A pesar de todos sus avances, la ciencia todavía está lejos de replicar los organismos vivos más simples y algunos de sus procesos básicos, como la fotosíntesis. Por lo pronto, es posible hacer simulaciones, emular parcialmente o aceptar una eficacia muy reducida. En busca de una mayor comprensión de los procesos naturales, que con mucho exceden sus propios resultados, los investigadores comienzan a hacer uso de la integración de componentes biológicos con materiales o productos artificiales. La biotecnología mezcla tecnología con fragmentos de vida para hacer algo nuevo.
El caso más reciente: la construcción de una medusa artificial, que bien puede entenderse como criatura sintética o bien como una hoja de polidimetilsilosano (un polímero) que reacciona tras recibir impulsos eléctricos. Kit Parker, biofísico de la Universidad de Harvard, dirigió el trabajo, que fue publicado en Nature Biotechnology. Un grupo de bioingenieros empleó silicona con células musculares del corazón de una rata, los combinaron, los laminaron, les dieron una forma vagamente similar a una medusa y lo llamaron medusoide. El último paso fue colocarlo en un campo eléctrico. Las imágenes lo muestran nadando, palpitando, casi un juguete de acuario. Habrá quienes critiquen a los científicos de jugar a Dios, y aunque en su elaboración domina la nota lúdica, el medusoide es un producto de la curiosidad humana y tiene aplicaciones médicas.
El laboratorio de Kit Parker se especializa en crear modelos artificiales de tejidos cardíacos humanos para regenerar órganos y probar nuevos medicamentos. El medusoide es su forma de comprehender y poner en funcionamiento las leyes fundamentales de las bombas musculares. Un mecanismo de la ingeniería inversa: entender un proceso de la naturaleza y comprobar que se han identificado sus principios realizando una construcción basada en ellos. La estructura (o criatura, como se quiera) puede nadar como una medusa y con su nado recrea las micro-corrientes de agua que envían las partículas alimentarias hacia la boca de la medusa. “Creo que es increíble”, dijo Joseph Vacanti, ingeniero de tejidos en el Hospital General de Boston, “es una demonstración poderosa de la ingeniería de sistemas quiméricos entre componentes vivos y no vivos”.
El medusoide es el sistema quimérico más reciente pero hay muchos más, incluso se puede alegar que es la tendencia en varias ciencias y tecnologías emergentes. Biólogos moleculares, por ejemplo, están fabricando nanopartículas a partir de la combinación entre moléculas biológicas y metales como el oro y el hierro. En el futuro, quizá debamos redefinir algunos conceptos. Como bromea Kit Parker: “morfológicamente, hemos construido una medusa. Funcionalmente, hemos construido una medusa. Genéticamente, esa cosa es una rata”. Hela aquí, esta cosa, el video del medusoide en acción. Iría de la mano con casi cualquier cita de la novela Frankenstein, de Mary Shelley: invoca la maravilla de construir algo nuevo y funcional, nos trae a la mente los límites de lo vivo, la brecha entre vida cotidiana y la ciencia (el pueblo y el castillo), así como también los trinches y las antorchas de la turba enfurecida, que quiere envolverlo todo en fuego.
Autor: IIEH
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