Una serie de circunstancias propiciaron la invención y la difusión de la agricultura hace 12 mil años, al tiempo que aparecieron las primeras ciudades.
Hasta hace alrededor de unos 13 mil años, los seres humanos obtenían su alimento a través de la caza, la recolección y la pesca. Pero en ese periodo, en diferentes regiones del mundo, comenzó una transición que nos cambiaría profundamente: se domesticaron plantas y animales y se desarrollaron (más bien, se sintetizaron en un solo proceso) técnicas de sembrado, cosecha e irrigación.
En la actualidad, no se le ve fin a la discusión sobre el origen de la agricultura. La interrogante más definitiva es: ¿Abandonamos el nomadismo para dedicarnos a la agricultura o adoptamos el sedentarismo en respuesta a la explosión demográfica que sobrevino cuando terminaron los periodos glaciales? Ambas opiniones tienen fundamentos sólidos. También se han ofrecido otras teorías: la idea de que la agricultura es una adaptación co-evolutiva entre plantas y animales (protección de plantas salvajes – especialización de locaciones – domesticación), la extinción de la megafauna (que provocó la necesidad de sustituciones de macronutrientes), el modelo de festines (sugiere que la tecnología de la agricultura fue impulsada por muestras ostentosas de poder en la forma de banquetes), etc.
Sea lo que fuere, el resultado fue extremo. El estado “normal” del ser humano, nuestra naturaleza misma, la condición de cazadores y recolectores a la que nos condujo millones de años de evolución se terminó en un plazo relativamente corto. Es cierto que incluso hoy en día existen un puñado de grupos humanos que subsisten como nuestros ancestros pero el advenimiento de la agricultura redefinió el estado “normal” de la especie hace unos 12 mil años. La agricultura trajo consigo, o permitió o produjo, la construcción de ciudades. La complejidad social de las ciudades exigió la invención de sistemas de signos escritos. La escritura puso fin a la prehistoria.
La domesticación de las plantas debió haber sido un proceso muy largo y, como se dijo arriba, quizá incluso co-evolutivo. La selección artificial de cereales, en busca de fenotipos que agradaran más al paladar o de mayor densidad calórica, tenía lugar desde al menos hace 15 mil años. Las primeras especies de plantas que se domesticaron (en el Levante mediterráneo), los célebres ocho cultivos fundadores, son: dos especies similares al trigo, la cebada, la linaza, la lenteja, el garbanzo, el chícharo y el yero. Por supuesto, otros cultivos fueron domesticados poco después: el trigo, la avena, los higos, el arroz, el mijo, el maíz, la calabaza, etc. Además de en el Creciente Fértil (Mesopotamia-Levante-Egipto), la agricultura se desarrolló de forma independiente en China, Mesoamérica, el macizo etiópico y la región central de los Andes.
Al final del paleolítico y al principio del neolítico, entonces, cuando ya sólo sobrevivía una especie (o subespecie) de humano, se unieron cuatro condiciones para provocar la revolución más radical de nuestra forma de vida: Climas benignos tras los periodos de glaciación, las técnicas de domesticación de plantas y animales y la construcción de asentamientos permanentes. La población mundial creció de alrededor de 3 millones a 70 millones de individuos en los siguientes 8 mil años. Al H. sapiens le había tomado 80 mil años alcanzar la marca de un millón de individuos.
La industria del neolítico se caracteriza por la producción de herramientas de piedra pulida, en vez de tallada como en los bifaces del paleolítico. Nuevas herramientas fueron fabricadas para el nuevo estilo de vida: hoces y azuelas para la agricultura y hachas para la tala de árboles. La variedad de alfarería y ornamentos se multiplicó, se inventaron las técnicas para tallar las primeras canoas, y se comenzó a trabajar la madera para construir viviendas.
Las primeras mega-aldeas, se cree, tenían poblaciones de más de mil de habitantes. Los cambios sociales que conlleva la transición de grupos humanos nómadas donde todos los individuos se conocen y se relacionan en una interdependencia diaria a la de un asentamiento permanente con desigualdades marcadas y anonimato causaron problemas insuperables. Las primeras ciudades, en diferentes partes del mundo, fueron abandonadas por la falta de provisión ante las nuevas presiones sociales y un sistema económico que debió ser incomprensible en un principio.
En ciudades neolíticas como Göbekli Tepe, que data de hace 10 mil años, o Çatalhöyük se observa una uniformidad en el tamaño de cada vivienda. Varios miles de años después, se fundaron las primeras ciudades-estado (Uruk y Ur, en Sumeria, son las más antiguas que conocemos) fundadas sobre una estructura rígida de religión, castas sociales y profesionales y desigualdad.
Otras innovaciones tecnológicas del neolítico son los sistemas numéricos escritos, que derivarían en proto-escritura en diferentes culturas, sistemas para moler granos con molinos de piedra, el telar y la fabricación de vestimentas de tela, las técnicas de fermentación alcohólica y la metalurgia. El cobre fue el primer metal moldeado a altas temperaturas, hace más de 6 mil años, en el periodo conocido como calcolítico, que marca el final del neolítico y el principio de la Edad de Bronce. A partir de este periodo, la evolución de la tecnología comenzó a acelerarse.
Las consecuencias de la revolución neolítica son innumerables, tanto funestas como necesarias, y el hombre actual es su producto directo. En las sociedades sedentarias, las enfermedades se esparcieron con mucha mayor rapidez. La falta de precauciones sanitarias, condiciones de hacinamiento y la convivencia diaria con varias especies de animales domésticos es la razón, se cree, de que existan condiciones como la influenza, la viruela y el sarampión. La falta de diversidad alimenticia y la presión poblacional fueron el origen de trastornos neurológicos e inmunitarios que aún (o especialmente) ahora nos afligen.
El próximo número tratará sobre la escritura, la rueda, el uso de tabletas y otros medios para transferir conocimiento, la navegación y la astronomía.
Autor: IIEH
Fuentes:
La transición hacia la agricultura
Reconsiderando la revolución neolítica
¿Un cambio en la retórica dio lugar al nacimiento de las ciudades?