AMBIENTE. La tala seca a bosques

La tala seca a bosques

Por Jim Robbins

The New York Times, Reforma, México, 7 octubre 2015

Gran parte de Brasil está sumida en una de las peores sequías de su historia. Enormes embalses están totalmente secos y el agua ha sido racionada en Sao Paulo, ciudad de 20 millones de habitantes, en Río de Janeiro, y en muchos lugares más.

La sequía usualmente es considerada un desastre natural más allá del control humano. Pero a medida que los investigadores analizan más a fondo el cambiante bioclima de la Tierra -la compleja interacción global entre los organismos vivientes y las fuerzas climáticas- valoran más el papel crucial que juega la deforestación.

Talar los bosques libera el dióxido de carbono almacenado, lo que atrapa el calor y contribuye al calentamiento atmosférico. Pero los bosques también influyen en el clima en otras formas, al absorber más energía solar que las praderas, por ejemplo, o al liberar enormes cantidades de vapor de agua. Muchos expertos creen que la deforestación actualmente ocurre a una escala tan grande, sobre todo en Sudamérica, que ya ha alterado de manera significativa el clima del mundo.

"Mucha gente se está apresurando para hacer observaciones en la Amazonia este año, con la esperada llegada de El Niño en grande", dijo Abigail L.S. Swann, climatóloga que estudia el efecto ecológico del clima en la Universidad de Washington. "Se prevé que provoque una sequía significativa en la Amazonia, lo que cambiará cuánta agua tendrán disponible los árboles".

Desde hace mucho tiempo, los humanos se han asentado en lugares donde hay una precipitación adecuada y predecible, y los bosques desempeñan un papel crucial en generar cantidades confiables de lluvia. Los árboles absorben humedad del suelo y la transpiran.

Un árbol completamente crecido libera mil litros de vapor de agua al día en la atmósfera: toda la selva amazónica emite hasta 20 mil millones de toneladas al día.

El vapor de agua crea nubes, que contienen gases volátiles emitidos por los árboles de manera natural, para formar lluvia. Estos bancos de nubes ricos en agua viajan largas distancias impulsados por el viento, una cinta transportadora para la entrega de precipitación que los científicos llaman ríos voladores.

El río aéreo sobre la Amazonia lleva más agua que el mismo Río Amazonas. Comienza como humedad que se acumula arriba del Océano Atlántico, y luego fluye hacia el oeste por encima del dosel esmeralda de la Amazonia, donde recoge mucha humedad más. Las nubes cargadas finalmente topan con los Andes y son dirigidas hacia el sur y luego al este, lo que significa lluvia para Bolivia y Brasil.

Una manera en que los bosques podrían mover el agua se conoce como "bombeo biótico". Al transpirar el agua hacia la atmósfera arriba del bosque, sostiene la teoría, crea un sistema de baja presión que succiona el aire que lo rodea y que termina por bombear continuamente humedad tierra adentro desde el océano.

Talar los bosques degrada estos sistemas de baja presión. Así, se cree que la deforestación a gran escala contribuye de forma importante a la sequía extrema de Brasil.

Cada vez más científicos advierten que la deforestación a gran escala podría estar alejando ya la precipitación de lugares acostumbrados durante mucho tiempo a ésta.

El 20 por ciento de la selva amazónica ya ha desaparecido y un porcentaje casi igual se ha degradado. Un estudio, de la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey, sugirió que deforestar la Amazonia podría contribuir a sequías en lugares tan lejanos como California.

Antonio Donato Nobre, climatólogo veterano en el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil, advirtió que si tan sólo el 40 por ciento de la región amazónica es deforestado, podría darse la aparición a gran escala de praderas, lo que podría alterar sustancialmente los patrones globales del clima "y causar un colapso del sistema climático actual". Si la deforestación continúa, ha dicho, es muy probable que Sao Paulo "se seque".

En el sentido más amplio, dicen científicos, los bosques representan una especie de infraestructura ecológica que ayuda a mantener condiciones de vida cómodas en el planeta, ya sea al absorber y retener el dióxido de carbono, limpiar el agua a través de sus raíces o regular el clima.

Nobre y otros expertos en clima instan a un alto inmediato a la deforestación, así como a la siembra a gran escala de nuevos bosques, como una forma de lograr que la Amazonia recupere la salud plena y de estabilizar su papel crucial en el clima.

Algunas personas no quieren esperar más investigación y confían en modificar los climas locales con bosques nuevos. El Obispo Fredrick Shoo, de la Iglesia Luterana Evangélica en Tanzania, tiene 12 años plantando árboles con 100 mil de sus feligreses en áreas desde donde los vientos soplan hacia el Kilimanjaro, con la esperanza de enfriar las corrientes cálidas y secas que derriten los glaciares de la montaña. Calcula que han sembrado 3.7 millones de árboles.

"Tenemos una obligación moral de cuidar la creación y asegurarnos de que las generaciones venideras tengan un buen lugar para vivir", dijo.

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