EVOLUCIÓN
(O LA AVENTURA DE LA MATERIA)
Osvaldo González Rojas
La evolución
Usualmente, el término evolución ha sido asociado con el proceso que da origen al conjunto de modificaciones que sufren, con el transcurso del tiempo, los organismos vivos; en este escrito, sin embargo, la evolución será entendida como aquel proceso de cambios que experimenta la materia en general y cuyo resultado es la aparición continua de estructuras materiales nuevas, más y más complejas, capaces de realizar, con mayor eficiencia, el siguiente conjunto universal de funciones: buscar, adquirir, memorizar, procesar y diseminar información. De acuerdo con lo anterior, entonces, la evolución biológica no es sino que una faceta de la evolución general de la materia.
Del pasado al presente
Para comprender adecuadamente la aventura de la materia en el tiempo, comenzaremos con un viaje al más lejano pasado, a ese momento en el cual los astrofísicos aseguran que se inició el tiempo y también este universo que nos acoge y llena de admiración; viajemos, entonces, a unos 15.000 millones de años atrás cuando, en una especie de gigantesca explosión, se habría creado la materia, la energía, el espacio y el tiempo, a expensas de fuese lo que fuese que conformaba el pre-universo. En ese instante, junto con el espacio en expansión y el tiempo, nació también el proceso de evolución de la materia, definido aquí como la generación secuencial de estructuras materiales nuevas, cada vez más complejas y heterogéneas, y que continúa hoy, con una velocidad infinitamente mayor que en ese entonces. En esa reorganización del espacio-tiempo primero aparecieron, o más bien, fueron creadas, se podría decir, las partículas más elementales que se ha conseguido producir en nuestros laboratorios: los quarks, los electrones y los neutrinos. Fracciones de segundo después, los quarks se combinaron para dar origen a los protones y neutrones, los cuales, transcurridos ya unos 100 segundos desde aquel espectacular evento, que sólo Dios podría haber contemplado, conformaron a su vez los núcleos de los átomos más simples: los de hidrógeno pesado (deuterio) los de helio y una ínfima cantidad de átomos de litio y de berilio. Unas pocas horas después del big-bang, como se ha llamado a ese acto de creación, se detuvo la producción de helio y de otros elementos y, a partir de ese momento, la creación se tomó un respiro, pues, luego de él, se alargaron considerablemente los tiempos que la evolución requirió para proseguir con su tarea; así, en consecuencia, durante el primer millón de años el universo continuó simplemente expandiéndose y enfriándose, lo que gradualmente permitió la formación de las primeras estructuras atómicas más simples: los átomos de Hidrógeno. La constitución de nuevos núcleos de Helio y de otros átomos más grandes, debió esperar hasta que la reunión de los átomos primordiales de hidrógeno encendiese las estrellas para que, en esos celestiales hornos, se cocinase, además del Helio, otros pocos elementos, tales como el Oxígeno y el Carbono. El resto de los 92 átomos de elementos estables que conocemos, tuvo que aguardar a que se produjese la muerte de las primeras estrellas, de nuevo en formidables explosiones, para ser creados y dispersados en el espacio, a la espera de que la gravedad y la fuerza electromagnética los volviese a reunir para continuar con el proceso de complicar las estructuras, para continuar con el proceso de evolución que, algún día, hace unos 3.800 millones de años, dio origen a los primeros organismos vivos sobre la Tierra, surgidos en el cálido caldo de los mares primitivos; allí, las ya muy complejas moléculas de la vida, protegidas por la barrera selectiva de la pared celular, prosiguieron con su organización continua, complicando cada vez más los sistemas por ellos constituidos, hasta llegar al ser humano, la estructura que se mantiene, aún, como cúspide de la evolución “natural” de la materia.
Desde que la evolución natural alcanzó el importante hito conseguido con el homo sapiens-sapiens, claro está que ella continúa, a su cansino paso, en la mayor parte del universo, pero lo acelera espectacularmente en el cerebro del Hombre. Es allí, en la parte más compleja de la más compleja estructura material sobre la Tierra, donde la evolución natural ocurre más rápido; es allí donde se genera, día a día, hora a hora (y si usted quiere agrega los minutos y segundos) la mayor cantidad de estructuras materiales nuevas, más y más complejas, que representan a las ideas, a los proyectos y a los sueños de éste ser, los cuales, por virtud de otra de las funciones obligadas que la naturaleza le asignó, buscan ser transformadas en obras, en estructuras materiales externas a él. De este modo, la idea, que comienza como una estructura neuronal en el cerebro, busca reproducirse en su exterior, terminando en una estructura material que la representa (un nuevo modelo de auto, una pintura, un escrito como éste y cualquier cosa que existe como obra del Hombre). Es muy importante no olvidar que todo lo construido artificialmente ha tenido su origen en una estructura química que apareció primero, en algún momento, en el cerebro de algún ser humano. Así pues, desde que la naturaleza “dio” con este ser, dio con quien habría de liderar la evolución de la materia y también con quien le otorgaría conciencia al proceso. Hoy, y desde hace milenios ya, es evidente que no es la naturaleza inconsciente, sino que la mente de los seres humanos, la que controla la velocidad y el sentido de la evolución de la materia sobre la Tierra; pareciera que ello se hubiese logrado por ensayo y error, como hasta la aparición del Hombre hizo y sigue haciendo la evolución natural pero, desde entonces, es indudable que es el Hombre, que es parte y obra de la naturaleza y no algo separado de ella, quien, casi sin darse cuenta, asumió el liderazgo y privilegio de conducir el proceso de evolución de la materia, pero también la carga de angustias y remordimientos que le impuso la adquisición de conciencia. Nunca más, después de la aparición del ser humano, podría la naturaleza, ser humano incluido, hacer algo sin que el juicio del mismo ser humano estuviese de por medio; nunca más podría hacer nada, hombre o mujer alguna, sin que en ello se interpusiese el juicio de su propia conciencia o la de otros. ¡Sí!, debemos reconocer que somos la conciencia de la materia en el Universo que nos es conocido y que eso es una angustiosa y gran responsabilidad.
El examen, tanto de la forma en la cual se generan, depuran y concretan las ideas, como de aquellas condiciones en las cuales sobreviven las realizaciones a las que éstas dan lugar, pasando a integrarse a otras ideas y obras, permite visualizar, en forma más precisa, los mecanismos que, en forma semejante, participan en el caso de la evolución biológica. De la misma manera, analizando la forma en la que se produce la evolución biológica y material, poniendo especial atención en la operación del mecanismo de selección natural, se puede comprender, más fácilmente, no sólo el comportamiento de los seres humanos en particular, sino que también el de los sistemas por ellos creados. Será este aspecto el que se explorará en las páginas finales de este escrito.
Continuemos, para avanzar, con un breve resumen de lo esencial, en referencia a la evolución de la materia, incluida la de tipo biológico.
Las fases de la evolución de la materia
El estudio del camino recorrido y el examen de la realidad, a la luz de nuestra experiencia, nos conduce a deducir que son dos las fases principales involucradas en el proceso de evolución de la materia: la primera, consistente en una fase de síntesis de estructuras nuevas y de asociación de estructuras ya existentes, la cual tiene como consecuencia no sólo un incremento de la complejidad de las estructuras resultantes, sino que también de incrementos en la eficiencia con la cual pueden realizar sus funciones básicas y en sus estabilidades internas frente a los cambios que pueda experimentar su entorno. La segunda fase, denominada “de selección natural”, consiste en un proceso de depuración de las estructuras creadas en la primera y en el cual, a través de la competencia entre ellas y en función de las particulares características de su medio ambiente, se establece, naturalmente, cuales tienen la capacidad de sobrevivir lo suficiente como para integrarse con éxito a otras estructuras o para permanecer, formando parte del medio, en una forma estable dada, hasta que se den las condiciones para que ella participe, de manera más activa, en fase de síntesis y asociatividad complementaria.
La fase de síntesis y de asociatividad complementaria: esta es la responsable del incremento de la complejidad de las estructuras materiales, biológicas o no, que se produce a medida que transcurre el tiempo. Tal incremento de complejidad tiene como consecuencia un incremento de la estabilidad del conjunto y de la eficiencia para realizar sus funciones. De este modo, es posible argumentar que el incremento de complejidad de las estructuras materiales, caracterizadora del proceso de evolución, es una consecuencia de la necesidad de buscar, por parte de ellas, una mayor estabilidad para el medio ambiente interno, lo cual se consigue por asociación “simpática”, o de afinidad, entre estructuras materiales diferentes. Consecuentemente, tal como una idea lleva a otra, así también van creciendo y complicándose, coherentemente, los organismos materiales. El primer nivel de la escala de complejidad se produce con la asociación de estructuras o de individuos del mismo tipo, es decir, de características similares, aunque no idénticas (ejemplos básicos serían la asociación de átomos de gases (H2; O2) o de insectos, tales como hormigas, abejas o termitas) y luego vienen los demás niveles, en los que participan combinaciones de átomos o individuos diferentes pero complementarios, para constituir diversos sistemas de complejidad creciente (ejemplos básicos pudieran ser las moléculas AgCl, H2O o conjuntos conformados por machos y hembras, organismos vivos simbióticos u otros sistemas sociales o moleculares inertes y biológicos).
Sin duda que las estructuras materiales más complejas producidas por la evolución de la materia son, aún, los organismos biológicos. Aunque dilucidar el origen de la vida no forma parte de este artículo, hay que tener presente que ésta fue posibilitada por la existencia, en nuestro planeta, de las condiciones que permitieron su aparición y desarrollo y, particularmente, por la existencia, en su entorno, de un macro medio ambiente caracterizado, en el largo plazo, por parámetros térmicos, químicos y radiantes bastante moderados y estables.
Mirando a nuestro mundo y al ambiente que en él se ha establecido, como un sistema en relación y equilibrio con el resto del universo, especialmente con el sol y la luna, se constata que éste se comporta como lo que aquí denomino “sistema selectivamente abierto”, es decir uno que está en intercambio informático permanente con el exterior pero que sólo acepta las señales provenientes de afuera tras un procesamiento previo; tal característica ha sido posible gracias a las particularidades tan especiales de la atmósfera que envuelve a nuestro planeta y del campo magnético que éste posee, los cuales realizan una función similar a la que, en una célula, cumple la pared celular, es decir, la de un escudo permeable sólo a cierto tipo de señales portadoras de información. Es ésta particularidad del sistema Tierra, adicionada al efecto estabilizador de la luna, los que establecen aquellos factores que permitieron la existencia de una especie de medioambiente-paraguas, bajo cuya protección aparecieron diversos y numerosísimos otros, de distintos tamaños y lo razonablemente estables como para permitir el nacimiento de la vida y su progreso, proceso que fue denominado “evolución biológica”, el cual constituye sólo una faceta, como ya se dijo, de la evolución de la materia en general.
Con el florecimiento de la vida se multiplicó, casi hasta el infinito, la cantidad y variedad de micro medioambientes de estabilidad creciente, desde las simples células hasta los organismos más complejos, es decir de aquellos conformados por la asociación, en intercambio informático selectivo pero estrecho y fluido, de múltiples micro medioambientes, todos los cuales parecen haber “imitado y perfeccionado” características similares al macromedio ofrecido por la Tierra pues “aprendieron”, por supuesto bajo las normas de la selección natural, a proteger la evolución de sus partes esenciales, rodeándolas de ambientes estables pero en interacción selectiva con su entorno inmediato.
De hecho, la asociación de micro medioambientes estables semejantes (células o regiones, por ejemplo) confiere, al conjunto, un mejor aislamiento frente a las perturbaciones infligidas por el entorno (¿ha visto cómo se agrupan los animales expuestos al frío?). Con toda seguridad, es en la búsqueda de la estabilidad del medio inmediato donde yace una de las fuerzas que impulsan la formación de todo tipo de comunidades materiales, desde aquellas puramente químicas, hasta las humano-sociales, pasando, por supuesto, por las biológicas. Aquí puede estar, también, la clave para explicar el incremento de complejidad que se constata, como resultado de la evolución.
Ciertamente que ha sido la existencia y generación de medio ambientes diversos lo que ha permitido la variedad biológica que conocemos sobre la Tierra pero ha sido la estabilidad alcanzada por muchos de ellos la que ha permitido la extrema especialización que caracteriza a los componentes que los integran. Es probable que usted no lo haya mirado así pero su propio cuerpo es un medio ambiente extraordinariamente estable (piense solamente en la temperatura y en las constantes bioquímicas…) en el cual viven y realizan sus complejas y especializadísimas funciones todas las células y órganos que lo constituyen, autónomamente pero en comunicación permanente y jerárquica, organizadas tras un propósito común (no por casualidad ocurre así, no olvide que cada una de las células del organismo, con excepción de las transportistas, las defensoras y las sexuales, contienen la misma y toda la información genética que rige al organismo completo).
Por otra parte, es curioso que la solución encontrada por las estructuras biológicas para crear y mantener sus medio ambientes internos lo más estable posible, haya sido similar a aquella que se dio en el planeta que las cobijaría, es decir, rodearse con un tipo de escudo selectivo, permeable solamente a cierto tipo de señales y detrás del cual pudiesen fluir, sin interferencias y fácilmente, diversos tipos de señales capaces de transportar información entre sus partes, cuestión fundamental para mantener la coherencia del conjunto. Estas propiedades fueron esenciales para posibilitar la especialización de los integrantes del sistema y para permitir la constitución de los complejos organismos vivos que conocemos. No es raro, pues, que los seres humanos también empleen la misma opción para organizarse en la búsqueda de un medio ambiente estable; de allí que la estabilidad haya ido de la mano con la formación y evolución de las sociedades humanas, desde la familia, las tribus y las ciudades, hasta los países y más allá. Observe usted que las actividades realizadas por las personas que integran cualquier comunidad pueden ser tan variadas como ellas mismas pero que todas están regidas por leyes, escritas o no, que las ponen al servicio de un sistema, el cual, a su vez, está al servicio de ellas pero también al servicio de un sistema mayor, tal y como todas las células de su propio cuerpo están al servicio de él, pero también viven en y de él, trabajando para que el cuerpo como un todo cumpla bien con las funciones necesarias para la correcta operación de él y de otros sistemas relacionados.
Finalmente, resalto que, en la fase de síntesis y de asociación, cuyas características acabo de exponer, el azar juega un papel destacado pues muchas de las nuevas estructuras y modificaciones de las ya existentes le deben su aparición a él.
La fase depurativa: “selección natural” denominó Charles Darwin, en los años finales de la década de 1830, al mecanismo de acuerdo con el cual y según su deducción, se produce el proceso de evolución de los seres vivos en la naturaleza. En su postulado y con sus propias palabras, dice:
Si de cada especie nacen más individuos de los que son capaces probablemente de sobrevivir y sí, en consecuencia, existe una frecuente y recurrente lucha por la existencia, entonces debe ocurrir que cualquier ser vivo que cambie, aunque sea imperceptiblemente, de forma que obtenga un beneficio para sí mismo, bajo las complejas y a veces variables condiciones de vida, éste tendrá mayor probabilidad de sobrevivir y, por lo tanto, será naturalmente seleccionado. Basándose en el poderoso principio de la herencia, toda variante seleccionada tenderá a propagar su forma nueva y modificada.
Observe que Darwin señaló algo fundamental, seguramente advertido a lo largo del extenso viaje de investigación que realizó a bordo de la fragata H.M.S. Beagle: el hecho que siempre existe un muy elevado número de variaciones en las características y capacidades que poseen los integrantes de una misma especie, aún cuando habiten un medio ambiente particular. Argumentó también que, debido a la elevada dispersión mencionada, algunos individuos del conjunto presentan ciertas características que les otorgan ventajas comparativas con respecto a los demás y que favorecen su reproducción y supervivencia en el medio específico en el que se encuentran. A consecuencias de aquello, con el transcurso del tiempo y las sucesivas generaciones, se produce un incremento de la frecuencia con la cual se presentan dichas variantes ventajosas, las cuales, estando asociadas a características físicas particulares, se traducen en cambios morfológicos que, de ser significativos, podrían configurar una nueva especie. Ciertamente ocurre, en un medio estable dado, que el sistema ecológico siempre alcanza un punto de equilibrio en el cual los cambios en el número y características de los integrantes de las diversas especies involucradas se estabiliza. Sin embargo, como los medios permanentemente estables son raros o no existen, las constantes perturbaciones que los afectan mantienen a las especies que los integran en un permanente cambio, con una velocidad fluctuante en función de la velocidad y frecuencia de las alteraciones experimentadas por su medio; es lógico también, entonces, que frente a perturbaciones muy profundas haya ciertas especies que no pudiendo adaptarse, ya sea por falta de tiempo o por falta de capacidades, desaparezcan, mientras que otras florecen.
Dicho de otra forma pero siempre de acuerdo con la idea de Darwin, las características de un medio ambiente conducen a los integrantes de una especie hacia la optimización de su adaptación a ellas, cuestión que se traduce en un incremento de su especialización y de la eficiencia con la cual realizan sus funciones; como estos factores son logrados a través de modificaciones físicas de los organismos, ello puede justificar la necesidad de clasificarlos como miembros de una nueva especie. Este proceso, que recibió el nombre de evolución, es casi continuo, como consecuencia de las periódicas y aleatorias perturbaciones y cambios que se producen en el medio, implicando la aparición de nuevas especies, la estabilización de unas pocas y la desaparición de otras.
Esas ideas fueron presentadas en el libro “Sobre el origen de las especies”, en 1858, unos veinte años después de haber sido descritas en sus cuadernos de notas y constituyen, desde entonces, el meollo de la llamada Teoría de la Evolución Biológica, científicamente comprobada y aceptada como correcta hasta ahora, aunque en ella no se advierte ni explica satisfactoriamente el evidente aumento de la complejidad de los organismos, a medida que transcurre el tiempo.
Los efectos de la selección natural son claramente observables en sistemas aislados y con un medio ambiente estable; tal como los que se dan en algunas islas, entre las cuales son destacables Madagascar y las Galápagos; de hecho, tal parece que la visita que Darwin realizó a estas últimas, muy representativas de ese tipo de medioambientes, fue fundamental para clarificar su entendimiento acerca de uno de los mecanismos bajo los cuales opera la evolución. Sin embargo, para lograr una comprensión más global del proceso, se debe tener presente, además, que si bien los medio ambientes naturales (incluidos en ellos los seres vivos) tienen la tendencia a encontrar equilibrios que les confieren gran estabilidad en el mediano y largo plazo, están siempre expuestos a más o menos bruscas y aleatorias perturbaciones de distinto origen y tipo, desde una invasión territorial por parte de organismos extraños hasta aquellas provocadas por fenómenos naturales, tales como erupciones volcánicas, incendios, cambios climáticos repentinos, caída de meteoritos o de cometas, mutación y diseminación de alguna bacteria o virus, entre muchas otras. Es en esas ocasiones cuando se pone a prueba la eficiencia de los mecanismos de protección y autorregulación del medio y también las capacidades de adaptación de los individuos involucrados frente a las nuevas condiciones que pudieran serles impuestas; queda en evidencia, entonces, la fragilidad de aquellas formas de vida demasiado especializadas en algunas particularidades de un medio ambiente determinado. Se ha constatado, en general, que la extrema especialización y la pequeña variedad en las características de una especie, o de un organismo, limitan su capacidad de respuesta frente a eventos que impliquen cambios significativos del entorno, por lo cual esos factores son la principal causa de la extinción de especies y también de la muerte de cualquier individuo, enfrentados a esas condiciones. Es claro, también, que existen circunstancias catastróficas fortuitas, en las cuales la magnitud de la perturbación supera todas las capacidades de adaptación posibles y que, por lo tanto, se constituyen en la causa de muchos de los quiebres e interrupciones que exhiben algunas de las líneas evolutivas. Así pues, muchas veces ha sido el azar y no el resultado de los cambios graduales, el que ha determinado cuales serían los individuos elegidos para continuar, de ahí en adelante y en una nueva pista, la carrera que se ha llamado evolución.
En todo caso, en el largo plazo, es conveniente repetirlo, el resultado de la evolución biológica ha sido caracterizado, más que por la consolidación de especies muy adaptadas a cierto tipo de medios, por el surgimiento continuo de organismos nuevos, más y más complejos y con una mayor capacidad de adaptación a cualquier medio ambiente y a sus cambios. Este proceso alcanzó una cúspide con el homo sapiens-sapiens-informático pues en él las capacidades de adaptación dependen cada vez menos de sus características corporales y cada vez más de aquellas cerebrales, las cuales permiten no solamente que, con el mismo tipo básico de cuerpo, pueda realizar casi cualquier función, sino que, además, sea capaz de generar, rápidamente, los accesorios y complementos externos que le permiten desarrollar mucho mejor sus variadas tareas y rodearse de un medio ambiente confortable y muy estable. En otras palabras, con la aparición del ser humano actual, el resultado de la evolución de la materia, que en la biología requería de varias generaciones para hacerse evidente, se manifiesta ahora en el cerebro de cada individuo y dentro de su período de vida, transmitiéndose la información ya no exclusivamente por vía de la genética, sino que a través de variados intercambios entre ellos (una de cuyas formas organizadas recibe el nombre de proceso de enseñanza-aprendizaje o educación) y también mediante el intercambio de conocimientos almacenados en objetos y máquinas creadas por ellos mismos.
Resumiendo, el mecanismo denominado “selección natural” pone en evidencia el hecho estadístico que aquellos seres vivos que poseen capacidades y características que implican una mejor adaptabilidad a las condiciones que les impone el medio ambiente que les rodea, tienen también mayores probabilidades de influenciar el medio y de vivir el tiempo suficiente en él, como para transmitir dichas características a sus descendientes y, especialmente, en el caso de los humanos, también a sus semejantes. La selección propiamente tal ocurre a través de la competencia y la complementación entre cada ser vivo y el medio ambiente que le rodea, con un resultado que está determinado por la eficiencia con la cual él es capaz de realizar las siguientes funciones:
Buscar, adquirir, memorizar y procesar la información proveniente del medio para:
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Identificar, con el objetivo de protegerse o defenderse, los factores potencialmente desestabilizadores de su medioambiente (o peligros presentes en él). Este proceso se lleva a cabo ya sea directamente, detectando el daño sufrido por los componentes de la estructura (p.ej, a través del dolor o de las substancias químicas liberadas por las células destruidas) o indirectamente, a través de la información memorizada sobre episodios semejantes anteriores (aprendizaje).
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Facilitar el acceso a la energía y a las substancias nutritivas (un tipo de información) necesarias para la subsistencia y la evolución de la estructura.
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Identificar a los posibles organismos afines, capaces de ayudar en las tareas anteriores.
(El proceso de aprendizaje está subyacente en todos los puntos anteriores).
Diseminar información, genética y de otros tipos, con el objetivo de:
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Asegurar la descendencia y la difusión de información a otros puntos del espacio-tiempo, para que prosiga el proceso de evolución.
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Ayudar a otros miembros de la misma especie y de aquellas otras afines y capaces de integrarse en un sistema para facilitar la supervivencia y progreso común, mediante el incremento del grado de adaptación a los cambios que el medio pudiese experimentar (acá aparece el concepto de solidaridad y el proceso de enseñanza).
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Protegerse del ataque de posibles enemigos, a través de advertencias de represalias.
Ocultar información al medio para:
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Protegerse.
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Incrementar las ventajas propias con respecto a la competencia.
En la naturaleza, la selección se produce como consecuencia de una despiadada (o más precisamente, inconsciente, pero obstinada...) lucha por el alimento, por la supervivencia, por el territorio y por la reproducción, en la cual hay muy limitadas evidencias y casi exclusivamente intra-especies, de manifestaciones de piedad y de solidaridad, tal como nosotros las entendemos. La Ley de la Selva, según la cual el más grande, fuerte y sano se come al más chico, débil y enfermo, describe muy bien la forma en la que los medio ambientes naturales buscan sus equilibrios y conducen la evolución de los seres vivos. Allí, todas las maniobras, tácticas y estratégicas, destinadas a engañar, disimular, emboscar y matar, son permitidas y la eficiencia en ellas es premiada con la supervivencia y la trascendencia, tanto de los individuos como de los sistemas por ellos constituidos.
Los mecanismos de la evolución y el ser humano
Es indudable que hace sólo algunas decenas de miles años, cuando el Hombre de Cromagnon ya se diseminaba por el mundo antiguo, la selección natural operaba con él y él con ella, tal como ocurría con cualquier otro ser vivo del planeta, y así continuó sucediendo hasta que el Homo Sapiens-Sapiens se impuso sobre todas las demás especies, excluyendo a las bacterias, virus, hongos, levaduras y algunos insectos que aún ejercen, con un éxito limitado, su opción de actuar como invasores o atacantes del organismo humano. A partir de entonces y mayormente a medida que el número de seres humanos se incrementaba, la selección natural intra-especie pasó a intervenir seriamente en la evolución de ella misma. Examinemos, a continuación, algunas de las formas mediante las cuales ese proceso tiene lugar, incluso hoy, aunque no necesariamente llegue a la eliminación física de individuos:
* Competencias de todo tipo: por el alimento, por el territorio, por la reproducción, por razones comerciales y étnicas, por la energía y la información, por la educación, por el poder (que establece la jerarquía dentro de los sistemas y que permite controlar el medio ambiente individual a voluntad); por imponer creencias religiosas, políticas y de otras naturalezas. Son las competencias las que dan origen a las divisiones y conflictos, incluidas las guerras.
* Alianzas varias (inter-personales, comunitarias y nacionales) destinadas a generar ventajas asociadas a las competencias descritas en el punto anterior.
* Consecuencias de los procesos ya descritos:. dominación, esclavismo, tráfico de influencias, engaño, espionaje, perfidia, hipocresía y otras lacras.
Hasta hace solamente unos cien años, estas prácticas, unidas a la incapacidad del ser humano para combatir seriamente las enfermedades y a la inexistencia de las normas que ahora regulan mucho mejor la convivencia, las relaciones laborales y la solidaridad en las comunidades humanas, hacían que la selección natural biológica operase, intra especie, casi tan libremente como en la naturaleza misma. Desde entonces, gradual pero aceleradamente, la ciencia, la medicina, la tecnología y la Ley han fuertemente alterado las consecuencias de la selección natural en el plano biológico, desplazándola, marcadamente, hacia aspectos sociales, intelectuales, económicos e informacionales. Demasiado largo sería realizar un análisis de cómo ella interviene en todos estos aspectos y, por lo tanto, le sugiero a usted, estimado lector, la tarea de reflexionar sobre ese tema; yo, para no extender en demasía este escrito, me limitaré a señalar que, en el mundo desarrollado de hoy, es mayormente el respeto a las leyes escrita, moral y ética, quien protege al ser humano de experimentar todos los rigores a los cuales estaría expuesto si fuese librado a los designios de la naturaleza, aún en medio de la ciencia y la tecnología más avanzadas. Observe, en apoyo de esta tesis, que cada vez que un conflicto mayor ocurre, tal como una revolución, un golpe de estado o una guerra, se activan los mecanismos de la selección, estilo natura, liberándose con trágicas consecuencias, a pesar de las tímidas leyes internacionales que intentan regularlos. En condiciones normales, es decir en aquellas existentes en las sociedades funcionando bajo pleno imperio de la ley, los mecanismos mencionados afloran nítidamente, casi contando con la tácita aceptación de la comunidad, en los períodos previos a la resolución de todo tipo de competencias, especialmente aquellas por el poder político o administrativo, por la preeminencia económica y también por las metas llamadas deportivas; entonces, en esos disimulados y sustitutivos juegos de guerra y bajo el impulso primario de las emociones y de las pasiones, todo parece valer, desde las zancadillas a la traición, desde la hipocresía hasta la perfidia y mucho más. ¡Sí!, la selección natural continúa siendo un factor preponderante en la evolución de los sistemas sociales, cuestión que no debemos olvidar a la hora de decidir sobre nuestras propias acciones y las de los demás.
Algunos sistemas de origen humano, con bases fundadas en los mismos mecanismos que permiten la evolución biológica y material, son los industriales modernos y el económico de libre mercado, cuyos éxitos para dar curso a una rápida evolución se deben, muy probablemente, a la semejanza que tienen con los sistemas naturales. Por otra parte, en ellos, al igual que en estos últimos, la distracción, la misericordia y la falta de información y conocimientos, se pagan, fácilmente, con la extinción.
Curiosamente, la aparición del ser humano, junto con provocar una transferencia del liderazgo de la evolución de la materia, hacia su cerebro y manos, implicó también la aparición de la conciencia en el universo conocido y, como resultado de su ejercicio, el surgimiento de una posición muy crítica acerca de los mecanismos mediante los cuales opera la selección natural, una de las bases de la evolución hasta entonces. Esta posición crítica de rechazo se ha expresado, desde hace milenios, a través de sistemas filosóficos, religiosos y políticos que han buscado moderar las prácticas acordes con la vía natural, sea cuando ellas son ejercidas sobre miembros de la especie humana como cuando lo son sobre otros integrantes del sistema Tierra, aún cuando ello signifique un freno a la velocidad con la cual tiene lugar la evolución y el incremento del peligro que grupos o sociedades completas, no adherentes a esos predicamentos, adquieran preeminencia sobre los demás. En la actualidad, el juego de fuerzas opuestas, representadas por la política económica neoliberal por un lado y por el otro, por las concepciones religiosas mayoritarias, las concepciones políticas socialistas y las filosofías conservacionistas y ecológicas, es un conjunto que no está en equilibrio, pues el sistema completo continúa siendo regido, preponderantemente, bajo las pautas de la selección natural. Las consecuencias aparejadas sobre la mayoría de los seres humanos debieran ser negativas pues los problemas generados por la rápida evolución de otras estructuras materiales y por la acelerada modificación del medio ambiente, los dejarán no solamente obsoletos en sus capacidades funcionales, sino que también harán caer en crisis a sus propias habilidades de adaptación y a las de los sistemas sociales por él creados.
Sin embargo, aún cuando la visión anterior parezca pesimista, pensando en el ser humano, casi con toda seguridad no lo será para el sistema universo pues la materia continuará con su aventura en él, siempre generando estructuras nuevas, más y más complejas, con mejores capacidades para realizar las funciones generales de todas ellas: la búsqueda, adquisición, procesamiento, memorización y diseminación de información, con el propósito de generar conocimiento. La pregunta clave es: ¿para qué?, ¿qué pretenden las fuerzas del universo a través de la evolución de la materia y la adquisición de conocimiento?.
Las interrogantes están abiertas y las respuestas pendientes; a todos nos corresponde la tarea de pensar en ellas, si queremos ser dignos del legado que se nos otorgó al nacer: la capacidad de desarrollar la conciencia.
APÉNDICE
Note que admitir el proceso de evolución biológica, en cualquiera de sus formas, implica aceptar también el hecho que, entonces, todas las posibles características, adaptaciones y soluciones a las necesidades pasadas, presentes y futuras, ya deberían haber estado latentes en el o en los organismos vivos primigenios. Además, por otra parte y considerando que la evolución biológica no es sino que una faceta de la evolución de la materia, lo anterior nos lleva directo a pensar que todas las características, formas y propósitos de todas las estructuras materiales, ya sean químicas, físicas, biológicas, naturales y artificiales, también deberían haber estado y estar actualmente latentes hasta en la más elemental de todas las partículas (y, de hecho, también en todas y cada una de las demás estructuras hoy existentes).
Según lo anterior se requeriría, entonces, solamente de tiempo, energía y adecuadas condiciones, para dar curso a la evolución de la materia, la cual opera, siempre, en el sentido de incrementar la eficiencia en la realización de las funciones generales que son comunes a toda estructura material, lo cual se consigue a través de un incremento de la complejidad de ellas. El resultado del proceso queda condicionado por las condiciones ambientales particulares del entorno en el cual tiene lugar; aquí en la Tierra resultó como es sólo a causa de las particulares y variables características ambientales que ha habido en ella a lo largo del tiempo; si las condiciones imperantes hubiesen sido otras, como pudiera ocurrir en otro lugar del universo, el resultado, siempre existente, habría sido diferente.
Es posible, también, que tanto las creencias populares en torno a la evolución, las cuales suponen que ella opera exclusivamente creando los órganos en función de las necesidades de los seres, como el mecanismo descrito científicamente por Darwin, correspondan a partes de la verdad total, verdad que debiera evidenciar, también, el mecanismo a través del cual se genera la mayor complejidad de las estructuras y se crea los órganos que permiten satisfacer las necesidades de realizar la búsqueda, la adquisición, el procesamiento, el almacenaje y la diseminación de información, que son las funciones universalmente efectuadas por todas las estructuras materiales existentes.
Las consecuencias de la evolución están claras y parte del proceso mediante el cual ocurre, también; sólo hay que concordar en la explicación e importancia de aquel causante del incremento de la complejidad de los organismos y estructuras.
Osvaldo González Rojas
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