LA INDAGACIÓN DE LA REALIDAD COMO SUSTENTO DE LA CIENCIA(*)
Apolonio Juárez Núñez
José Juárez Núñez.
Erika A. Martínez Mirón
1. Introducción
Hablar sobre valores en foros de discusión que tienen que ver con la educación, implica analizar su naturaleza, su influencia en la sociedad y la aparente carencia de esos valores en los integrantes de las nuevas generaciones.
Más de una voz se alza proclamando que vivimos una crisis de valores, que se han perdido u olvidado cualidades que anteriormente eran factores de coherencia y fortaleza de instituciones como la familia y la escuela; que actualmente el respeto, el diálogo, la solidaridad y la cooperación, ya no son principios que guíen el vivir en sociedad.
Pero, ¿es cierto que hay una crisis en nuestros valores?, si así es ¿qué factores propician que esto ocurra? y ¿de qué manera influye esta crisis en instituciones como la familia y la escuela?
Dado que las respuestas a estas preguntas pueden darse desde múltiples referentes, queremos precisar que en este trabajo nos limitaremos a examinar y a analizar la influencia que tiene el Realismo, así como las consecuencias del desarrollo científico técnico generado a partir de esta visión del mundo en el tema de los valores.
Es perceptible que ante el desarrollo impresionante de la ciencia y sus implicaciones técnicas y tecnológicas, el tema de los valores y su influencia en la sociedad ha sido puesto en jaque y se vislumbra la imposibilidad de que instituciones como la familia y la escuela, sean capaces de dar respuesta a las necesidades que plantea la nueva sociedad de la información, del conocimiento y de la técnica.
Consideramos que una alternativa para remontar la percepción de la crisis en los valores, está en replantearnos la manera en como percibimos el mundo que nos rodea y en adoptar una visión alterna que nos permita tomar conciencia de que este mundo es nuestra construcción y, por ende, que somos los únicos responsables de buscar, a partir de nuestras experiencias, caminos alternos que nos lleven a una convivencia más digna y respetuosa con la integridad del otro, tal como lo postula la visión constructivista, también denominada Indagación de la realidad.
2. El Realismo
Nuestra epistemología rige nuestra observación, nos permite interpretar un hecho, emitir un juicio determinado acerca de algo o construir una hipótesis sobre determinada situación (Ceberio M. y Watzlawick P. 1998).
Pero ¿cuál es la epistemología que actualmente sustenta el quehacer de nuestra sociedad? ¿de donde proviene esa forma de concebir el mundo que nos rodea? y ¿cuál es su naturaleza?
Iniciaremos señalando que, para efectos de este trabajo, entenderemos por epistemología (o visión del mundo) a la manera en cómo concebimos el mundo que nos rodea, el modelo que utilizamos para conocer; es decir, al conjunto de patrones familiares, socioculturales, normas, creencias, escala de valores, que crean un conjunto de significaciones que impregnan la observación, presentando un mapa de la realidad y poblando de subjetivismo las hipótesis que de ella se construyen (Ceberio M. y Watzlawick P. 1998).
Esta manera de percibir la realidad tiene un carácter eminentemente implícito, que se construye en la cotidianidad de la experiencia humana, lejos de nuestros actos concientes, pero que, desde temprana edad, orientan nuestro quehacer en el mundo y van determinando una manera específica de los criterios que validan nuestros actos y los de los demás; es decir, conforman lo que se llama la certidumbre humana (Maturana H. y Varela F, 1990).
La historia de la ciencia y de la epistemología señala que el Realismo (forma de pensamiento asociada a la cultura occidental), se consolida a finales del siglo XVII con el surgimiento de la racionalidad en el campo del conocimiento científico. El desarrollo de las ciencias clásicas han llevado a suponer que la objetividad, linealidad, causalidad, certeza, orden y verdad han sido formas de construir al mundo, y que el lenguaje tiene fines de representación, o sea que reproduce una imagen del mundo que ha sido apropiado y que se expresa por medio de la palabra.
Esta epistemología, conocida como Realismo puede sintetizarse en tres postulados:
- Existe una realidad exterior, independiente al sujeto que conoce.
- Es única, y
- Aprehensible (puede llegar a conocerse)
Aunque esta forma de concebir al mundo surge y se consolida entre las llamadas ciencias naturales, como la física; pronto trasciende a los ámbitos del conocimiento cotidiano, penetra en las instituciones de la sociedad (principalmente en la escuela) y marca una forma de concebir al mundo.
A ello se debe que actualmente no dudemos de la existencia de las cosas independientemente de que las conozcamos, de que pensemos que hay un mundo que está esperando ser descubierto por nosotros y que es posible (con la ayuda de la ciencia y la técnica), conocer cuales son sus propiedades, leyes o regularidades.
Ceberio M. y Watzlawick P. (1998) señalan que este modelo de pensamiento conduce a la convicción de que las cosas suceden ajenas a los humanos y por lo tanto fuera de la esfera de nuestra influencia.
Concebir al mundo de esta manera, indudablemente lleva a la construcción de una escala de valores, en la que muchos de ellos están más allá de la experiencia humana.
Seguramente por ello, el concepto de valor es definido como:
→Cualidades de las cosas, de las acciones, de las personas, que nos atraen porque nos ayudan a hacer un mundo habitable (Cortina A. 1997).
→Cualidades irreales, intemporales, que carecen de corporeidad, captables por intuición e ideales absolutos.
→Principios adquiridos de los padres
Estas y otra concepciones coinciden en considerar que los valores se adquieren, se asimilan y consecuentemente se pueden transmitir.
Este enfoque fue utilizado con mucho éxito hasta mediados del siglo XX, en el que las condiciones sociales y de desarrollo tecnológico permitían un contacto más estrecho entre los humanos. En ese entonces, los medios de comunicación no tenían las características que tienen ahora (televisión, telefonía celular, Internet etc.) y permitían una fuerte interacción entre los diversos núcleos de población, ayudando a fortalecer las tradiciones, la moral de la sociedad y las normas de comportamiento.
Sin embargo, el desarrollo de la ciencia y la técnica de los últimos años, junto con la aparición de las empresas transnacionales, la polarización de la riqueza, el desarrollo de Internet y el avance de la interrelación global, entre otros; modificó rápidamente el escenario mundial. Se desencadenó la sociedad de la información, se generó la necesidad de un aprendizaje permanente y, como consecuencia, las principales instituciones sociales encargadas de reproducir y transmitir la cultura, como la iglesia, la familia y la escuela, cedieron su papel a los medios de comunicación, lo que provocó la pérdida del control de la sociedad sobre sus integrantes. También se relajaron los lazos de solidaridad, respeto y cooperación y, sobre todo, empezó a tomar fuerza considerable el individualismo, donde cada sujeto o familia lucha por sobrevivir, muchas veces a costa de los demás.
Aquí ubicamos en buena parte la crisis de nuestros valores. Consideramos que éstos han dejado de ser funcionales ante las nuevas características de las sociedades y que no es posible pedir o exigir el mismo tipo de conductas cuando las condiciones en las que sobrevivimos han cambiado radicalmente.
Además de nuestras carencias personales o familiares, también pende sobre nuestras percepciones amenazas como son los niveles de contaminación, el agotamiento de recursos naturales como el agua, el calentamiento del planeta y otros que compartimos con todos los seres vivos sobre la faz de la Tierra. En este contexto, la recuperación de valores pareciera una empresa titánica o imposible.
Por nuestra parte, consideramos que es posible reorganizarnos como sociedad, que podemos generar acciones que permitan el retorno, la readaptación y/o la adopción de valores que nos permitan acceder a una convivencia humana.
Pero para lograr esto, es necesario desandar el camino, es necesario reconocer desde qué referentes hemos construido el mundo en que vivimos, y develar nuestra epistemología como sociedad y tomar conciencia de nuestros actos.
3. El Constructivismo o indagación de la realidad
En las últimas décadas una forma alternativa de concebir al mundo se está abriendo paso al interior de las sociedades. Esta forma de concebir al mundo demanda el reconocimiento de que la realidad es producto de la experiencia humana; que hemos sido nosotros (y sólo nosotros), quienes hemos atribuido significado a cuanto nos rodea (Watzlawick P. 1988).
Esta epistemología, denominada Constructivismo, plantea a diferencia del Realismo, que la realidad no puede ser conocida tal cual es y en consecuencia sólo no queda la posibilidad de inventar o construir realidades.
Ernst von Glasersfeld (1996) condensa lo anterior en sus postulados del constructivismo:
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La relación entre saber y realidad es una adaptación o ajuste en el sentido funcional.
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El conocimiento no se recibe pasivamente, ni a través de los sentidos, ni por medio de la comunicación, sino que es construido activamente por el sujeto cognoscente.
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La función de la cognición es adaptativa y sirve a la organización del mundo experiencial del sujeto, no al descubrimiento de una realidad ontológica objetiva.
Lo anterior nos lleva a tener otra perspectiva del mundo que nos rodea. Se abandona el absolutismo de la certeza, y las preguntas auto-referenciales acerca de ¿quién soy? ¿dónde estoy?, introducen al contexto como matriz de significados y posibilitan situar al ser humano en el sistema de creencias al cual pertenece (Ceberio M. y Watzlawick P. 1998).
Esta visión del mundo permite generar otras formas de explicar la realidad. En principio, considera al ser humano como un constructor de conocimientos, lo que implica que no es posible transmitir conocimiento y que la conducta del otro es producto de las significaciones y resignificaciones que éste realiza en función de sus conocimientos previos.
Desde esta perspectiva, el lenguaje permite construir realidades en la práctica y no reproducir imágenes del mundo.
En este sentido, podemos entender al conjunto de valores como construcciones sociales viables que contribuyen a la supervivencia de determinado núcleo social, que son construidas en el entramado de las interacciones y que son corresponsables de su funcionalidad los que en ellas participan.
Esta perspectiva permite entonces, recuperar la potencia de instituciones como la familia o la escuela en el proceso de construir el contexto en el que se vive.
Desde esta manera, el contexto escolar adquiere una dimensión diferente y, con ello, tiene la posibilidad de influir en la construcción de una sociedad diferente, donde valores como solidaridad y cooperación sean retomados.
4. Implicaciones en el aula
Al sostener el Realismo la posibilidad de conocer la realidad tal cual es, se generan implicaciones psicopedagógicas que convierten al proceso de aprendizaje en una actividad que posibilita al estudiante apropiarse de las características y propiedades del mundo que le rodea.
Al asumir implícitamente o explícitamente esta visión realista, el papel del docente y del estudiante queda definido de antemano. El docente será el que sabe y el estudiante el que aprende. El aprendizaje consistirá en la aprehensión de la realidad como conocimiento único. La enseñanza entonces se centrará en los procedimientos y se presentará la posibilidad de evaluar objetivamente los aprendizajes.
La reflexión sobre el impacto social de esta visión del mundo, permite al maestro comprender que su práctica docente se rige por imaginarios sociales que tienen un carácter eminentemente implícito y que, sólo en la medida que estos elementos se hagan explícitos, podrá efectuarse en él un cambio que lo lleve a modificar sus concepciones.
Por otra parte, el Constructivismo asume una visión del mundo que propone la imposibilidad de poder aprehender la realidad tal cual es, quedándonos sólo la posibilidad de construir realidades a partir de nuestras experiencias; por lo que toda explicación del mundo o de los fenómenos que en él ocurren, son construcciones cognitivas que lejos de aprehenderlo, lo modelan o lo construyen.
Las implicaciones psicopedagógicas derivadas del constructivismo son muy diferentes (y hasta excluyentes) a las implicaciones del Realismo. Entre otras, podemos citar que el estudiante sería el constructor de su conocimiento, el maestro se convertiría en un facilitador, las bases del aprendizaje serían las ideas previas, el aprendizaje escolar consistiría en la formación de consensos con base en diferenciación de modelos y el aprendizaje sería reflexivo y cooperativo.
Estas implicaciones son incompatibles con la gran mayoría de propuestas educativas que se han derivado desde una perspectiva realista, en donde la enseñanza y el aprendizaje de la ciencia tienen como finalidad la aprehensión de las propiedades del mundo que nos rodea.
5. Conclusiones
Partiendo de que el conocimiento se construye desde una perspectiva individual y social, los roles de los actores en el aula son redimensionados: por un lado el estudiante se convierte en un constructor de conocimientos a partir de sus ideas previas, que se adquieren no solo en la escuela sino en el contexto social en el que se desarrolla.
Por otro lado y ante la imposibilidad de transmitir conocimientos, el maestro se convierte en un facilitador, en un mediador, que proporciona ayuda pedagógica para que el estudiante pueda realizar por si solo, lo que en cierto momento no puede hacer si no es con ayuda de un adulto o de un experto.
Pero la clave está en lo que el estudiante aprende bajo la perspectiva constructivista. Desde esta perspectiva, el conocimiento, en particular el científico, no es un conjunto de teorías que recuperan las propiedades de la naturaleza. La visión constructivista del mundo sostiene que el hombre ha generado una serie de representaciones sociales, que lejos de descubrir al mundo, lo modelan o lo construyen (Pozo J. I. y Gómez C. M. A. 2000).
Esto lleva a una imagen diferente de lo que es ciencia y del quehacer científico, una imagen en donde no hay verdades acabadas, sino la búsqueda de procedimientos y modelos que den respuesta cada día de manera más funcional a los problemas que enfrentamos como seres humanos.
Asumir esta concepción podría cambiar las dinámicas de las aulas: Partiendo del respeto por las construcciones iniciales de los estudiantes, el docente podría idear estrategias que permitan confrontar dichas construcciones con las de sus compañeros y compararlas con las explicaciones socialmente validadas, con el fin de consensuar y compartir significados que le permitan moverse funcionalmente en diversos contextos.
Si trasladamos este procedimiento fuera de la escuela y entendemos que cada individuo tiene diferentes representaciones y significados (que no forzosamente coinciden con las personales), que en el fondo tienen para cada quien la misma validez, y respetamos de principio la característica que tiene el construir conocimientos y representaciones; estaremos en condiciones de empezar a buscar vías alternativas de entendimiento y nuevas formas de relacionarnos, en donde cada uno de nosotros juguemos concientemente nuestro papel de corresponsables en la solución de los problemas que enfrentamos como sociedad.
Quizá así entonces el respeto y la tolerancia podrían ser la base de convivencia en la sociedad, para afrontar las diferencias de ideas, costumbres y creencias.
De esta forma estaremos en condiciones de mantener o replantear nuestra escala de valores para vivir de forma humana en esta sociedad, aprovechando el conocimiento y las tecnologías, que nos permitan afrontar con éxito y viabilidad los grandes retos que tenemos como raza humana.
Bibliografía.
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Ceberio M. y Watzlawick P. La Construcción del universo. Herder. España, 1998.
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Cortina A. La educación y los valores. Madrid, Fundación Argentaria/ Biblioteca Nueva, 2000.
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Maturana H. y Varela F. El árbol del conocimiento. Ed. Debate, España, 1990.
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Pozo J. I. y Gómez C. M. A. Aprender y enseñar ciencia. 2ª Edició Morata. España, 2000.
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Watzlawick P. La realidad inventada, Ed. Gedisa, Argentina, 1988.
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Von Glasersfeld E. Construcciones de la Experiencia Humana. V.1. comp. Pakman M. Gedisa. España, 1996
* Este artículo fue presentado en el Congreso Internacional "La ciencia y el humanismo en el siglo XXI: Perspectivas" con sede en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, los días 31 de marzo a 2 de abril de 2005.
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