Cooperación, competencia y evolución

Guillermo Agudelo Murguía

Desde la naturaleza de la información genética hasta el todavía indescifrable funcionamiento celular, desde las sofisticadas e interdependientes actividades de los procesos fisiológicos, hasta la coordinación en la formación de un organismo, o la complejidad de los ecosistemas, la naturaleza nos habla, fundamentalmente, de cooperación. Nos habla de sistemas biológicos de una enorme complejidad pero, sobre todo, de una gran interacción con el ambiente y una gran capacidad de respuesta, con poco de aleatorio, a las condiciones o agresiones ambientales. Una realidad totalmente opuesta a la visión de las características genéticas rígidamente determinadas y herméticamente aisladas del ambiente, en las que los supuestos cambios aleatorios serían seleccionados por medio de una implacable competencia.

Máximo Sandín

 

Existe la creencia de que la evolución sólo se da con base en la competencia pero cuando la competencia llega al límite, donde ganar implica la propia destrucción y la del ambiente, no queda sino cooperar.
Una visión amplia de la evolución nos indica que primero es cooperar y después competir; es decir, las prioridades están invertidas. Ejemplos sin número existen para demostrar esto: los cardúmenes de peces existen por la cooperación entre los individuos que se unen para sobrevivir al ataque de los predadores. Incluso es tan fuerte este instinto de cooperación que los peces se turnan las posiciones donde están más expuestos o guarnecidos a dichos ataques. Esta es una cooperación inter-especies que se repite en todos los niveles de complejidad de los organismos. Esta tendencia a la cooperación es lo que permitió sobrevivir a los primeros Homo sapiens y, a fin de cuentas, aquellos orgánulos que se agregaron a las células eucariotas o aquellos virus que se incrustaron en el ADN y no solo sobrevivieron sino que fueron los que evolucionaron en una célula.
La cooperación implica que cada elemento del sistema cumpla con una responsabilidad global. Esta responsabilidad es una propiedad ontológica en todos los seres de la naturaleza, exceptuando al ser humano quien la ha perdido y no tiene interés en reaprenderla y reflexionarla.
La cooperación inter-especies en los ecosistemas es indispensable para la sobrevivencia de los ecosistemas. Hemos podido observar en varios ecosistemas en peligro de extinción, como la interrelación de las especies constituyen una cooperación que aparenta ser competencia. Como ejemplo: el parque Serengueti es un ecosistema que aunque muy degradado permite observar lo anterior; en las áreas en las cuales el equilibrio entre presas y depredadores se mantiene se puede observar cómo los carnívoros grandes como el león matan a las presas grandes como el ñu o la cebra. Cuando todavía están comiendo empiezan a llegar predadores y carroñeros de otras especies que aparentemente quieren competir con el león por la comida. Pero en realidad lo que aparenta ser una competencia es solo el instinto de alimentarse que los hace apresurar su turno para comer, pues los leones hacen la tarea pesada, descuartizan y comen los grandes trozos de carne. Después otros predadores o carroñeros como los buitres comen las entrañas y dejan tendones y cartílagos para hienas o chacales. Después los insectos se encargan de terminar la limpieza para que el equilibrio del ecosistema se sostenga limpio y con un mínimo de especies dañinas. Esto fácilmente se puede comprobar en los lugares donde hay una escasez de predadores. Hemos podido observar una cebra muerta por un auto, escoltada por una bandada de buitres que no podían comer por no estar rota la piel y estaban esperando que se descompusiera la carne para poderlo hacer. En ese lugar el olor era insoportable y había una gran cantidad de moscas y otros insectos que mientras esperaban los acontecimientos no dejaban de atacar a otros animales incluyendo los observadores humanos.
Esta cooperación intra-especies se da también entre vegetales y animales. En las selvas húmedas del bajo Nepal hemos podido observar la diferencia que hace el paso de un vehículo motorizado con respecto al paso de un elefante o un rinoceronte en los altos pastizales de su hábitat. Es sorprendente ver cómo la pisada de estos grandes animales en vez de dañar el terreno lo benefician al hundir sus patas en el cieno y producir una oxigenación en éste, lo que mantiene los pastizales en muy buen estado. Y una vez que el animal pasa el pastizal se vuelve a cerrar y no se daña en lo absoluto. Pero cuando un vehículo automotor sustituye al elefante, la superficie de rodamiento se deteriora, se endurece y pierde agua. Los pastos se rompen y el ecosistema se daña gravemente.
Desgraciadamente no supimos aprovechar este principio de cooperación, que se observa en los ecosistemas y mucho menos integrarnos a ellos. En varios viajes de estudio hemos observado que todos los ecosistemas están en un grado irreversible de daño:

  • Las Islas Galápagos están en crisis, debido no sólo a los asentamientos humanos, sino a la pesca inmoderada, la introducción de especies ajenas como los cerdos, los incendios provocados, la rapiña de carne de tortuga por varios siglos etc..
  • Las selvas húmedas de Nepal y la India prácticamente están extintas a causa de la desaparición de los tigres, rinocerontes y la muy próxima de los elefantes, así como por presión poblacional.
  • En la Amazonia la ambición de adquirir tierras lleva no solo a la quema de los bosques con la subsecuente desaparición de especies, sino que llega al franco asesinato de poblados enteros. En 1997 visitamos un poblado de la etnia Ticuna que ya sólo existía como curiosidad turística. Un año después en un pequeño y frío reportaje se daba cuenta de cómo, por quitarles sus tierras, todos los habitantes de ese poblado habían sido asesinados.
  • El Archipiélago Svalbard en el Polo Norte, un ecosistema que tuvo una gran biodiversidad, ha perdido más del cincuenta por ciento de ésta y ha sido convertido en un sistema para el ecoturismo. Es deprimente observar los pocos individuos de especies una vez abundantes que intentan sobrevivir en un ambiente destrozado por la excesiva caza de ballenas, morsas, zorros y osos polares entre otros.
  • En México un país que tenía una de las más grandes biodiversidades del planeta, se pueden contar por decenas los ecosistemas que han sido destrozados. Solo algún privilegiado podrá decir que ha visto un jaguar en la tierra del jaguar, un faisán en la tierra del faisán, un oso negro donde se supone que abundaron, etc..

Podríamos seguir llenando páginas con sólo enumerar los ecosistemas que están en daño irreversible. Nosotros pensamos que la evolución se ha dado por lo que el Dr. Sandín llama integración de sistemas complejos, mecanismo que sólo se da con base en la cooperación.
Esto no quiere decir que neguemos la competencia, pero ésta erróneamente ha sido considerada como el puntal de la evolución, este distorsionado punto de vista ha sido fuertemente promovido por el darwinismo.
En lo social el ser humano ha ido dando predominio a la competencia cada vez más, debido a la ambición por los recursos de planeta y el poder. Pero, ¿qué no es la cooperación el que dos o más individuos se unan para superar un obstáculo, como competir contra otro grupo o "equipo"? Tal vez en la Florencia medieval los florentinos luchaban barrio contra barrio pero frente a la invasión de otro estado cooperaban y, antes de pelear barrio contra barrio, cooperaron para formar sus barrios. La creencia de quien no sabe mucho sobre biología, observando las estructuras sociales piensa que siempre ha sido así: Sólo tras grandes catástrofes se llega a un grado máximo de cooperación.
La cooperación relacionada con los principios constructivos debe existir antes que la competencia que en realidad se relaciona con los principios destructivos, ya que requiere un gran gasto de energía del sistema mismo a diferencia de la cooperación que toma energía del medio ambiente. (Considerando que el medio ambiente de cualquier organismo está formado por todo lo externo a él)
En Latinoamérica tenemos un problema ambiental sumamente complejo por las siguientes circunstancias:

  • Existe un gran porcentaje de la población que es ignorante de este tema y no hay un plan educativo que fomente, en el grueso de la población, una verdadera cultura ecológica.
  • La palabra “ecología” se ha politizado, por lo que ha perdido su significado científico.
  • Al igual que en todo el mundo, el uso equivocado de la tecnología engendra nuevos problemas. Por su influencia destructora sobre el medio ambiente natural, así como por la provocación de desequilibrios entre los pueblos. Puesto que estos nuevos problemas amenazan la supervivencia de la humanidad aún más gravemente que las armas nucleares consideramos que es el problema capital de nuestra época.
  • El manejo del medio ambiente está supeditado a los beneficios económicos que debe obtener la “inversión extranjera” que bien podría llamarse la “invasión extranjera”.

En los países en “vías de desarrollo” la revolución industrial se muestra en toda su crudeza como chimeneas de fábricas, albañales a cielo abierto, ciudades sucias, etc., pero en Europa y Estados Unidos han sido sustituidos “por las amenazas intangibles pero mucho más angustiosas de la química de síntesis, la energía nuclear o incluso las manipulaciones genéticas”, como dice François Guéry: “ya no es bajo la mirada complaciente del hombre industrial, espectador por vocación como se muestra en lo sucesivo la ‘fealdad’ del mundo. Al contrario se pone a cubierto lejos de las miradas: en las alturas, en sus fondos submarinos, en la estratosfera, en células ínfimas de tejidos animales, en los ciclos de larga duración, en los santuarios naturales vírgenes… Allí, solo la mirada tecnológica puede explorar la fealdad: por medio de instrumentos de buceo submarino, microscopios, muestreos, extrapolaciones decenales, satélites... Lo peculiar de la contaminación moderna es que resulta inaccesible para el profano.” (THEYS 1996)(NOTA 1)
En los países del tercer mundo, el sentimiento hacia la naturaleza se está perdiendo a grandes pasos y se está creando una “correlación antagónica debido a la expansión de una civilización cada vez más urbana, artificial.” (MORIN, 1996).(NOTA 2)

Nuestra visión

Vamos a presentar la solución que creemos es la que se impondrá tarde o temprano. Y hacemos esto para ya no seguir el juego del engaño, aun sabiendo que seremos ignorados y denostados por científicos, economistas, políticos, ecologistas, creacionistas y demás.
Independientemente que se han presentado propuestas que sabemos utópicas incluyendo las nuestras, el verdadero sentir es que lo único que logrará una necesaria metamorfosis de la humanidad es que la naturaleza entre en juego.
Todos los fenómenos naturales están regidos por leyes que los autores de las ciencias emergentes llaman leyes de poder. Una de estas leyes, que rige fenómenos con eventos de todos los tamaños, como los sismos terrestres, la actividad volcánica, los sismos en las estrellas, el aparente mal funcionamiento de los pulsares y los estallidos solares, etc. es la llamada ley Gutemberg-Richter, descubierta mucho antes de que alguien pensara que el paisaje se autoorganiza, resume todo acerca de los fenómenos que se autoorganizan en el estado crítico.
En el caso de los sismos, la distribución de sus magnitudes es una “ley de poder” que alcanza desde las más pequeñas medidas de un movimiento cuyo tamaño puede ser desde el producido por el paso de un camión, hasta los más grandes y devastadores terremotos que pueden matar cientos de miles de personas. No se puede imaginar una teoría sísmica que no implique la ley Gutenberg-Richter.
Ésta es una ley estadística que compara cuántos sismos de diferentes grados se producen. No indica nada acerca de un sismo específico. Es una ley empírica, inseparable de las medidas directas. Esta ley indica que la frecuencia de los sismos es inversamente proporcional a sus magnitudes. Esto tomando en cuenta la corteza terrestre en su totalidad. Desafortunadamente, no es posible revisar por observaciones geológicas si se han producido sismos de, digamos, magnitud 10 en los últimos 10,000 años.
Debido a esto nosotros nos inclinamos a pensar como Bill McGuire, quien en su libro A Guide to the End of the World (MCGUIRE 2002)(NOTA 3) señala los peligros a los que se enfrenta la Tierra en su futuro y nos dice que a pesar de no ser enteramente inmunes a los desastres, la gran mayoría de ciudadanos que tienen la fortuna de vivir en la próspera Europa, Norteamérica u Oceanía ven las grandes catástrofes naturales como eventos efímeros que ocurren en extrañas tierras, lejos, muy lejos, ligeramente interesantes pero que pocas veces afectan la existencia diaria dentro de la cual un asesinato en un lugar público o el triunfo del equipo local de fútbol resulta mucho más interesante que la muerte de 50,000 gentes en un deslizamiento de fango en Venezuela.
La naturaleza trabaja y como vimos en el caso de los sismos, muchos tipos de fenómenos en un tiempo indefinido nos amenazan. Entre los principales se encuentran los sismos, los tornados, los tsunamis, las erupciones volcánicas, el efecto invernadero, los grandes huracanes, impactos de cometas y meteoritos, grandes deslizamientos de terreno, etc.
El ser humano ha logrado intervenir en la evolución biológica mas no así en la evolución cósmica. Ciertamente la vida en sí es una de las principales fuerzas geológicas, que en el ser humano ha incrementado su influencia exponencialmente, desgraciadamente no para mejorar la biosfera, sino para destruirla. Muchos de las actividades humanas tienen consecuencias dañinas que han producido una aceleración de los fenómenos naturales que siguiendo leyes de poder producen eventos catastróficos que liberan grandes cantidades de energía, pero al llevarse a cabo en cortos periodos de tiempo, no permiten que la información que conllevan materia y energía pueda integrarse en nuevos sistemas más complejos, es decir se impide la cooperación.
Vivimos en el planeta que parece ser el más activo del sistema solar, debemos considerar que la vida existe y prospera gracias a los accidentes geológicos
Vivimos en un planeta que puede ser visto como un ecosistema extremadamente frágil donde las interacciones entre la materia viva y la inerte aunque tenues y lentas son inevitables. Con nuestros actos estamos produciendo efectos que a su vez son causa de otros efectos mayores.
A pesar de todo no somos negativos, la supervivencia del ser humano está garantizada por un buen tiempo, pues aunque seamos víctimas de cualquiera de los fenómenos citados y aun cuando estos fenómenos sean de grandes magnitudes el hecho de habernos reproducido sin medida hará que aun cuando desaparezcan miles de millones de seres humanos nuestra especie sobrevivirá. Y quizá en esa cúspide de lo destructivo emerja un nuevo paradigma ligado a una conciencia más compleja, a una conciencia donde la cooperación sea más importante que la competencia.

(NOTA 1) MCGUIRE, Bill, A Guide the End of the World, Oxford University Press, New York, 2002
(al texto)
(NOTA 2) MORIN, Edgar. “Por un pensamiento ecologizado” en La Tierra ultrajada: los expertos son formales, THEYS, Jacques y Bernard Kalaora compiladores, Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1996.
(al texto)
(NOTA 3) THEYS, Jacques y Bernard Kalaora, “Cuando la ciencia inventa de nuevo el medio ambiente” en La Tierra ultrajada: los expertos son formales, THEYS, Jacques y Bernard Kalaora compiladores, Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1996.
(al texto)
Se puede consultar un resumen del libro El principio de cooperación, de Mauricio Adballa.

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