El ayuno propicia una vejez más saludable.
Hasta hace relativamente muy poco tiempo, la mayoría de los grupos humanos practicaban el ayuno con regularidad. El ayuno se ha practicado, históricamente, por razones religiosas, políticas, espirituales, ambientales o para mejorar la salud; en la prehistoria, durante el longevo sistema de caza-recolección, nuestros antepasados iban de extensos periodos de alta restricción calórica o ayuno a festines en épocas de bonanza. La evolución humana estuvo marcada por este ciclo de ayunos y festines. Mucho antes, al principio de la vida eucariota, las células implementaron un proceso catabólico conocido como autofagia en respuesta al mismo ciclo de abundancia y escasez o ausencia de nutrientes en el ambiente: La autofagia. La autofagia es, entonces, una adaptación en contra de la inanición: un mecanismo regulado de destrucción de partes dañadas o innecesarias de las células; orgánulos aberrantes y otros componentes celulares son secuestrados, degradados y reciclados, además de mantener niveles de energía óptimos en la célula. El ayuno (en particular después de 24 horas) provoca el proceso de autofagia y la autofagia cubre las necesidades energéticas del cuerpo a la vez que promueve la regeneración celular.
Ahora bien, aunque la autofagia fue identificada como proceso biológico en la década de los 60s, hoy en día su funcionamiento a nivel molecular todavía es poco comprendido. Los estudios sobre autofagia se han multiplicado en los últimos 15 años y sus resultados son sorprendentes: es esencial para la homeostasis; su ausencia promueve la acumulación de células dañadas; la falta de autofagia también es un factor dominante en la aparición de trastornos ligados con la edad, como la osteoatritis; está vinculada con la aparición y progresión de diferentes tipos de cáncer, así como con la supresión de tumores; produce longevidad en ciertos organismos; es esencial para la supervivencia neuronal y en la actualidad se está analizando la eficacia de terapias de ayuno y autofagia para tratar las enfermedades de Parkinson y Alzheimers. Vale la pena aclarar que la autofagia no es la panacea, tan sólo es un proceso biológico regulador más cuyas funciones hemos anulado con la introducción de la cultura occidental de la comida; o sea, nunca pasar hambre y siempre que se come, comer un festín.
Aquí presentamos tan sólo uno de los estudios más recientes sobre la autofagia en mamíferos: A través de una sola mutación inducida en el gen Becn-1 (beclina 1), investigadores de la Universidad del Noroeste, en Chicago, promovieron niveles altos de autofagia en ratones de laboratorio. Los ratones con la mutación en este gen, que tiene una función crítica en la autofagia y la muerte celular, mostraron mayor longevidad que ratones normales, así como un retraso en la degeneración de las funciones renales y cardíacas. “Esto demuestra que aumentar la autofagia es un método efectivo para promover un envejecimiento más sano”, explicó Congcong He, coautor del estudio, “trastornos relacionados con una edad avanzada, como el Alzheimers, reducen el bienestar del paciente, de su familia y de la sociedad entera”. La autofagia en mamíferos, resumiendo, es un proceso que alenta el envejecimiento.
Por lo pronto, la autofagia es uno de los campos de estudio más activo de la biología celular y de la salud humana, como lo atestigua la publicación de Autophagy, revista especializada sobre el tema creada en 2005. El investigador japonés Yoshinori Ohsumi recibió el Premio Nobel de Medicina en 2016 por sus descubrimientos sobre el mecanismo de la autofagia en levaduras durante los 90s.
Autor: IIEH
Fuentes:
Aumentar el reciclaje celular puede convertirse en tratamiento para trastornos de la vejez