La paradoja de Fermi

Campo ultraprofundo del Hubble, imagen compuesta de una región pequeña del espacio, al suroeste de Orión

El satélite Kepler ha cumplido su misión con creces: ha detectado planetas análogos a la Tierra, en órbita alrededor de estrellas similares a nuestro Sol en un rango habitable. Aun así, hasta ahora, el resto del Universo parece no tener vida.

Gracias a los datos de esta sonda de la NASA se ha estimado que existen “al menos 17 mil millones de exoplanetas del tamaño de la Tierra en la Vía Láctea”. La probabilidad de que se haya desarrollado vida inteligente fuera de nuestro planeta, y detectable para nuestros instrumentos, parecería alta. Hasta hoy y a pesar de varias décadas de búsqueda, ¿por qué no hemos descubierto señales de ella? A esta contradicción se le llama la paradoja de Fermi, a partir de una conversación informal entre el físico italiano Enrique Fermi con otros científicos en 1950. La ecuación de Drake, formulada para estimar el número de civilizaciones en nuestra galaxia, tuvo una solución inicial de 10 civilizaciones detectables.

Se ha calculado que existen alrededor de 20 mil millones de estrellas similares al Sol en la Vía Láctea y se ha sugerido que una quinta parte tendría planetas en un rango habitable similar al de la Tierra. Si tan sólo un 1% de estos planetas tuviera vida, habría un millón de planetas con vida en nuestra galaxia. Nuestro planeta tiene una edad de 4.5 mil millones de años pero la Vía Láctea se originó hace 13.2 mil millones. Esa gran discrepancia exacerba el dilema: ¿No es suficiente tiempo para que una o varias especies inteligentes se dispersen a lo largo de la galaxia? No es impensable que algún día nuestra tecnología alcance el punto en que sea posible desarrollar naves generacionales capaces de viajar distancias interestelares a velocidades mucho menores que la de la luz, digamos a lo largo de mil años. A ese ritmo, la humanidad se dispersaría en toda la galaxia en un mínimo de dos millones de años. Dos millones de años.

Los primeros proyectos SETI (Búsqueda de inteligencia extraterrestre) fueron establecidos por la NASA en la década de los 70; algunos (como en el caso de @SETI) han incorporado millones de computadoras para procesar la información que reciben radiotelescopios como el de Arecibo. A la fecha, no se ha confirmado ninguna señal voluntaria de origen extraterrestre. Nada. Hay un sinnúmero de explicaciones posibles para esta, hasta ahora, ausencia absoluta de señales: La interferencia (el universo está lleno de ruidos en todos los espectros); lo minúsculo de la región que hemos examinado; el estado relativamente rudimentario de nuestra tecnología; la cortísima extensión de tiempo que hemos estamos escuchando; tal vez subestimamos la diversidad de tipos de vida inteligente y no comprendemos otras formas de comunicación.

Caricatura sobre la búsqueda de vida inteligente. Randall Munroe (xkcd.com)

Una de las soluciones a la paradoja de Fermi más sugestivas es la de los grandes filtros. Para que surja la vida y se desarrolle una especie inteligente que trascienda las barreras de distancia hasta un nivel galáctico es necesario recorrer un camino de obstáculos casi insalvables. O sea, cruzar (sobrevivir) una serie de parteaguas para acceder al siguiente rango de complejidad y expansión. El primer gran filtro es el surgimiento de la vida misma, de seres unicelulares simples, proceso que todavía es un misterio para la ciencia. Se cree que es forzoso estar en un sistema estelar apropiado, a la distancia correcta de su sol, en un planeta con una composición química establecida y una abundancia de moléculas orgánica que den lugar a moléculas de ARN. El segundo gran filtro sería la necesidad de complejificación a arqueas y eucariotes. Luego, la capacidad de reproducirse sexualmente como seres pluricelulares. El cuarto gran filtro es acceder al rango de animales que poseen un sistema nervioso central, un cerebro, y hacen uso de herramientas. El siguiente filtro, que todavía no cruzamos, es la explosión colonizadora fuera de nuestro planeta y sistema estelar de origen.

La hipótesis de los grandes filtros, entonces, da por hecho que el Universo está lleno de vida pero que la inmensa mayoría (¿todas?) de las especies es destruida o se destruye a sí misma antes de obtener la habilidad de dejar huella a nivel galáctico. Esto representa para el ser humano, a la vez, una amenaza de extinción y un futuro prometedor. Porque por lo menos uno de los grandes filtros debe ser extraordinariamente difícil de cruzar, una barrera que según parece ninguna especie ha cruzado en la historia de nuestra galaxia. Si se trata de uno de los filtros que ya pasamos, todo pinta bien. Si es un filtro frente a nosotros, estamos más cerca del final de nuestra especie que del comienzo.

Sea como fuere, la cantidad de variables (y la escasez de nuestra información) reducen esta paradoja a tema de conversación filosófica sin respuesta real basada en las matemáticas. A fin de cuentas, también es probable que la vida inteligente en el Universo se esté desarrollando de forma paralela y aún está muy lejos la posibilidad del contacto. Las formas de vida compleja requieren de elementos pesados que sólo se producen dentro de estrellas de segunda y tercera generación (como lo es el Sol). O, tal vez, posibilidad que sacia muchos egos, estamos solos o somos los primeros.

Autor: IIEH

Fuentes:

La virulencia como modelo de colonización interplanetaria e interestelar

La paradoja de Fermi, ¿dónde están los extraterrestres?

La paradoja de Fermi

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