El ser humano no es el único animal capaz de tener conciencia de sí mismo.
Un estudio reciente, conducido por investigadores de la Universidad de Warwick y publicado por Current Zoology, ha concluido que tanto los seres humanos como otros animales que son capaces de simular un ambiente mentalmente requieren, por lo menos, un sentido básico de sí mismos. El estudio sugiere que los animales que pueden simular un ambiente deben poseer una forma de conciencia de uno mismo, característica que tradicionalmente se le ha adjudicado sólo al ser humano. Stephen Butterfill y Thomas T. Hills, directores del estudio, realizaron una serie de experimentos para descubrir qué habilidades debe poseer un animal para estimular su ambiente.
El campo de investigación en la navegación de laberintos por ratas que tuvieron lugar en los 40s y 50s fue la inspiración original de este estudio. Se percataron de que las ratas, en ciertos puntos e intersecciones de los laberintos, solían detenerse y considerar sus opciones futuras antes de tomar una decisión. Estudios más recientes de neurociencia han detectado las regiones del cerebro que se activan en animales mientras simulan el resultado de sus opciones a futuro. Hills explicó: “El estudio responde a una pregunta muy antigua: ¿Tienen los animales un sentido sí mismos? Hay evidencias abundantes de que algunos animales pueden proyectarse a sí mismos en situaciones futuras. Lo que nuestro estudio aclara es que, para hacer esto, primero deben poseer un sentido básico de sí mismos”.
La célebre prueba del espejo, como medida de conciencia, es otro experimento mental que se ha aplicado a diferentes especies animales. La prueba del espejo es muy sencilla: se marca a un animal sin que se dé cuenta, ya sea con tinta inodora o con tiza, de manera que pueda detectarse fácilmente con el uso de un espejo; se coloca al animal frente a un espejo y se observa su reacción. Los animales con conciencia de sí mismos se percatan de la marca e intentan removerla. Algunos animales sin conciencia de sí mismos despliegan una serie de comportamientos sociales, desde curiosidad hasta agresividad, como si se encontraran ante otro individuo de su especie.
Los seres humanos, en promedio, completan la prueba a partir de los 18 meses de edad, la etapa conocida por psicoanalistas como el “estadio del espejo”. Otras especies que han pasado la prueba: el orangután de Borneo, el elefante asiático, los chimpancés, los delfines nariz de botella, las orcas y la urraca común. De hecho, hasta el estudio realizado con urracas, se creía que el centro de reconocimiento de uno mismo se encontraba en el neocórtex del cerebro, estructura que no existe en los cerebros de las aves. En un ejemplo aún más extremo, se descubrió que las hormigas pasan esta prueba sin problemas: cuando se les pintó un punto azul en su esclerito facial y se les puso frente a un espejo, trataron de limpiarse con sus patas o antenas. Sin espejo, no tuvieron esta reacción; ante un cristal transparente tras el cual había hormigas pintadas, tampoco reaccionaron; hormigas pintadas con un punto café similar al de su cutícula tampoco reaccionaron.
Vale mencionar que, con excepción del ser humano, los individuos muy jóvenes o viejos de otras especies no pueden reconocerse en el espejo. Por supuesto, esta prueba no es la muestra definitiva de que un animal ha obtenido conciencia de sí mismo. Se piensa que ciertas especies no enfatizan el área visual de sus percepciones sensoriales, sino que tienen prerrogativa los campos auditivo o del olfato. No es poco probable que algunas especies combinen varios patrones de dos o más campos sensoriales para formar su idea de sí mismos, que de ninguna manera coincidiría con una simple imagen bidimensional.
Autor: IIEH
Fuentes:
De la búsqueda de comida a la conciencia autonoética
La conciencia de uno mismo no es exclusiva de la humanidad
¿Son capaces las hormigas de reconocerse a sí mismas?