Por VICTORIA BURNETT
New York Times, Diario Reforma, México, 13 agosto 2016
LA VENTOSA, México — De noche, Juan Piñeda López oye el zumbido de una turbina eólica que gira a unos 275 metros de su casa de adobe. A veces percibe el hedor del lubricante que chorrea por la torre del aerogenerador. Aparte de eso, dijo Piñeda, el bosque de turbinas que ha brotado en las llanuras aquí en el Estado sureño de Oaxaca en años recientes apenas lo afecta.
Y ése es el problema.
Ocho años después de que México acogió la lucha contra el cambio climático, desatando una fiebre de viento en el Istmo de Tehuantepec de Oaxaca, las personas en las comunidades indígenas pobres están divididas en torno a los beneficios de la revolución verde.
Algunos incluso rechazan los proyectos eólicos. Más de mil residentes de Juchitán de Zaragoza, una ciudad mayoritariamente de indígenas zapotecas a unos 30 kilómetros del hogar de López en La Ventosa, han bloqueado los planes para construir una de las granjas eólicas más grandes de Latinoamérica.
El caso subraya la necesidad de equilibrar la carrera por la energía limpia con las preocupaciones de la gente cuyas tierras la producen, dijo Beatriz Olivera, que durante varios años dirigió la campaña del cambio climático para Greenpeace México.
"Queremos energía eólica, pero no a cualquier precio", añadió.
En La Ventosa, un pueblo tranquilo de 4 mil residentes y vientos tan poderosos que pueden derribar un camión, el auge de la energía ha dejado su huella. Ha aparecido alrededor de una docena de constructoras que edifican infraestructura para las granjas eólicas. En muchas calles, bonitas casas de dos pisos se codean con viviendas más pobres.
Iberdrola, la compañía energética española que es propietaria de la granja eólica detrás de la casa de Piñeda, ha pavimentado caminos y construido desagües, parte de proyectos sociales en la región que han costado más de 1 millón de dólares, señaló un portavoz.
Cosme Vera, un agricultor que alquila 40 hectáreas a Iberdrola por 2 mil 900 dólares al mes, ha renovado su casa y comprado aparatos de aire acondicionado para las recámaras. Vera, de 69 años, dijo que la renta anual que recibe de Iberdrola es cuatro veces más de lo que gana al cultivar sorgo.
"Mi trabajo ahora es ir al banco una vez al mes y recoger el dinero", manifestó.
Pero no todos han prosperado. Las granjas eólicas crean un aumento repentino de empleos durante su construcción, pero mucho menos después de eso, indicaron expertos y residentes. Los que no poseen tierras no reciben renta, entre ellos Piñeda, un jornalero. Su calle está sin pavimentar, y su casa de dos habitaciones no cuenta con agua corriente. Se atrasó tanto con sus pagos de luz que le cortaron el servicio hace ocho meses.
"Pensábamos que todo mundo se beneficiaría, tuvieran tierras o no", dijo Piñeda, de 52 años.
"Hemos tenido años de proyectos eólicos, pero la pobreza es la misma", dijo Andrea Cerami, abogada con el Centro Mexicano de Derecho Ambiental en la CDMX.
Desde el 2004, los inversionistas han destinado 9 mil millones de dólares a granjas eólicas en México, dijo Leopoldo Rodríguez, de la Asociación Mexicana de Energía Eólica. La capacidad eólica de las granjas de viento de Oaxaca se disparó de 160 megawatts en el 2008 a 2 mil 360 megawatts en el 2015, suficiente para proveer de energía a cientos de miles de hogares cada año. Se pronostica que la capacidad aumentará a más de 5 mil 500 megawatts para el 2018.
Esas metas sufrieron un revés en octubre luego de que a miembros de la comunidad zapoteca en Juchitán se les otorgó una orden judicial para impedir que Energía Eólica del Sur construyera una granja de viento de 400 megawatts afuera de la Ciudad.
El caso podría ser un parteaguas, afirmaron ahogados ambientales y expertos en energía renovable.
Pineda se mostró escéptico de que las personas como él empezaran a recibir una parte más grande del pastel de la energía verde. Hizo un gesto con la mano para imitar el viento. Los frutos de las turbinas "pasan volando y no dejan nada", expresó.