Hace decenas de miles de años, existían en el mundo varias especies diferentes de humanos.
En lo que va de este siglo, se han descubierto restos fósiles de importancia extraordinaria para el estudio de la evolución humana reciente. Estos hallazgos, sumados al avance de la genómica, han cambiado el retrato familiar de nuestra especie para siempre. En 2003, en la isla indonesia de Flores, se encontraron los restos fósiles de H. floresiensis. En 2008, se encontró el famoso fragmento del dedo de una niña en una cueva de Denísova, cuyo análisis genético definió una nueva especie: H. denisoviensis.
El Homo sapiens se estableció como el primer humano anatómicamente moderno hace 200 mil años. Hace 60 mil años, tal vez en varias oleadas, abandonó África y se dispersó a lo largo del continente Euroasiático, hallando a su paso otras especies humanas, con las que tuvo interacciones de todo tipo y gracias a las cuales, tiempo después, se conformó el universal cultural que define la condición humana (pensamiento y lenguaje abstractos, comportamientos simbólicos, etc.). Ahora sabemos que precisamente en este periodo, hace entre 40 y 50 mil años, vivían por lo menos seis diferentes especies y subespecies de seres humanos en África, Europa y Asia. Por orden del descubrimiento de sus fósiles:
H. neanderthalensis (también llamado H. sapiens neanderthalensis)- 1828. Nuestro viejo conocido, el neandertal, antes sinónimo de tosquedad y barbarie, vivió en Europa y Asia desde hace 400 mil hasta hace 28 mil años. Hallazgos arqueológicos recientes han cambiado por completo esta idea: los neandertales usaban herramientas de varios tipos, enterraban a sus muertos, cuidaban a sus ancianos y minusválidos, y se adornaban con plumas, tatuajes y collares. Es más, el cerebro neandertal era de mayor tamaño que el promedio actual del ser humano. La secuenciación del genoma neandertal en 2010 reveló que esta especie se mezcló con los seres humanos anatómicamente modernos hace entre 45 mil y 80 mil años. En realidad, el flujo genético ocurrió hacia ambos lados y hoy en día todos los seres humanos de origen no africanos poseen genes derivados de neandertal.
A fin de cuentas, es posible decir que el neandertal gozaba de la condición humana y que fue lo más cercano a nosotros sin ser nosotros. La completa desaparición de los Otros es algo que pesa en la conciencia colectiva de quienes lo han estudiado. Se ha echado la culpa a cambios climáticos, estancamiento tecnológico y social, a su dieta que dependía de la mega fauna… Pero en el registro fósil queda claro que coexistimos de manera profunda con ellos, el H. sapiens ocupó territorios neandertales, que en su última fase se redujeron a sitios recónditos como cuevas en el Peñón de Gibraltar. Es fácil imaginar que hubo infracciones, traspasos, desplazamientos humanos y conflictos violentos a lo largo de miles de años y en un área inmensa. Si neanderthalensis fue una subespecie de sapiens, los restos de ese grupo fueron absorbidos en una mezcla. Si era una especie separada con casos de fertilidad excepcional, fueron destruidos.
Hombre de la cueva del ciervo rojo (especie indeterminada)- 1979. Descubierto en una cueva en el sur de China hace más de 35 años, este grupo de humanos representa un enigma. Los restos (fragmentos de cráneos) fueron datados de hace entre 14,500 y 11,500 años pero la morfología indica un origen arcaico afín a los humanos más primitivos, H. habilis y H. erectus: mandíbula prominente sin barbilla, cara plana con nariz ancha, molares grandes y cráneo de huesos gruesos. No hay consenso sobre el origen del Hombre de la cueva del ciervo rojo, ni siquiera un nombre más adecuado, pero se ha sugerido que es un descendiente de la rama de H. erectus que emigró de África a Asia hace más de millón y medio de años, y que vivió aislado de otras especies. No se ha tenido éxito en obtener ADN suficiente para secuenciar su genoma, pero en la actualidad los tres laboratorios de genética ancestral más importantes del mundo están trabajando para lograrlo.
H. floresiensis- 2003. Esta especie de homínido ha sido llamada hobbit por su escasa estatura, que apenas alcanzaba un metro. Floresiensis sobrevivió en una cueva de la isla de Flores hasta hace unos 12 mil años, aislado del continente por un estrecho profundo. En un caso de abundancia inusual, se recuperaron los esqueletos parciales de nueve individuos, incluyendo un cráneo completo. Los restos han sido estudiados durante más de diez años para determinar si pertenecen a nuestra especie y al género Homo. Apenas el mes pasado se publicó el estudio que demuestra que no fueron producto de una anormalidad, como la microcefalia o el cretinismo. Por ahora, desconocemos su origen geográfico y ancestral pero se ha reconocido que, sin tener en cuenta su tamaño, los especímenes son similares al H. erectus asiático, que ha sido propuesto como su ancestro inmediato. O sea, son los descendientes de un grupo de H. erectus que desarrolló enanismo insular.
La geología local sugiere que una erupción volcánica fue responsable de la desaparición de la especie, al tiempo que también destruía fauna local, como el elefante enano Stegodon. George Forth, antropólogo, formó una hipótesis que plantea la supervivencia de floresiensis en otras partes de Flores, hasta convertirse en la fuente de una leyenda de los nativos. Los nage, pueblo nativo de la isla de Flores, cuentan cuentos sobre el Ebu Gogo (del nage, “abuela comelotodo”): creaturas bípedas, de cuerpos peludos, cavernícolas, que hablaban con murmullos pero podían arremedar palabras como pericos o loros. Según la leyenda de los nage, los Ebu Gogo existían todavía cuando llegaron los barcos mercantes de Portugal a la isla, en el siglo XVII. Creen, también, que fueron exterminados hace siete generaciones porque se robaban la comida y los hijos de los nativos. Nage del centro de Flores cuentan que los aldeanos engañaron a los Ebu Gogo ofreciéndoles fibras de palma para hacer ropa; cuando los Ebu Gogo trasportaron los regalos a su cueva, los aldeanos lanzaron una antorcha y le prendieron fuego. La leyenda cuenta que todos los ocupantes de la cueva murieron excepto, tal vez, por una pareja de Ebu Gogo que logró huir selva adentro.
H. denisoviensis (homínido de Denísova)- 2008. Este se trata del raro, o novel, caso de una especie de Homo descubierta en un laboratorio. En la cueva de Siberia sólo se encontró un fragmento de falange y dos muelas. Pero cuando ese pequeño pedazo de hueso del dedo de una niña fue desintegrado, en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, se secuenció el ADN que reveló una nueva especie. H. denisoviensis es un coctel genético: una comparación detallada de su genoma con los de neandertales y humanos contemporáneos dibujó una compleja red de mestizaje entre los linajes. 17% de su genoma se origina en la población neandertal local; hay evidencia de una especie de hominini no identificado hasta la fecha; su ADN mitocondrial sugiere que denisoviensis fue el resultado de una migración muy antigua fuera de África, diferente de la migración asociada con los humanos modernos pero también distinta del éxodo africano anterior del H. erectus.
La niña de Denísova vivió hace 41 mil años en la cueva que le puso su nombre, una encrucijada evolutiva en las montañas Altai, en Siberia, que también estuvo habitada por neandertales y humanos modernos. Los molares de otro individuo encontrado en la misma cueva muestran un gran rango de variación genética. Denisoviensis comparten un origen común con los humanos africanos modernos y los neandertales, de los que se separaron hace 600 mil y 200 mil años, respectivamente, aunque hubo mezclas mucho más recientes. ¿Cómo eran físicamente? Es imposible saberlo, aunque poseemos un genoma completo. El hallazgo en Denísova está aún fresco y la lista de especies de Homo que coexistieron con el H. sapiens queda inconclusa. Los antropólogos sospechan que algunas ramas de la especie más perdurable del género, el ubicuo H. erectus (con fósiles de 1.9 millones a 70 mil años de antigüedad) sobrevivieron hasta hace relativamente poco. Y quedan muchas cuevas por revisar.
Las olas migratorias de homínidos, de África a Europa y Asia, se sucedieron una y otra vez con cambios climáticos y de población. Las migraciones renovaron la diversidad e impulsaron avances en la tecnología, compartida o robada. La interacción con otras especies de seres humanos dio luz a la condición humana, mixta y violenta. Es paradójico que de tantas ramas, sólo perdure una, pero también puede decirse que la hibridación rescató algo de todas. Hoy, cuando sólo existe una especie de seres humanos en un solo planeta, se advierte el descaro del racismo; fragmentamos el mundo con el concepto de raza, clasificación que la taxonomía biológica no acepta. Mientras una fuerza quiere separar, otra invita a la recombinación: Los pronósticos apuntan hacia un futuro de mestizaje en el que las razas quedarán disueltas. Sin duda otros casilleros, igual de inflexibles y desatinados, tomarán su lugar.
Autor: IIEH
Fuentes:
Hallazgo fósil en cueva: ¿Nueva especie humana o nada extraordinario?
El primer genocidio de humanos ocurrió hace 30 mil años
Una cronología de descubrimientos fósiles
El genoma de ADN mitocondrial completo de un hominini desconocido del sur de Siberia
Nuevo estudio sugiere que cuatro especies humanas coexistieron con los humanos modernos