Ven aspecto negativo a vida extraterrestre
Por Dennis Overbye
The New York Times, Reforma, México, 15 agosto de 2015
Ha sido un verano esperanzador. En julio, en el aniversario número 46 del primer alunizaje, Yuri Milner, un emprendedor de internet ruso, dijo que gastaría 100 millones de dólares en el curso de la siguiente década en la búsqueda de señales extraterrestres, conocida como SETI, brindando al campo una estabilidad financiera y acceso a telescopios nunca antes disfrutados. Esa misma semana, la agencia espacial estadounidense NASA anunció el descubrimiento de Kepler 452b, que podría ser el planeta más similar a la Tierra detectado hasta la fecha más allá del sistema solar, a sólo mil 400 años luz de aquí.
Sin embargo, esas noticias no emocionan a todo mundo. Allí está Nick Bostrom, filósofo en la Universidad de Oxford, quien en un artículo publicado en la revista Technology Review en el 2008, declaró que sería una muy mala señal para el futuro de la humanidad que se encontrara siquiera un microbio prendido a una roca en Marte.
¿Por qué? Esto se remonta a 1950, cuando el físico Enrico Fermi lanzó una interrogante hoy famosa entre los astrónomos: "¿Dónde están todos?". El hecho de que no hubiera evidencia de que extraterrestres jamás hubieran visitado la Tierra convenció a Fermi de que el viaje interestelar era imposible. Simplemente tomaría demasiado tiempo llegar a alguna parte.
Además, hay miles de millones de planetas potencialmente habitables en la galaxia. Entonces, ¿dónde están esos extraterrestres o sus artefactos? No hemos encontrado nada. Si la vida es tan fácil, alguien de alguna parte ya para ahorita habría hecho una visita. Esta es la paradoja de Fermi. Este argumento tiene muchas lagunas, incluyendo la posibilidad de que no reconoceríamos la vida extraterrestre. La explicación más sencilla, dicen Bostrom y otros, es que no hay otras civilizaciones que se hagan al espacio.
Él concluye que debe haber algo que evita que la vida se desarrolle o la interrumpe antes de que pueda conquistar las estrellas. Él lo llama el Gran Filtro. La gran interrogante para Bostrom es si el Gran Filtro está en nuestro pasado o en nuestro futuro. Si no hay nada más allá afuera, entonces quizás ya sobrevivimos a lo que sea que fuera. Si hay compañía allí afuera, significa que el Gran Filtro aún aguarda. Estamos condenados.
Esto constituye un trozo de conocimiento impresionantemente existencial para haberse obtenido en lo que parece ser una tierna edad como especie. También es un ejercicio auténticamente valiente del poder del razonamiento humano. Quizás demasiado valiente. Sin embargo, existe algo así como un precedente en un antiguo acertijo conocido como la Paradoja de Olbers, en honor a Heinrich Wilhelm Olbers, un astrónomo del siglo 19 que se preguntó: ¿Por qué está el cielo oscuro durante la noche? En un universo infinito, toda línea visual terminaría en una estrella e incluso las nubes de polvo brillarían con una intensidad como de día.
Luminarias tan disímiles como el físico escocés Lord Kelvin y el escritor Edgar Allan Poe sugirieron que el oscuro cielo nocturno era un indicio del hecho de que el universo es finito, por lo menos en tiempo, y tuvo un inicio, una idea hoy cimentada por el Big Bang.
Si Olbers vio el albor de los tiempos, quizás Fermi y Bostrom han visto el ocaso. No debería sorprendernos, pues nada dura eternamente. Carl Sagan y Frank Drake, padres fundadores de SETI, enfatizaron que un elemento desconocido clave en sus ecuaciones era la duración de vida promedio de las civilizaciones tecnológicas. Una duración de vida demasiado corta eliminaría la posibilidad de civilizaciones traslapadas.
Como le gustaba decir a Lewis Thomas, el gran escritor de ciencia ficción y biólogo, somos una especie ignorante. Es por ello que hacemos el experimento