sacerdotes y académicos que estudiaban chino llevando una vida más que austera. Además, no existía privacidad, pues todo se oía de un cuarto a otro.

Cuando el Museo Hoang-ho-Pai-ho fue convertido en el Instituto de Geobiología, Teilhard pudo establecerse allí con el Padre Leroy.

Durante estos años, la agenda de Teilhard fue muy regular, en la mañana temprano, decía misa, después platicaba un rato con el Padre Leroy y de allí se dirigía al laboratorio, trabajando en los fósiles de Choukou-tien y redactando artículos científicos. Dedicó bastante tiempo a leer sobre diversos temas, desde la Guerra y la Paz, hasta The Structure of the New Physical Theories, pasando por La plaga de Camus, Nausea de Sartre, Problems of the Mistical Life de R. Bastide, The Earlier Religions of Greece in the Light of Cretan Discoveries, The Perennial Philosophy de Aldoux Huxley, así como relecturas de obras de Nietzsche, Spinoza, Liebnitz, Marx y más.

Pero también en esta época de cautiverio, Teilhard maduró su pensamiento científico y filosófico. Terminó su obra El fenómeno humano, donde formuló la ley de la complejidad-conciencia, el Punto Omega, la capacidad de la materia para producir estructuras más y más complejas, en el marco del espacio-tiempo, cuando las condiciones fisicoquímicas son favorables. En resumen, podríamos decir que propuso las bases para una muy plausible teoría sobre la evolución.

Pero a Teilhard siempre le acompaño un destino de sufrimientos y penurias. Durante la II Guerra, se perdieron los fósiles originales del Hombre de Pekín en los que tanto tiempo y esfuerzo invirtió.
Muchas teorías se han elaborado en torno a qué fue lo que sucedió. Así, se especula que los restos iban en un barco que los llevaba a Estados Unidos y fue hundido por los japoneses; que están escondidos en algún lugar de China; que los japoneses los llevaron a Japón donde aún se encuentran; que después de la rendición de Japón, personal militar norteamericano se posesionó de los restos y los envió a Estados Unidos donde se encuentran escondidos:
Una década después Teilhard le escribía a un amigo al respecto:

El famoso cráneo ¿estará escondido en Japón? ¿Quizá habrá sido destruido por algún ignorante saqueador? ¿Quizá estará enterrado en algún jardín en Pekín? ¿Será encontrado algún día con su frescura de miles de años en algún parque de Pekín?

Teilhard fue muy acertado en su visión sobre el Sinanthropus, sostenía que era un Hombre, que el Hombre había surgido bruscamente. Y de acuerdo a Jia Lanpo y Huang Weiwen, que escribieron acerca de sus experiencias trabajando en Choukou-tien, las conchas encontradas en el sitio pertenecían a collares. Por lo que el Homo Erectus califica como un Hombre, un ser que reflexionaba y quizá contaba historias mientras estaba sentado alrededor del fuego en su caverna de Choukou-tien.

París (1946-1951)

En mayo de 1945 se anunció en Pekín el armisticio en Europa, lo que motivó a Teilhard a escribir:

Día-V Relajamiento, pero no alegría, porque en sí, por lo menos aquí y ahora, esta brutal victoria del Hombre sobre el Hombre, no es una victoria sobre una parte de la Humanidad.

El 17 de agosto del mismo año, después de las masacres de Hiroshima y Nagasaki, las tropas japonesas cesaron el fuego en China. Se abrió la puerta a Teilhard para regresar a Francia. El cónsul general británico le otorgó una visa. Gracias a las influencias de sus amigos estadounidenses, un general del ejército puso a su disposición un aeroplano donde lo colocó con sus paquetes y su equipaje. Así, a finales de marzo pudo embarcarse en Shangai rumbo a Inglaterra donde llego a finales de abril. y de allí se dirigió a Francia.

Desafortunadamente tuvo que abandonar casi todos sus libros y escritos en Pekín, entre ellos algunos cuadernos de notas filosóficas. También quedó el busto que le hiciera Lucile Swan (afortunadamente otra copia se preservó). Todo quedó en el Instituto de Geobiología de donde lo pasaron a Chabanel Hall. Lo que sucedió después de la victoria comunista, nadie lo sabe.

Teilhard tenía muchos amigos y contactos en París, pero no se puede establecer cuál era su real significado. Al principio de su estancia, se tiene la impresión de que tiraban de él fuerzas en varias direcciones. En la vida mundana, y por su herencia aristócrata, se encontró en su hogar con cuartos decorados, como por ejemplo los de Marianne de Goldschmidt-Rothschild y de la duquesa Edmée de la Rochefoucauld, allí conoció a Paul Valéry, Maurice de Broglie y varios intelectuales más de la élite. Desafortunadamente ahora era un hombre famoso y muchos se las ingeniaban para organizar encuentros con sus críticos (tan necesarios para la discusión) y poder disfrutar de su brillante conversación. Unos ejemplos: Roger Lévy, profesor de la Escuela Nacional de Administración fue a ver a Teilhard a su oficina de la revista Études para cuestionarlo ampliamente sobre la política y el comunismo chino. Levy le presentó a Gabriel Marcel con quien Teilhard en 1947, en el encuentro “Ciencia y Conciencia”, tuvo una memorable discusión. Marcel era un escéptico para quien la colectivización y el desarrollo de la tecnología (fenómenos relacionados, significaban un paso a la deshumanización. Pensaba que el mal se había introducido en la condición humana. Teilhard era un ferviente humanista y discutía que la colectivización, creando una nueva complejidad, producía una conciencia más elevada. No negaba el mal, pero para él la tecnificación era un esfuerzo para espiritualizar la materia de manera de integrar el cosmos al Hombre. Y entre otros, Teilhard sostuvo otro debate con Berdiaeff sobre “Marxismo y Existencialismo” y con el ruso Vinogradoff sobre “Materialismo histórico”.

Teilhard era un brillante conferencista, pero entre 1946 y 1951, por deferencia a su Orden se confinó a audiencias limitadas, tratando diversos temas, desde “¿Hacia un nuevo Misticismo?”, “El Hombre y la Paleontología” hasta “Las etapas de un planeta viviente”.

Uno de los más importantes aspectos de estos seis años en París fue la relación de Teilhard con sus superiores en Roma. Cuando le prohibieron publicar en 1934, escribió que ese asunto no importaba, “…lo que yo veo es infinitamente mayor a cualquier inactividad u obstáculo” y seguía tomando la prohibición con calma. Pero ahora estaba ansioso por publicar El fenómeno humano y en junio de 1946 volvió a pedir permiso. En septiembre de 1947 recibió una negativa y se le dijo que no escribiera más filosofía y dejara los temas teológicos so pena de que el Santo Oficio condenara sus trabajos.
Bruno de Solages, el nuncio apostólico, entró a la controversia y en un fuerte artículo enfatizó la importancia de Teilhard en el pensamiento moderno:

La evolución biológica es materialista y mecanicista. Es el profundo significado cristiano del trabajo de este gran científico de fama mundial, de este poderoso pensador, de este fascinante escritor, de este “gentleman”, Teilhard de Chardin, que ha tenido éxito en mostrar, más que ningún otro hombre, que la evolución sólo puede ser finalista, que avanza hacia el espíritu y que sólo puede ser explicada por el espíritu, y que postula en el principio, porque postula en el final, un Dios trascendente…Sí, ustedes tienen un gran problema para el pensamiento cristiano, como mantener en medio de esta evolución general las realidades y valores trascendentes… El padre Teilhard no es un teólogo profesional y no le debemos pedir la solución, por sí mismo e inmediatamente, de todos los problemas teológicos. Los teólogos deben trabajar en ellos. Pero los teólogos están en deuda con él, por su gran servicio: primero, por revelarles el mundo de la ciencia en el cual, de ahora en adelante, deben pensar si quieren practicar su ocupación en el siglo veinte… y segundo, por presentarles una concepción de la evolución rectificada interiormente, y que, en vez de oponerse a la visión cristiana del mundo, por su naturaleza mecanicista y materialista, se abre a ella naturalmente.

Por supuesto esta defensa no tuvo ningún eco en los teólogos con alguna excepción y Teilhard quedó en una posición desconcertante. Por ejemplo, el artículo “La recuperación humana de la evolución y sus consecuencias” publicado en la Revue des questions scientifiques ¿era científico o filosófico?

En 1948 se le ofreció una de las mejores oportunidades de su carrera. El Abbé Breuil estaba por retirarse de profesor de El Colegio de Francia. A pedido de Francis Perrin, Paul Rivet presentó la candidatura de Teilhard y oficialmente le hizo saber que El Colegio de Francia votaría unánimemente por él si aceptaba. Teilhard respondió que saldría a Roma y a su regreso diría si podía aceptar o no.

Su visita a Roma, aun cuando efectuó una excursión con el Barón Alberto Carlo Blanc al Monte Circeo donde éste había encontrado su famosa cabeza de neanderthal en 1938, desde el punto de vista práctico fue un fracaso. Recibió una respuesta negativa a la propuesta de El Colegio de Francia y la aprobación para publicar “El fenómeno humano” quedó en suspenso, aun cuando Teilhard le había hecho las correcciones pedidas. Lo cierto es que con la Iglesia Teilhard no sólo tenía el problema de la actitud de muchos grupos hacia la evolución, sino que se le acusaba de querer fundar un neo-cristianismo, por lo que era considerado un hereje. Las autoridades eclesiásticas eran intransigentes y Teilhard era para ellas más que una piedra en el zapato. Pero no eran torpes, sabían que, excomulgando a Teilhard, su pensamiento se difundiría como una onda explosiva, por eso sólo le daban largas a las autorizaciones para publicar, pero le permitían seguir en las actividades científicas, esperando que saliera a nuevas expediciones y así mantenerlo lo más lejos posible.

Algún consuelo le llegó en forma de una invitación. Simpson le escribió en diciembre de 1947 urgiéndolo a ir a trabajar con él al American Museum en Nueva York, Teilhard le respondió que nada le gustaría más que trabajar con él en el Museum y en febrero de 1948 se le dio la oportunidad de viajar a Nueva York. Tuvo una cálida recepción en el Museum e hizo sus primeros contactos con éxito. Aprovechó su visita para aprender sobre Estados Unidos de la postguerra y particularmente de su ciencia. Visitó en Washington a sus antiguos amigos de China. Se entrevisto con Barbour para hablar sobre un posible viaje a Sudáfrica, país en el que estaba muy interesado, para visitar las cavernas donde se habían hecho importantes descubrimientos paleontológicos. Teilhard regresó a Francia en junio de este mismo año cansado y deprimido, por lo que fue a tomar un descanso a Seine-et-Oise. En febrero de 1949 regresó a París e inició una serie de conferencias en la Sorbona sobre “El grupo zoológico humano”. Un día, en marzo, invitado a una cena se puso enfermo y tuvo que ser internado con una pleuresía, teniendo que permanecer en el hospital hasta el 18 de abril, y después fue a recuperarse en Saint-Germain-en-Laye hasta principios de junio. El ataque sufrido testificó el exceso de trabajo y su agotamiento, pero su fortaleza le permitió recuperarse para terminar El grupo zoológico humano, un libro más fríamente científico que El fenómeno humano.

A fines de 1949, retomó su actividad científica, enviando un artículo sobre La visión del pasado, al Congreso Internacional de Filosofía de la Ciencia. Ya con mejor salud en 1950 estuvo más activo, dando un curso de cinco conferencias en la Sorbona sobre El Pleistoceno en el Lejano Este. Del 19 al 25 de marzo participó en el Simposium “La Sociología de los Animales” sobre el cual escribió que había sido un éxito, pero por otro lado se extrañó de la ausencia de los sociólogos de la Sorbona: “¿Por qué son tan obstinados en tratar al Hombre como un cosmos independiente del otro…?” se preguntaba. Desde su último viaje a Estados Unidos su preocupación se centraba en la socialización humana, un fenómeno biológico cuyas raíces se remontaban a la socialización animal.

No había debilidad en los poderes creativos de Teilhard. Aunque no desarrollaba ya nuevas ideas, continuamente vertía nueva luz a los conceptos largamente desarrollados.

Nuevos intereses marcaron en esta época su actividad mental. Dedicó muchos pensamientos, por ejemplo, a la cibernética, a la noción de “feed-back” (retroalimentación) y a la relación entre la información y el principio de entropía. En un artículo de marzo de 1950 sobre “Computadoras y Super-cerebros” ilustraba su gran interés en tales máquinas, pues estaba impresionado por su analogía con el cerebro humano. Veía en ellas una especie de super-cerebro listo para servir a la colectividad humana y eran para él un símbolo de lo que el pensamiento colectivo podría ser en una noosfera de una sola mente unánimemente pensante.

Una organización entre las que se percibió la influencia de Teilhard, fue la Unesco, con cuyo primer director Julian Huxley, sostuvo una cercana amistad. Huxley le presentó a Teilhard al mexicano Torres Bodet quien fue el segundo director de la Unesco y que había expresado el deseo de conocerlo. En esa época, grandes cosas se esperaban de la Unesco y Teilhard estaba dispuesto a cooperar. Le envió a Torres Bodet un escrito donde expresaba su sentir sobre el problema racial, y en 1949 se publicó su artículo “Algunas reflexiones sobre los Derechos del Hombre”. Sin embargo, la relación con la Unesco no fructificó pues su visión, al ser mal interpretada, no era del agrado de los dirigentes. No así su relación personal con Julian Huxley, que fue muy fructífera

El período estadounidense (1951-1955)

Para julio de 1951, Teilhard estaba por partir a Sudáfrica. Acababa de hacer los arreglos necesarios para que sus escritos pudieran seguirse leyendo después de su muerte. Una semana antes de partir el padre Jouve, editor de la revista Études le dijo a Teilhard que él nunca podría publicar sus trabajos. Y le urgió a que tomara acciones para que no se perdieran. Algunos amigos de Teilhard estaban ansiosos por que él renunciara a la Sociedad y se beneficiara de la mayor libertad al ser un sacerdote secular. Teilhard se negó y aceptó exiliarse, pero siguiendo el consejo de Jouve aprovechó que las leyes canónicas no prohibían formalmente regalar o ceder en testamento sus manuscritos y los heredó a la que fue muchos años su secretaria voluntaria, J. Mortier.

El 5 de julio salió de Francia con destino a Londres donde se reunió con Barbour, llegando a Johanesburgo a fines de mes. Aprovechó como siempre el viaje para escribir, esta vez, La convergencia del universo.

Hay que tener en cuenta que el viaje a Sudáfrica estaba patrocinado por la fundación Wenner Gren (7) y Teilhard aceptó el puesto por su interés en colaborar en la organización de una investigación a nivel mundial sobre los orígenes humanos.

Resumiendo, en Sudáfrica se le presentaron tres líneas de investigación:

1. La más importante, seguir la investigación de los sitios de Autralopithecus en Sterkfontein.
2. Completar la excavación del Dr. Van Riet Lowe en el notable sitio de Makapan.
3. Trabajar en un sitio recientemente descubierto cerca del mar a unos 160 km. al norte de Ciudad del Cabo.

La red de organizaciones científicas era bastante complicada, lo cual dificultaba el trabajo en equipo, y aunado a esto estaba el resurgimiento del nacionalismo “Afrikaner” que era la principal dificultad. Finalmente, la presencia de un jesuita en medio de la antievolucionista (exceptuando a los científicos) Sudáfrica protestante, era bastante perturbadora, pese a la buena impresión que había dejado el Abbé Brueil.

Sin embargo, Teilhard no desmayó, Barbour le dio unas invaluables advertencias y él tenía el suficiente tacto y la inteligencia para seguirlas. Sus actividades incluyeron una oficina en Johanesburgo-Pretoria, con una excursión a Kimberley; un viaje a Ciudad del Cabo a través de Durban y finalmente en Ciudad del Cabo como cuartel general, visita a todos los museos importantes con colecciones paleontológicas. Pero lo más importante fue que Teilhard concibió una teoría completa sobre el origen del Hombre y, debido a sus habilidades para encontrar los puntos cruciales y distinguir lo esencial, sacó en conclusión que África debería ser más estudiada antropológicamente pues era seguramente la cuna de la humanidad, ya que el hombre primitivo parecía ser autóctono.

Sin duda, este primer viaje a Sudáfrica fue, para Teilhard, un éxito desde el punto de vista material. Un testigo escribió desde Buenos Aires a un amigo mutuo:

Yo sé que él es demasiado modesto para decir que le ofrecieron trabajos y contratos aquí y en Sudáfrica. Pero a pesar de que se ríe de ello, pienso que disfruta (como debe ser) de su renombre.

Teilhard estaba en excelente forma cuando a fines de octubre embarcó para Nueva York en un largo viaje vía Buenos Aires, Río de Janeiro y Trinidad. La razón de la ruta fue que así era capaz de apreciar ambos continentes desde puntos de vista antropológico y geológico.

Mientras viajaba elaboró un ensayo para Julian Huxley sobre “La transformación y prolongación del proceso de la evolución en el Hombre”.

Teilhard llegó a Estados Unidos a fines de 1951. Se instaló en la Loyola House donde vivían los jesuitas. Su tiempo lo distribuía entre su trabajo personal en este lugar, en su trabajo en la oficina de la Wenner Gren y en reuniones con amigos.

Visualizaba su trabajo en tres niveles. El primero era la colaboración en la organización de una investigación a nivel mundial sobre los orígenes del Hombre. Su puesto era “colaborador asociado para la paleoantropología”. En el segundo estaba el intento de tratar científicamente el problema de la extensión de las fuerzas biológicas de la evolución y la especiación en el hombre contemporáneo, Y el tercer nivel “que sólo me concierne a mi” elaborar la síntesis, dentro de un pensamiento religioso, de una Cristología adecuada a la nueva dimensión del universo.

Su posición en la Fundación le permitió conocer a mucha de la gente más interesante de los Estados Unidos y fue capaz de, a través de una sutil presión, cambiar la política de la Fundación.

Siempre se mantenía ocupado. Trabajaba en sus notas de Sudáfrica y elaboraba una serie de memoranda y artículos. En marzo de 1952 dio dos conferencias: una en la Academia Nacional de Ciencias (de la cual era miembro honorario) sobre “La posición zoológica y el significado evolutivo de los Australopitecos” y otra en la Wenner Gren, “Nuevos avances hechos por la prehistoria en Sudáfrica”.

En junio, la Wenner Gren organizó un breve simposio para sus miembros. Teilhard hizo una importante contribución con “El nacimiento, crecimiento y estatus presente de nuestra idea de hombre fósil”. Con su experiencia de Sudáfrica quería dirigir los esfuerzos de apoyo de la Fundación hacia ese campo de estudio. Y como resultado indirecto del simposio la Fundación decidió concentrar sus esfuerzos en la investigación de los orígenes humanos en África. Y el más importante resultado para Teilhard, fue el ser elegido para regresar a Sudáfrica, aunque más tarde escribiría que no estaba muy entusiasmado con el viaje a lugares que ya conocía, pero entendía que era el momento preciso para dar ímpetu a la investigación y a su organización. Y en esos meses ampliar sus ideas sobre el Hombre, los continentes y sobre todo en el presente y futuro estado de la hominización.

De los descubrimientos que se hacían en ese tiempo en África Teilhard sacó la conclusión de que “cada vez más parece que los australopitecos nunca se encuentran en asociación con el Hombre o con su industria” por lo que el Hombre y los australopitecos son mutuamente excluyentes (8).

En resumen, un segundo viaje a África muy exitoso, tanto a nivel profesional como personal, Las conclusiones de Teilhard fueron excelentemente presentadas en el artículo “África y los orígenes humanos” publicado en 1955 en la revista Revue des questions scientifiques. Sin embargo, lo más importante fue su conclusión sobre una antropogénesis bipolar, con un centro en Asia que no condujo al Homo Sapiens y otro centro en África, más importante pues allí la hominización fue completa,

A fines de septiembre de1953 Teilhard se embarcó en Ciudad del Cabo con destino a Nueva York, haciendo una breve visita a Sudamérica porqué:

Siento que debo obtener una clara idea de las Pampas, y de la estructura de los Andes, donde terminan; esto porque quiero tratar de verificar algunas ideas, muy importantes para mí, sobre la génesis de los continentes.

Sostuvo conversaciones con el Dr. Menghin para hacer un viaje por tren de Buenos Aires a Valparaíso, pero había un puente colapsado y el plan no pudo llevarse a cabo.

Teilhard, hasta el fin de su vida estuvo interesado en los aspectos técnicos de la geología. En 1952 durante un período de “descanso” efectuó un viaje interesante: visitó a su amigo Simpson y su esposa en su casa de Nuevo México

La parada con los Simpson fue muy agradable y pintoresca; ellos viven a 2500 mts. de altura en el borde de un parque nacional a tres horas de Alburquerque, con una vista a las “Bad Lands” de la cuenca de San Juan. Acampé en una tienda y en pocas horas obtuve un gran conocimiento de la geología de la región y afirme mi amistad con los Simpson (lo cual pudo tener como consecuencia el nacimiento de una “neoantropología” con la cual siempre he soñado).

De ahí se dirigió a Berkeley donde realizó una visita al gran ciclotrón y el nuevo betatrón que estaba en construcción, lo que produjo un interesante artículo “On Visiting the Cyclotrón: Reflections on the Infolding on Itself of Human Energy” (publicado en Recherches et débats, 1953): donde contempló según él “un nuevo tipo de manifestación (u órgano) del hombre… un nuevo estado de la humanidad…”.

De regreso a Nueva York siempre aprovechando para investigar, visitó Glacier Park en Montana donde sostuvo pláticas con los naturalistas, de ahí se dirigió a Nueva York vía Maine.

En octubre de 1954 Teilhard participó en una conferencia organizada para el centenario de la Universidad de Columbia y varios eventos científicos más. París, sin embargo, siempre estaba en su mente. Y a mediados de 1954 recibió permiso de su Orden para visitar esa ciudad, donde pasó algunas semanas. Fue un tiempo muy ocupado, con algunas conferencias, estudios sobre fósiles y visita a Lyons y la Cueva de Lascaux.

Efectúo una visita a su casa de Sarcenat y a la vieja iglesia de Orcines dónde toda la familia estaba enterrada. De regreso estaba muy cansado y le confió al padre Leroy “nunca volveré a ver Sarcenat”.

Teilhard estuvo en Londres del 6 al 10 de agosto, y de ahí partió a Nueva York.

Sus últimos días ya no pudo estar en la casa de los jesuitas; existen dos versiones del porqué tuvo que salir del lugar: la primera es que por motivos de arreglos en la casa tuvieron que salir siete jesuitas. La segunda es que los mismos jesuitas compañeros de Teilhard pidieron al Superior que lo retirara debido a que no estaban de acuerdo con sus ideas. Gracias a sus amistades consiguió alojamiento en una casa de huéspedes exclusiva para hombres, cerca de su trabajo y de la catedral de San Patricio.

El último ensayo lo escribió en marzo de 1955, en el cual trataba el tema de que la ciencia y la tecnología tenían una irremplazable función espiritualizadora y que en un mundo convergente constituían una alta forma de adoración.

La mañana del diez de abril de 1955 (domingo de resurrección) Teilhard ofició misa en la Catedral de San Patricio, hacia medio día asistió a un concierto y en la tarde visitó algunos amigos, para él fue un magnifico día, al llegar a su casa sufrió un mortal infarto cardiaco. Su cuerpo permaneció en la capilla de Park Avenue y pocas personas asistieron a su velorio entre ellas Monsieur Hoppenot embajador de Francia en las Naciones Unidas y Paul Fejos director de la Wenner Gren Foundation. Sólo el padre Leroy y el ministro de la Casa de los Jesuitas acompañaron a Teilhard al noviciado jesuita de St. Andrews a orillas del río Hudson, a unas sesenta millas al norte de Nueva York. Las únicas flores fueron las de una cruz enviadas por Malvina Hoffman. En el exilio, Teilhard descansa bajo una simple piedra donde está escrito su nombre.

 Obras consultadas

CUÉNOT, Claude (1965), Teilhard de Chardin (A biographical study), Londres, Burns & Oates
MORTIER, Jeanne y Marie-Louise Auboux (1966), Pierre Teilhard de Chardin. Imágenes y palabras, Madrid , Taurus. (Las fotografías están tomadas de esta obra).
ACZEL, Amir D. (2007), The Jesuit & The Skull, USA, Riverhead Books.
TEILHARD de Chardin, Pierre, (1966), Cartas de viaje (1923-1939), Madrid, Taurus.
EVELYN Grim, John and Mary (1984), Teilhard de Chardin. A Short Biography, USA, ANIMA Books.
TEILHARD de Chardin, Pierre (1963), El fenómeno humano, Madrid, Taurus
TEILHARD de Chardin, Pierre (1967), El Medio Divino (ensayo de vida interior), Madrid, Taurus.
WENDT, Herbert (1961), Empezó en Babel (El descubrimiento de los pueblos), Barcelona, Moguer, 2ª ed.

 Notas

[1] Marcellin Boule (1861-1942) Fue un reconocido paleontólogo en su tiempo. Estudió y publicó el primer análisis de un completo Homo neanderthalensis. El fósil descubierto en la cueva La Chapelle-aux-Saints era de un viejo artrítico y Boule lo caracterizó como una especie de gorila que caminaba con las rodillas dobladas. Desafortunadamente para él, se enemistó con Smith- Woodward por la controversia de Piltdown (él contribuyó a descubrir el fraude) y los anglosajones se han encargado de recordarlo sólo por el error que cometió al interpretar el Neandertal.

[2] Henry Breuil (1877-1961) volvió después incontables veces a España, a la que quería como una segunda patria. Su última visita fue en 1957, con motivo del Congreso Internacional del Cuaternario, celebrado en Madrid.

Pero vale la pena recordar, entre sus primeras visitas, las que culminaron en la publicación de una maravillosa Memoria sobre la caverna de Altamira, trabajo que fue llevado a cabo con la colaboración de su maestro Cartailhac; como también las que hizo a raíz de la fundación en París del Instituto de Paleontología Humana, bajo los auspicios del Príncipe Alberto de Mónaco. Aquéllos fueron años memorables. En Santander, los viejos recordaban la graciosa silueta del yate monegasco Princesse Alice, en el que el Príncipe llegó para visitar las cuevas de Altamira, cuyas maravillas empezaban a hacerse famosas en el mundo. Los mismos Reyes de España no quisieron ser menos, la Reina Madre, Doña María Cristina, colmaba de atenciones a Breuil, y Don Alfonso XIII visitaba Altamira y se iniciaba en la prehistoria con el finado P. Carballo, venerable director del Museo de Prehistoria de la Diputación de Santander.

El Instituto de Paleontología Humana de París empezó a rendir óptimos frutos. Al monte de El Castillo se llegaron Marcellin Boule y Hugo Obermaier, dos de los más grandes estudiosos europeos, y en compañía de Breuil llevaron a cabo una labor sensacional. Cortaron cerca de veinte metros de estratos paleolíticos, y establecieron las diversas etapas culturales por las que había pasado el hombre prehistórico de la Europa Occidental antes de conocer la agricultura.

Este trabajo admirable despertó un interés por la prehistoria desconocido hasta entonces en España. Surgió en Asturias la figura prócer del Conde de la Vega del Sella, cuyos estudios y capacidad material le permitieron dar a conocer brillantemente multitud de yacimientos prehistóricos de la región; su nombre es hoy respetado y admirado por todos los prehistoriadores. Lo mismo que el del difunto Duque de Alba, don Jacobo Fitz-James, que dedicó mucho de su tiempo y dinero a la conservación y al estudio de las cuevas cantábricas. A su mecenazgo se debió la publicación, por Breuil y Obermaier, de una nueva edición de las célebres pinturas de Altamira.

Un día -esto lo ha contado Breuil- coincidieron en Altamira el duque de Alba, el conde de la Vega del Sella, el jesuita alemán Hugo Obermaier, el conde de Bégouen y Breuil. Y allí, a la entrada de la cueva, se organizó una especie de petit comité: se trataba de enviar un mensaje a Roma para el Papa. Algunos prelados europeos, un tanto conservadores, no veían con muy buena cara la actividad de los prehistoriadores y pensaban obtener del Soberano Pontífice una declaración condenatoria contra aquella ciencia que parecía no hacer caso del contenido de las Sagradas Escrituras. Así, pues, allí, en la hierba, la nueva ciencia, representada por elementos en verdad conservadores, se dirigió al Papa en una carta conmovedora. Una copia de esta carta fue enviada también al Cardenal Mercier, y ya no hubo por qué preocuparse: la prehistoria siguió viviendo entre los conservadores.

 [3] La organización internacional de las investigaciones que se enlazaban en Pekin era muy compleja. Comprendía tres centros: el Geological Survey (chino-estadounidense-sueco) el Instituto Médico Rockefeller (estadounidense-chino) y la Universidad China Libre (fundación estadounidense). Los investigadores, más o menos comunes a estas instituciones diversas se hallaban reagrupadas en Societé d’histoire naturelle y Societé Géologique a las que se añadía un Instituto de investigaciones prehistóricas (fondos Carnegie). Además, existían las misiones temporales como la misión Andrews o la expedición Sven Hedin (sueca)

[4] Hombres primitivos de época y tipo parecidos han sido hallados también en otras excavaciones: en Java, en Heidelberg, en Argelia y en el sur y este de África. Estos hallazgos son documentos de aquella época nebulosa pero sumamente interesante y decisiva en que la humanidad primitiva se desglosó definitivamente del mundo animal para emprender su propio camino histórico independiente. Se sabría muy poco acerca de aquella época y apenas nada acerca de la cultura de los hombres primitivos si en el Monte del Dragón no se hubiesen encontrado utensilios y legados de los hombres de Pekín: instrumentos de pedernal, de cuarzo y de piedra arenisca, cráneos y huesos de reses, hogares con restos de cenizas, almacenes de frutas y muchas otras cosas. Chou-kou-tien reveló al mundo que hace cuatrocientos mil años, el hombre ya sabía cortar la piedra, utilizar el fuego, recolectar provisiones y vivía en comunidades, de un modo no muy diferente a como viven quizá algunos pueblos indígenas primitivos de hoy en día. En opinión de algunos antropólogos y prehistoriadores, el hombre de Pekín revela todavía más cosas. Después de la última Guerra Mundial se reemprendieron las excavaciones en Chou-kou-tien. El investigador chino Weng Chung Pei, que ya había participado de un modo decisivo en el descubrimiento del primer hombre de Pekín, y su colega Wu Yu Kang encontraron otros muchos restos óseos del Sinanthropus, los examinaron y declararon que, a pesar de su carácter remoto, el hombre de Pekín se parecía en muchos rasgos a los actuales chinos y mogoles; y que "era un antepasado directo del hombre chino".

[5] George Gaylord Simpson (1902-1984) Fue quizá el paleontólogo con más influencia en el siglo XX y uno de los principales proponentes de la Teoría Sintética de la evolución. Fue profesor de zoología en la Universidad de Columbia y curador del Departamento de Geología y Paleontología del American Museum of Natural History, y curador en el Museum of Comparative Zoology en Universidad de Harvard University de 1959 a 1970. Profesor de geociencias en la Universidad de Arizona hasta su retiro en 1982.

[6] Aún no está claro quién voló el ferrocarril japonés en Mukden. Algunos afirman que se trataba de disidentes chinos, otros que no es posible llegar a ninguna certeza debido a la falta de pruebas históricas. Sin embargo, gran parte de los historiadores sostienen que fue obra de los militares japoneses que buscaban una justificación de sus ansias expansionistas a un doble nivel; frente a su propio gobierno y al Emperador Hirohito, que no habían autorizado la operación, y frente a la comunidad internacional.

[7] La Fundación Viking, fue fundada por Wenner Gren, un estadounidense de origen sueco y cubría proyectos científicos, educativos y de caridad. Cuando cambió el nombre a “The Wenner Gren Foundation, se reorganizó con énfasis en la investigación antropológica.

[8] Tiempo después Leakey descubrió el Zinjanthropus en asociación con una industria de herramientas, Y aunque no es seguro que el Zinjanthropus haya sido el fabricante de estas herramientas, la visión darwinista se fortalecía y se consideró errónea la conclusión de Teilhard. Sin embargo, ahora, 60 años después, evolucionistas de vanguardia han llegado a la conclusión que los australopitecos son antecesores de los simios actuales. Pero ya no se reivindicará a Teilhard.