El Protocolo de Montreal, acordado hace 30 años, tenía como principal objetivo proteger la capa de ozono. Un estudio examina los resultados en la capa de ozono sobre la Antártida.
Durante las décadas de los 70s y 80s, una larga serie de estudios comprobó que cierta clase de compuestos químicos industriales estaba dañando la capa de ozono del planeta. El culpable principal era la familia de gases llamados CFCs (clorofluorocarbonos), utilizados como aislantes térmicos en la refrigeración, en propelentes y aerosoles. En una reacción fotoquímica, la luz incide sobre la molécula de CFC y libera un radical cloro muy reactivo y con afinidad al ozono. Dado que la capa estratosférica de ozono captura entre el 97% y 99% de la radiación ultravioleta de alta frecuencia, es absolutamente necesaria para proteger el ADN de un sinnúmero de especies, incluida la nuestra.
Para finales de los 80s, ya se había abierto, en el Polo Sur, un inmenso agujero en la capa de ozono (dado a conocer por Joe Farman en su estudio de 1985, publicado por Nature). Las consecuencias de no tomar medidas contra este problema hubieran sido catastróficas; la NASA estimó un aumento de la temperatura global a corto plazo de un grado celsius, un aumento agudo en cánceres de piel y el desarrollo de poderosas tormentas en el hemisferio norte. La reacción internacional fue clara: en 1987 43 países firmaron el Protocolo de Montreal. Este acuerdo fue rectificado y ratificado en varias ocasiones a lo largo de la siguiente década y, en buena parte, sustituyó el uso de los CFCs por hidroclorofluorocarburos (HCFC), que no dañan la capa de ozono.
El efecto de la firma del protocolo sobre la capa de ozono no había sido fácil de cuantificar hasta ahora. El ozono se genera de manera natural en la estratósfera de manera muy lenta y las condiciones sobre la Antártida cambian año con año. La recuperación ha sido tan lenta que ya parte de la opinión pública creía que todo había sido un fraude. El estudio presente, llevado a cabo por Susan Strahan y Anne Douglass, del Centro de vuelo espacial Goddard, de la NASA, abarca una docena de años de información satelital para ligar, de una vez por todas, la recuperación del ozono atmosférico en la región con la reducción en el uso de CFCs. El análisis de los niveles de cloro al final del invierno, el óxido de nitrógeno y otros gases involucrados en la reacción demostró que el Protocolo de Montreal está funcionando según lo planeado: la cantidad total de cloros está disminuyendo a un ritmo de 0.8% anual. Además, la variabilidad anual del cloro presente fue proporcional a la destrucción de ozono anual, lo que valida la ciencia y los modelos empleados hasta ahora.
Buenas noticias, entonces, pues se espera que la capa de ozono sobre la Antártida se siga recuperando hasta regresar a su estado original en las próximas tres décadas.
Autor: IIEH
Fuentes:
Nuevas mediciones lo confirman: La capa de ozono ha regresado