Una de las extinciones masivas más estudiadas es la del Cretácico-Terciario, popular porque aceleró o causó de forma directa la desaparición del clado de los dinosaurios (excepto sus especies aviares) hace alrededor de 65 millones de años. Descubrimientos en los últimos 40 años confirman el carácter cataclísmico de este evento o serie de eventos. En particular, el hallazgo del cráter de Chicxulub en la península de Yucatán, corroboró la hipótesis de impacto como razón principal, pues el asteroide habría medido al menos 10 kilómetros de diámetro, quizá mucho más.
Durante varios años las investigaciones de este suceso giraron alrededor de la inmensa destrucción provocada en el planeta: megatsunamis de kilómetros de alto, graves alteraciones climáticas y la extinción de la mitad de los géneros biológicos. Pero hace unos años se comenzó a examinar la otra cara de la moneda: ¿cuáles fueron los efectos de esta colisión fuera de nuestro planeta?
En el 2011, un equipo de científicos encabezado por Mauricio Reyes Ruiz, de la Universidad Nacional Autónoma de México, realizó una serie de simulaciones que replican la trayectoria del impacto inicial, así como de miles de eyecciones que fueron proyectadas fuera de la órbita de la Tierra. Se limitaron a considerar 10 mil fragmentos de roca y partículas de agua y tierra que seguramente contenían diferentes formas de vida. Los resultados, después de varias simulaciones a diferentes velocidades con una amplitud de 30 mil años, fueron sorprendentes. Aunque, como se esperaba, encontraron que cierta cantidad de partículas llegaría hasta la Luna, Venus y Marte, notaron que a velocidades mayores de eyección un número incluso mayor alcanzaría Júpiter.
En abril salió a la luz un estudio que describe varios modelos para calcular la probabilidad de transferencia de organismos biológicos entre planetas. Tetsuya Hara y sus colaboradores, de la Universidad Kioto Sangyo, se plantearon la posibilidad de que las eyecciones causadas por el impacto del asteroide hayan llegado a lunas de Saturno y Júpiter o hasta otros sistemas solares con cuerpos planetarios. Concluyeron que es alta la posibilidad de que lugares no tan hostiles a la vida, como Ceres y Europa, hayan recibido partículas que contenían organismos vivos. Incluso aventuran que, tal vez, se hayan adaptado y multiplicado allí. La probabilidad de que hayan alcanzado otros sistemas estelares, dicen, no es baja.
En la Tierra existen microorganismos llamados extremófilos, muy resistentes en condiciones que normalmente acaban con la vida, como el calor, el frío o la radiación; ciertos protozoarios y bacterias pueden entrar en fases de enquistamiento, esporas en animación suspendida que las hace muy durables, algunas en el orden de millones de años. Además, partículas pequeñas podrían incrustarse en un cometa u otros cuerpos menores y así extender su supervivencia. En pocas palabras, el cataclismo que aniquiló a los dinosaurios pudo haber diseminado la vida a otros mundos. De acuerdo a la hipótesis de la panspermia, con semillas similares comenzó la vida en nuestro planeta. Aunque, claro, sigue sin resolverse la gran pregunta: ¿cómo comenzó la vida en primer lugar?
Autor: IIEH
Fuentes:
Transferencia de meteoritos que transportan vida de la Tierra a otros planetas
La dinámica de eyecciones que escapan de la Tierra y su probabilidad de colisión con diferentes cuerpos del sistema solar