La tragedia de los comunes es el agotamiento de un recurso compartido por individuos que actúan de forma independiente y racional, de acuerdo al interés particular de cada uno, sin importar si entienden que agotar el recurso común es contrario a sus intereses a largo plazo.
El dilema
Aunque la idea de la tragedia de los comunes, como dilema social y económico (similar aunque más complejo que el dilema del prisionero), se remonta a los filósofos griegos, no fue claramente definida y utilizada para explicar problemas contemporáneos hasta la publicación del artículo "La tragedia de los comunes" del zoólogo Garret Hardin, en la revista Science, en 1968. El ejemplo central de ese artículo es el de un pastizal de uso común en la Europa medieval: los pastores de la zona comparten un pedazo de tierra (el común) a donde todos tienen el derecho de llevar su ganado. Al principio, el número de animales es reducido pero conforme adquieren nuevas vacas, gracias a sus ganancias, crece la presión sobre el pastizal. El interés principal del grupo (y se puede argüir que también de cada individuo, a largo plazo) es mantener el pastizal en buenas condiciones pero, invariablemente, el bien común es dañado por el sobrepastoreo hasta el punto de su destrucción y la consecuente muerte de todo el ganado. El acceso libre a un recurso conlleva una paradoja: Aunque uno mismo decida cuidar el bien común, esto no garantiza que otros harán lo mismo. Es más, entre más individuos lo cuiden, mayores serán las ganancias de los individuos que lo exploten.
En las palabras de Garret Hardin: "La tragedia de los comunes trata de los problemas de asignación de los recursos. Muchos piensan que el mero hecho de existir te da el derecho sobre tu parte de lo que está alrededor. Ahora, ninguna otra especie de animales opera por este principio y pensar que los seres humanos pueden hacerlo, sin problemas, es una idea muy radical. Los biólogos no creen que sea posible. De hecho, los experimentos en seres humanos demostraron que no es viable. Por ejemplo, cuando tienes una tierra de pastizal común, donde cualquiera puede pastorear su ganado, esto funciona mientras no hay muchas personas. Pero, en cuanto hay muchas personas y, consecuentemente, animales, termina sucediendo que se pondrán demasiados animales en la zona de pastoreo".
La tragedia
Podemos extrapolar la tragedia de los comunes a nivel planetario; el planeta Tierra como bien común de todos los seres humanos, con recursos finitos, no deja de ser un solo ecosistema cuyas piezas están entrelazadas. Todos los seres humanos, por ejemplo, compartimos una atmósfera y una serie de mares y océanos. El bien común en este caso es el aire que respiramos, la vida marina que nos alimenta y el clima. Hace pocos días publicamos una nota de la sobrepesca que actualmente ocurre en varias regiones del mundo: diferentes países compitiendo por recursos pesqueros con enormes flotas de barcos de arrastre, extrayendo millones de toneladas de pescado cada año. El sentido común nos diría que los pescadores son los primeros interesados en cuidar y respetar el mar pero ellos, por razones muy comprensibles, son los primeros culpables de la sobrepesca. El proceso es: "si no sobrepesco yo, alguien más lo hará, y tengo que alimentar a mi familia". Otros casos donde se refleja la tragedia de los comunes globales es en la crisis del agua y en la extinción de un sinnúmero de especies provocada por el ser humano, la llamada extinción masiva del Holoceno.
La tragedia, para nuestra especie, es la imposibilidad de mantener una población como la que existe hoy en día, superior a los 7 mil millones de personas, con un nivel de vida aceptable. Por un lado, las personas y empresas que explotan los recursos naturales o humanos reciben las mayores ganancias. Por otro, gran parte de las acciones que parecen generosas o positivas traen consigo nuevos males o nuevas oportunidades de explotación: por ejemplo, la revolución verde, que acabó con la mayoría de la biodiversidad de especies comestibles y trajo consigo la aparición de nuevas plagas, y la democratización forzosa de ciertos países con el fin de distribuir contratos de explotación petrolera a compañías extranjeras. La tragedia es ésta. Hay dos variables, población o número de consumidores de un recurso y la cantidad de recursos. No existe ningún modelo donde las dos variables se puedan maximizar. Los recursos tienen un límite y están siendo sobreexplotados, la población mundial sigue creciendo a un ritmo impresionante. Es posible pronosticar que, en las próximas décadas, el descontento y el infortunio humanos alcanzarán un punto altísimo.
La solución
Hay dos soluciones temporales al problema del pastizal. La primera, la creación de una administración central que se encargue de imponer límites a la explotación del recurso. La segunda, la división del terreno para que cada individuo se haga cargo de su propia parte. Ambos modelos económicos, comunismo y capitalismo, han demostrado ser incompetentes para resolver la tragedia de los comunes a gran escala y largo plazo. La corrupción siempre acabará empañando, o de plano invalidando, el trabajo de los administradores y el capitalismo depende de un crecimiento económico ilimitado que la Tierra no puede proveer (además de, claro, provocar condiciones muy desiguales en la distribución de las riquezas y la explotación de países y poblaciones enteras a manos de otros países, industrias o corporaciones).
Diferentes autores modernos han presentado diferentes soluciones a la tragedia de los comunes. Desde la combinación de autoridades públicas (internacionales y nacionales) y privadas, para regular la explotación del recurso de forma mixta y premiar a quienes cuidan el recurso, hasta el control de población. Sin embargo, hasta el día de hoy, sigue siendo un problema fundamental de filosofía política y economía que no ha sido resuelto.
En las palabras de Barry Schwartz: "Nos enfrentamos ahora a la tragedia de los comunes globales. Hay una Tierra, una atmósfera, una fuente de agua y seis mil millones de personas compartiéndolas. Deficientemente. Los ricos están sobreconsumiendo y los pobres están impacientes por unírseles". Por cierto, cabe mencionar que el zoólogo y ecólogo Garret Hardin, a pesar de abogar en contra de la sobrepoblación durante toda su vida, tuvo cuatro hijos.
Autor: IIEH
Fuentes:
Tiranía para el hombre de los comunes, por Barry Schwartz
La tragedia de los comunes, por Garret Hardin