El uso de tierra en los trópicos cambia de manera muy abrupta, el desequilibrio entre deforestación y la regeneración de los bosques lluviosos tropicales tiene consecuencias profundas en el ciclo global del carbono.
Un nuevo estudio, publicado la semana pasada por Nature, ha descrito el ritmo de recuperación de la biomasa de 45 bosques selváticos en Latinoamérica, así como la manera en que ese ritmo es influido por el clima, el terreno y el uso previo de la tierra. A partir de los datos compilados en más de 1500 secciones de estos sitios, un equipo internacional de científicos elaboró un mapa del secuestro potencial de carbono en gran parte de los bosques tropicales de Centro y Sudamérica en relación con la velocidad de crecimiento de su biomasa. Lo interesante de este estudio es que se enfoca en los bosques tropicales secundarios del llamado Neotrópico. O sea, los bosques que han crecido recientemente en áreas deforestadas, por la industria maderera y ganadera, o afectadas por despejes naturales, como incendios y deslaves. Dada la disponibilidad de nutrientes, sol y agua de lluvia en estas áreas, los nuevos árboles crecen de manera muy acelerada. Esto significa que, durante el proceso de fotosíntesis, capturan una mayor cantidad del carbono presente en el aire y el agua.
El estudio, dirigido por Lourens Poorter, de la Universidad de Wageningen, calculó que, bajo condiciones óptimas, la nueva vegetación absorbe hasta once veces más carbono que selvas ya establecidas (es decir, hasta 3 toneladas de carbono capturado por hectárea por año). También descubrieron que la acumulación promedio de biomasa en estas regiones es de 122 toneladas por hectárea y que la nueva selva recobraría el 90% de su carbono almacenado en 66 años. Por supuesto, el hecho de que los bosques nuevos o secundarios tengan una mayor utilidad inmediata para controlar las emisiones humanas de dióxido de carbono no quiere decir que podemos descuidar las selvas establecidas, los bosques tropicales viejos. En ellos, están almacenadas ya grandes cantidades de carbono que de ser destruidos liberarían a nuestra atmósfera. Los bosques lluviosos tropicales son el más grande depositario de carbono en la superficie de nuestro planeta. De hecho, 20% de las emisiones de dióxido de carbono en la Tierra son culpa de la deforestación.
Poorter alega que es necesario detener la deforestación pero que también es importante reconocer el papel que tienen y tendrán los bosques secundarios para mitigar el cambio climático. “El potencial de que las selvas se recuperen es real”, dijo; “podemos hacerlo de forma activa, plantando árboles, pero también ocurre de manera pasiva, en una recuperación natural”. El objetivo principal del estudio fue, entonces, obtener una visión completa de qué tan rápida es la recuperación de la biomasa. Las selvas renacen en áreas abandonadas por la agricultura, tienen un índice de recuperación, al que han llamado resiliencia de la biomasa. Poorter explica: “Aquí presentamos un mapa de la recuperación de la biomasa de América Latina que ilustra la variación geográfica y climática del potencial de captura de carbono durante el crecimiento del bosque”. Con este mapa será posible producir programas locales para minimizar la pérdida de biomasa en áreas de baja resiliencia (como bosques secos) a la vez que se promueven la regeneración y restauración de áreas tropicales húmedas de alta resiliencia.
La recuperación de una selva puede resultar un proceso largo o costoso, pero algunas zonas, como se ve en el mapa, tienen un potencial tremendo. Si tan sólo se protegen de la destrucción industrial, grandes áreas pueden recobrar sus antiguas selvas y compensar nuestras emisiones excesivas de dióxido de carbono.
Autor: IIEH
Fuentes:
Resistencia de la biomasa en bosques neotropicales secundarios
El resurgimiento de los bosques lluviosos tropicales impulsa la captura de carbono