Un estudio analítico publicado el mes pasado en la revista BioEssays concluyó que los microbios que habitan en nuestro aparato digestivo influyen, entre otras cosas, nuestras costumbres alimentarias.
El estudio fue dirigido por Carlo C. Maley, de la Universidad de California en San Francisco, y analizó 120 estudios sobre el microbioma publicados en los últimos 10 años. ¿Sus conclusiones? Los microorganismos que componen nuestro microbioma inducen cambios fisiológicos que influyen nuestro comportamiento, nuestro estado de ánimo y nuestros antojos. Nuestros microorganismos se encuentran bajo presión evolutiva para manipularnos a comer los alimentos que, a su vez, les proveerán de combustible para aumentar sus poblaciones. Las especies o cepas más exitosas imponen costumbres dietéticas.
Diferentes especies de bacterias tienen diferentes requerimientos de nutrientes: algunas prefieren grasas, otras carbohidratos simples, otras almidones, etc. Incluso existe una bacteria del microbioma humano especializada en consumir algas, común en personas de Japón. Para que el anfitrión (nosotros) consuma su combustible favorito, las diferentes bacterias hacen uso de varios mecanismos (enviando información a través del nervio vago) para influir nuestras decisiones alimentarias, recompensarlas o penalizarlas. El tracto gastrointestinal está vinculado al sistema inmune, el sistema endocrino y el sistema nervioso, y las bacterias hacen uso de esto para mandar señales al cerebro. “Hay una multitud de intereses representados en el microbioma”, dice Maley, “algunos alineados con nuestros propios objetivos dietéticos pero otros no”.
Por un lado, entonces, las diferentes especies (y quizás cepas) de bacterias compiten entre sí para conseguir los nutrientes que necesitan y sobrevivir o incluso multiplicarse. Por el otro, nosotros podemos influir de manera positiva o negativa en la composición de nuestro microbioma. Los cambios inducidos en el microbioma son, a grandes rasgos, de cuatro tipos, y pueden modificar su estructura profunda en 24 horas:
- Antibióticos. Agentes bactericidas que, si bien han salvado millones de vidas, también destruyen bacterias benéficas. Al provocar la pérdida de diversidad en el microbioma (que propicia la proliferación de patógenos como Helicobacter pylori y Clostridium difficile), pueden conducir a una serie de trastornos intestinales.
- Prebióticos. Los prebióticos son alimentos promotores de vida, no los puede digerir nuestro aparato digestivo de forma directa pero nutren a las bacterias benéficas, además de cumplir con otras funciones. Aunque todavía no están bien clasificados, algunos prebióticos son las fibras vegetales solubles (procedentes de tubérculos y raíces crudos), los almidones resistentes (de papas y plátanos verdes) y la goma arábiga (añadida a alimentos para darles textura.
- Probióticos. Los probióticos son alimentos o suplementos con microorganismos vivos. El ejemplo clásico es el yogurt. Se ha comprobado que cuando son consumidos en sus variedades, cantidades y cepas adecuadas producen beneficios a la salud. Se han clasificado varias docenas de cepas benéficas y en la actualidad se están secuenciando sus genomas. Su presencia en el microbioma tiene efectos reguladores en las poblaciones de patógenos, reduce el riesgo de desarrollar cáncer de colon y nos permite digerir alimentos que de otra forma nos causarían malestares estomacales y diarrea. Dos ejemplos de microorganismos benéficos son Lactobacillus reuteri y Bifidobacterium longum.
- Cambios dietéticos. Varios estudios demuestran que la composición corporal, nuestro porcentaje de de tejidos de diferentes tipos, está vinculada con nuestro microbioma. Es más, los conflictos evolutivos en el microbioma pueden estar jugando un papel importante en la epidemia actual de obesidad. En un estudio, ratones genéticamente predispuestos a la obesidad permanecieron delgados al ser criados en un ambiente estéril, sin microbioma. Cambios drásticos en nuestros alimentos (por ejemplo de un vegetarianismo estricto a comida rápida o viceversa) traen consigo días de malestares profundos y un nuevo microbioma.
- Trasplantes fecales. También conocida como bacterioterapia fecal, esta técnica restaura la flora del colon y cada vez se emplea con mayor frecuencia para tratar varios trastornos gastrointestinales. Su potencial es inmenso, se cree que su rango terapéutico puede ser ampliado a enfermedades del sistema inmunitario, obesidad, diabetes, esclerosis múltiple y otras. Claro, también existe la otra cara de la moneda: hay evidencia de que en algunos casos se han trasferido también enfermedades o la disposición de contraer enfermedades. Por ejemplo, se publicó un estudio sobre efectos carcinogenéticos que provocaron cáncer de colon a poblaciones de ratones después de trasplantes fecales.
Una prueba anecdótica apoya las conclusiones del estudio sobre la influencia que ejerce sobre nosotros nuestro microbioma: los gustos adquiridos. Algunos de ellos requieren de varias ingestas no completamente satisfactorias para alcanzar el punto de satisfacción que las caracteriza: los quesos azules, las anchoas, el huitlacoche, el nattō (frijoles de soya fermentados), el huevo centenario, etc. Se trata de ejemplos de alimentos fermentados, con poblaciones bacterianas muy abundantes, que no resultan placenteros para personas que carecen de los microorganismos correspondientes.
Las bacterias que viven en nuestro aparato digestivo, entonces, tienen la habilidad de alterar los receptores del gusto, producen toxinas que nos hacen sentir mal y moléculas que nos hacen sentir bien. Así han evolucionado. En un estudio se vio que una cepa incrementa comportamientos relacionados con la ansiedad. Otro estudio clínico encontró que consumir un probiótico con Lactobacillus casei produjo una mejora en el estado de ánimo del sujeto. Un estudio más, este en ratones, realizó implantes fecales de ratones obesos a ratones delgados que, en efecto, engordaron al poco tiempo.
Por supuesto, el microbioma no es el único factor en nuestros apetitos, también debemos tomar en cuenta nuestros requerimientos de macronutrientes, nuestro consumo energético diario, la composición de nuestro cuerpo y las prácticas culturales (tanto locales como globales). Una implicación intrigante, sospechan los autores del estudio, es que las preferencias alimentarias pueden incluso ser contagiosas.
Autor: IIEH
Fuentes:
¿El microbioma gastrointestinal manipula nuestros hábitos alimentarios?
El microbioma modula cancerogénesis en el colon
¿Las bacterias intestinales controlan nuestras mentes?
Trasplante de microbios le ayuda a los ratones a perder peso