Cuando fue descubierta por un barco ballenero en 1798, la isla micronesia de Nauru recibió el nombre de Isla Placentera. Sus habitantes eran amistosos, practicaban la pesca y la acuacultura y subsistían a base de una dieta de coco, tubérculos, pescado y el fruto del pandanus. Hoy en día, se trata del país con el peor problema de obesidad en el mundo: 96% de los nauruanos sufren de sobrepeso y 78.5% de obesidad. También es el país con una mayor proporción de diabéticos: 41% de su población está enferma de diabetes tipo 2. Nauru tiene un 90% de desempleo.
Nauru comenzó a resentir la influencia del mundo occidental ya desde mediados del siglo XIX. Debido a su comercio con mercaderes y balleneros, los nauruanos entraron en contacto con las armas de fuego y las bebidas alcohólicas. La proliferación de ambas dio lugar a una guerra civil entre los (antes pacíficos) clanes de Nauru que duraría 10 años y resultaría en la prohibición de alcohol y la muerte de 35% de sus habitantes. A finales del siglo XIX, la isla fue anexada por Alemania y el destino de ese pequeño paraíso quedó escrito cuando se descubrieron enormes depósitos de fosfatos de la más alta calidad, en 1900. El guano, dada su alta concentración de fósforo y nitratos, es un fertilizante muy efectivo y útil en la preparación de la pólvora.
La Compañía de Fosfatos del Pacífico continuó su explotación de los recursos de fosfato en Nauru a pesar de que la isla cambió de manos en varias ocasiones a través de las dos guerras mundiales. Después de ser controlada por Alemania, Australia, Reino Unido y Japón (que realizó una ocupación especialmente brutal de 1942 a 1945), Nauru logró su independencia en 1968. Dos años después se creó la Corporación de Fosfatos de Nauru y, gracias a la explotación masiva de este recurso, el producto interno bruto per cápita de Nauru fue el más alto de todos los países del mundo a principios de la década de los 70s. Por un lado, se anularon los impuestos, se ofrecieron servicios de salud gratuitos y se eliminó el desempleo, para todos los habitantes de la isla. Por otro, se extrajeron 43 millones de toneladas de fosfatos hasta casi agotarlos, en 2006. Los mismos fosfatos que también han contribuido a la eutrofización de zonas en todo el mundo.
Las minas a cielo abierto acabaron con el ecosistema de la parte central de la isla, destruyendo el ambiente y reduciendo la diversidad de la vegetación hasta el punto en que ya no subsiste ni una sola especie nativa de animales terrestres. Aún no hay planes concretos para rehabilitar el centro de la isla. La dieta de los nauruanos sufrió cambios extremos: adoptaron la comida rápida occidental, con una particular predilección por las carnes enlatadas, y ya que casi no se cocina en casa dependen de los restaurantes. La cultura polinesia exalta la gordura como símbolo de riqueza. Con los niveles actuales de desempleo y el reciente estilo de vida sedentario, se ha calculado que el peso promedio del nauruano es de 100 kilogramos, con un índice de masa corporal (IMC) de 35.
No se puede culpar al gobierno de Nauru de una falta absoluta de planificación. En los 80s, cuando quedó claro que los recursos no durarían para siempre, Nauru estableció un fondo nacional en el que se depositó la mayor parte de las ganancias del país por exportación de fosfatos. Durante su mejor época, este fondo contó con más de mil millones de dólares de capital e inversiones en Asia, Australia y Estados Unidos. Después de dos décadas de malos manejos (como el total fracaso del musical Leonardo), corrupción y el mantenimiento de una burocracia excesiva, el fondo está casi vacío y el gobierno de Nauru muy endeudado. De hecho, Nauru recibe ayuda económica de varios países y es una de las diez naciones más amenazadas por las inundaciones que se esperan a causa del cambio climático.
La lista de calamidades en este país insular continúa. Nauru se convirtió en un paraíso fiscal en los años 90s y entró a la lista de países no cooperativos en la lucha global contra el lavado de dinero, acogió a la mafia rusa entre otras actividades cuestionables. Hoy en día, ya agotados por completo los depósitos viables de fosfato, las dos principales fuentes de ingreso de Naoru son la venta de los derechos de la pesca del atún listado en sus aguas a naves extranjeras, que obtienen un promedio de 50 mil toneladas de producto anualmente; y los centros de detención australianos de refugiados ilegales, en condiciones que han sido descritas como crueles y degradantes. Apenas el día de ayer, el parlamento de Nauru fue disuelto y varios ministros dejaron el país, dejándolo al borde de la bancarrota. El futuro no pinta bien para los 10 mil nauruanos de la pequeña isla.
Nauru es un caso extremo, pero más que excepción es un microcosmos acelerado de lo que puede suceder (o está sucediendo) a una escala global: La explotación no sostenible de recursos, la especulación financiera, la destrucción ambiental. Poco antes de su independencia, la ONU dio esta advertencia en un reporte sobre Nauru: "El problema de Nauru presenta una paradoja. Hay un contraste sorprendente entre la feliz situación actual y un futuro alarmante y lleno de incertidumbre… Pero esta imagen de paz, bienestar y seguridad es engañosa. De hecho, es un paraíso falso. Porque este pueblo amable está dominado por el conocimiento de que la feliz situación actual no puede continuar".
Autor: IIEH
Fuentes:
El parlamento de Nauru es disuelto
Campamento asilo de Australia en Nauru es cruel y degradante