Determinismo sistémico contra determinismo genético

Humberto Maturana Romesín

Uno de los obstáculos principales para comprender fenómenos históricos en general, y fenómenos humanos y biológicos en particular, es nuestra tendencia cultural de pensar en términos lineales, causales. Nuestra línea de pensamiento típica aduce que “A” causa “B”, como si “A” provocara “B” por sí sola. Muchas veces no nos damos cuenta que la llamada relación causal no es sino una abstracción de una regularidad local de la dinámica estructural de un sistema al que no hemos distinguido como tal en nuestro afán de entender, en términos lineales locales, la situación que pretendemos explicar. En otras palabras, muchas veces no vemos o no estamos conscientes del sistema que tenemos enfrente en ese momento: más preocupados por las relaciones lineales locales que constituyen la situación particular estudiada, perdemos de vista las coherencias estructurales del sistema al que pertenece.

La causalidad es una idea a priori que el observador usa para lidiar con las regularidades del flujo lineal de su propia experiencia. Como tal, resulta muy atractiva para una cultura que gira alrededor del control, como nuestra propia cultura patriarcal, pues si se aplica de manera apropiada parecería ofrecer un número ilimitado de posibilidades para el manejo y control de la vida humana, incluyendo las relaciones humanas con la biosfera.

Opuesta a la idea de causalidad, la idea del determinismo estructural no es una noción interpretativa a priori sino más bien un abstraerse de las coherencias de la operación del observador en su rango de experiencias, con lo que sugiere las coherencias operacionales del rango de existencia y operación de los seres vivos. El determinismo estructural no es, por lo tanto, un argumento interpretativo sino nuestra condición de existencia. La idea de determinismo estructural no resulta tan atractiva en una cultura patriarcal ya que su aplicación exige estar consciente y tener una sensibilidad de las coherencias sistémicas del rango de vida del observador, característica que conduce a la cooperación y no al control o al dominio.

Otro obstáculo para distinguir, así como para entender, sistemas, es que la definición de un sistema y la comprensión del flujo de su operación como una totalidad requieren de un observador consciente de que los sistemas existen en dos rangos operacionales sin intersecciones. Es decir, en el rango de operación de sus componentes y en el rango donde operan como totalidades. Para comprender un sistema deben, por lo tanto:

  1. observarlo como una totalidad en su rango de existencia como totalidad;
  2. observarlo como una entidad compuesta, distinguiendo los componentes que lo conforman a manera de red de procesos interconectados; y
  3. observar una relación generativa no causal entre estos dos rangos, que da origen al sistema como totalidad en el contexto más amplio donde existe en esa forma.

Además, ya que solemos analizar sistemas en términos locales lineares de las relaciones causales entre sus componentes, no vislumbramos ni comprendemos fácilmente la dinámica estructural interrelacionada que conlleva el origen simultáneo de un sistema y su rango de existencia, ni tampoco vemos los cambios estructurales coherentes del sistema ni sus circunstancias durante el periodo de conservación del mismo.
Como pienso que debemos entender la composición y la operación de relaciones de un sistema si hemos de entender tanto la calidad humana hoy como su origen mismo dentro de la historia de seres vivos a los que pertenece, a continuación anotaré algunos puntos sobre los sistemas y su operación.

Sistemas

Una red de procesos formada por elementos que interactúan entre sí mismos, bajo cuyas interacciones y relaciones favorecidas se establece un límite operacional que los separa, como un todo, de otros elementos con los que tal vez también interactúen como sistema. Dicho esto, se entiende que un sistema es una totalidad y opera como una totalidad en el rango donde se forme como totalidad. Los elementos que en un instante dado participen en la red de procesos que constituyen el sistema en ese mismo instante son sus componentes. Es decir, los elementos que componen un sistema son sus componentes sólo en tanto participen en las operaciones que lo componen, pues en cuanto dejen de hacerlo dejan de ser parte de los componentes de ese sistema. Así, la existencia de un sistema es operacional; y un sistema sólo existe mientras prevalezcan las condiciones operacionales que lo constituyen. De la misma manera, una célula, una familia, un partido político, un organismo, una fábrica o un país, sólo existirán mientras las relaciones dinámicas externas e internas que los constituyen, y que forman en cada uno de ellos sus extensiones particulares, se conserven a lo largo de su operación. Cualquiera de los elementos, moléculas, personas, comunidades, instituciones, etc., que constituyen estos diferentes sistemas los integran como sistemas sólo mientras participen de su composición. Los elementos que no son parte de un sistema pero interactúan con los componentes de un sistema constituyen el medio en que el sistema existe.

En estas circunstancias, un sistema surge repentinamente y de forma espontánea en cuanto se produce un límite operacional que separe un grupo de elementos en interacción, que a su vez se convierten en sus componentes, de otros elementos con los cuales quizá también interactúen y que se convierten en su medio o rango de existencia como una unidad compuesta ya que no son sus componentes. Para el observador, los sistemas siempre parecen surgir del caos o de la nada, aunque después pueda imaginar un mecanismo o proceso generativo a fin de explicar su origen. Sucede de esta manera ya que los procesos que dan origen a un sistema y los procesos en los que participa el sistema como totalidad, en cuanto es constituido, ocurren en rangos operacionales distintos y, forzosamente, sin intersecciones. Los límites de un sistema son operacionales y surgen como queda explicado. De manera similar, como se ha dicho, también los componentes de un sistema son operacionales; un elemento dado se convierte en componente del sistema tan sólo en cuanto participe de su estructura y dejará de serlo cuando cambie esta circunstancia.

En el momento en que el espectador distingue un sistema, mediante esta operación de distinguirlo, especifica las condiciones que lo constituyen. Así, pues, el sistema es traído al rango de existencia del observador gracias a su operación de distinguirlo; no existe ni preexiste por sí solo como entidad independiente, aun cuando después de ser descrito pueda ser tratado como si existiera por sí mismo. Lo que sucede es que cuando el observador distingue un sistema realiza, mediante su comportamiento, en un rango de determinismo estructural así especificado, un conjunto de operaciones que resultarán en la apariencia del sistema cada vez que ocurran en ese rango. Es más, cuando el observador distingue un sistema, especifica un rango operacional en donde dicho sistema surgirá sin importar si esas operaciones ocurren espontáneamente o como consecuencia del influjo de algún otro sistema. Al conjunto de operaciones que conduce un sistema en particular lo he llamado operación de distinción.

Un sistema no preexiste en el rango de la existencia del observador antes de la realización de la operación de distinción que lo traerá consigo. La existencia es una pretensión/instancia cognoscitiva, de manera similar a la realidad, por eso forma parte del rango de operación del observador como un sistema vivo en el lenguaje. En estas circunstancias, y ya que el lenguaje tiene lugar en el rango de los hechos del observador dentro del flujo recursivo de coordinaciones consensuales de comportamientos,(NOTA 1) la pretensión de existencia como pretensión cognoscitiva origina aquello que se supone existe en la realidad operacional del rango operacional donde se hace dicha pretensión. Ya que la existencia es una pretensión cognoscitiva, un sistema existe tan sólo como un observador pretende, o puede pretender, el hecho de su existencia realizando o estipulando la operación de distinción que lo traerá a la luz en un rango particular de coherencias operacionales de su existir. Lo que quiero decir, entonces, es que cuando el observador habla de existencia y del medio en que un sistema distinguido existe, en realidad está hablando del dominio de interacciones en donde opera y en donde surge con la operación de distinción que lo trae consigo. Es más, de igual forma todo esto se aplica a la existencia del observador.

Pertenecemos a una cultura que opera en términos de considerar que nosotros, los seres humanos, existimos inmersos en una realidad independiente. Esta actitud es lo que nos hace hablar como si fuéramos entidades físicas que existen en el espacio físico; esta es la actitud que nos lleva a darle a la ciencia de la física la preponderancia epistemológica que posee hoy en día. Pero el conocimiento de sistemas vivos y de seres humanos demuestra que los sistemas vivos son entidades sistémicas y que la cognición es una manera de relatar, y no una manera de referirse a una realidad independiente que no puede ser conocida o incluso insinuada. Este conocimiento demuestra que conocer es una manera de vivir en el lenguaje haciendo cosas juntos y que la base epistemológica del conocimiento humano es la operación humana como sistema vivo. Así es, por razones epistemológicas, al explicar los sistemas vivos requerimos de un sustrato que los hace posibles como sistemas vivos; pero no podemos hablar sobre ello pues, al hacerlo, no hablaremos de ello sino más bien de lo que hacemos. En estas circunstancias, lo que hacemos es la existencia y algo está allí cuando se cumplen las condiciones de nuestros hechos verdaderos y posibles. En estas circunstancias, asimismo, el cosmos, que generamos nosotros los seres humanos con las explicaciones de nuestras experiencias como si existiera independientemente de nuestras acciones, surge en nuestros hechos sumergido en un sustrato que no podemos caracterizar, ni tan siquiera para pretender que hay una parecido entre esto y el cosmos que describimos y explicamos. En mi opinión, esta no es una limitante, es nuestra condición de la existencia, y como estamos conscientes de ella nos hemos vuelto totalmente responsables por la forma en que vivimos.

Conservación de la adaptación

En explicaciones evolutivas modernas, la adaptación, relación operacional de una congruencia dinámica entre un sistema vivo y el medio en que existe, es tratada generalmente como una variable. De acuerdo a esta visión, la adaptación es descrita como un atributo de un organismo (y por extensión como un atributo de los sistemas en general), como si los sistemas vivos pudieran estar más o menos adaptados al medio en que existen. Los biólogos que siguen esta línea de pensamiento emplean con frecuencia la palabra “adaptación” para referirse al tipo de congruencia operacional con el medio que un sistema vivo demuestra en su vida (o su operación); y, al hacerlo, manipulan la congruencia operacional entre el sistema vivo y el medio como algo obtenido en el proceso de adaptación. Yo no estoy de acuerdo. Creo que la congruencia operacional entre sistema vivo y medio no es una variable porque es la condición de su existencia (como de todos los sistemas). Que los sistemas vivos estén vivos sólo en tanto se mantenga su relación de congruencia operacional con el medio es obviamente evidente para todos los biólogos en el momento en que reflexionan sobre lo que sucede de verdades la realización del vivir de un organismo. Lo que pasa es que cuando uno observa un sistema vivo puede suponer que sobreviviría mejor en otro ambiente, y uno califica esa opinión de revelación sobre la realidad del sistema vivo. Pero esa reflexión solamente revela la imaginación del observador. Por lo tanto, sostengo que la adaptación como relación de la congruencia operacional entre sistema vivo y medio es, necesariamente, una invariante.

Desde mi punto de vista, entonces, un sistema vivo sólo vive mientras su organización y su adaptación se mantengan, y todos los cambios estructurales tienen lugar en él alrededor de la conservación tanto de su organización como de su adaptación en el flujo continuo de su vivir, o se desintegra. Así pues, la conservación de organización y la de su adaptación son dos condiciones operacionales básicas de existencia para cualquier sistema; todo lo que ha pasado y pasa en la historia de los sistemas vivos ha pasado y debe pasar como un flujo de cambios estructurales bajo la conservación de la organización y la adaptación de los sistemas vivos en un proceso donde sistema vivo y medio cambian juntos de forma congruente.

Sistemas como totalidades

Un sistema no existe como totalidad por sí mismo, en solitario. Existe en un medio en interacciones recursivas que desencadenan cambios estructurales en él, conservando su identidad como sistema de un tipo en particular mientras la organización que lo define y constituye como sistema de ese tipo se mantenga a lo largo de dichas interacciones recursivas. Es decir, los sistemas solamente pueden existir en un medio que desencadene en ellos estos cambios recursivos estructurales gracias a los cuales se mantiene su identidad y adaptación. Por lo tanto, la identidad de un sistema no se determina mediante sus componentes, el tipo de entidad que describe al sistema como una totalidad en un momento dado se constituye en las dinámicas de interacciones donde se realiza como tal, a través del flujo continuo de sus cambios estructurales en la conservación de la organización y la adaptación. Al mismo tiempo, la realización verdadera de un sistema y sus interacciones recursivas en un medio traen consigo, de forma continua, el medio donde se realiza; mientras tanto, la estructura de un sistema y la estructura del medio cambian juntos, congruentemente, a lo largo del flujo de sus interacciones recursivas, de no ser así el sistema se desintegra. La noción de dependencia estructural se refiere a esto. A continuación resumiré y detallaré algunos puntos sobre la idea de sistema:

1. Un sistema existe en interacciones con los elementos de un medio que surgen junto con él cuando se convierte en sistema en su segmentación del medio: medio y sistema surgen juntos. Anterior a esta segmentación, los elementos que constituirán el sistema y el medio no son separables ya que ninguno de estos dos existe; y todo intento de identificar esos elementos antes de que surja en su distinción es una operación que puede ser realizada por el observador sólo después de haber concebido el sistema usando su imaginación. Los sistemas interactúan a través de la operación de los elementos que los componen; las interacciones desencadenan cambios estructurales que son determinados en cualquier momento por su estructura en tal momento. Es más, un sistema sigue siendo sistema de un tipo en particular sólo mientras la organización que define su identidad se mantenga tras los cambios estructurales que tienen lugar en él tanto en sus dinámicas internas y dichos cambios estructurales que sus interacciones en el medio han desencadenado.

2. El medio en el que existe un sistema surge junto con este mismo sistema, todo lo que se aplica al sistema como tal se aplica también al sistema superior que conforma su medio. En estas circunstancias, un sistema existe en la conservación de su organización mediante sus cambios estructurales mientras interactúa en un medio que cambia congruentemente con él tanto como los cambios en el medio permitan la realización del sistema. Así pues, un sistema existe y mantiene su identidad solamente cuando su realización, en sus interacciones recursivas con el medio, resulta en la apariencia del medio de aquellas condiciones que permiten la conservación del sistema, y viceversa. En otras palabras, la conservación de la identidad de un sistema mediante una continua desviación estructural en la dependencia estructural es un fenómeno sistémico.

3. La conservación sistémica de la identidad de un sistema es una característica de su constitución espontánea como una entidad determinada por su estructura y no el resultado de un diseño o propósito. Un sistema surge de manera espontánea cuando las condiciones estructurales que lo hacen posible prevalecen en el trasfondo donde se manifiesta; se mantiene mientras existan las condiciones dinámicas de interacción en el medio donde surge, y del que depende. El trasfondo donde un sistema aparece es, de hecho, un dominio del caos o la nada, un dominio de coherencias estructurales sobre las que el observador no puede opinar antes que aparezca el sistema. El caos y la nada son relaciones cognoscitivas. Después de que el sistema se manifiesta, el trasfondo cambia su carácter y se vuelve cognoscible desde el sistema mismo ya que esto se usa como un indicador de las características del trasfondo donde se originó. Por consiguiente, un sistema surge y se mantiene solamente en las dinámicas sistémicas estructurales que hacen posible su apariencia espontánea en la conservación de la organización que lo constituye. He llamado a este proceso la “organización espontánea del caos o la nada”: todos los sistemas surgen espontáneamente del caos o la nada; el caos o la nada de donde surge un sistema dejan de serlo para convertirse en un medio cuyas coherencias estructurales se hacen evidentes al ser reveladas por la operación del sistema, momento en el cual el observador las usará para explicar el origen del sistema.

4. La conservación sistémica de la identidad de un sistema en sus interacciones recursivas con el medio abre un espacio para que cambien todas aquellas características de la estructura del sistema, y de las relaciones del sistema con el medio que no están involucradas en la conservación de su identidad. En términos generales, cuando en una colección de elementos una de las configuraciones de relaciones entre ellos comienza a mantenerse, un espacio se abre para que todo lo demás cambie junto a lo conservado. En particular, cuando en la realización sistémica de un sistema algunas relaciones comienzan a conservarse aparte de las relaciones de la organización del sistema, todo lo demás se abre al cambio. De igual forma, cuando algunas de las relaciones en las interacciones entre dos o más sistemas empiezan a conservarse junto con las organizaciones de los sistemas involucrados, todo lo demás se abre al cambio junto a lo que se conserva.

Proceso epigenético

El desarrollo de un sistema vivo y, en términos más específicos, la historia vital de un organismo (su ontogenia) ocurren en forma sistémica como una historia de cambios estructurales sobre la conservación de la manera de vivir que define al organismo como una sistema vivo de un tipo en particular. A este fenómeno se le ha llamado epigénesis en la biología, un término que se refiere a las transformaciones sistémicas que un organismo experimenta en su historia vital gracias a las interacciones de su estructura inicial y el medio a lo largo de la conservación de su vivir.(NOTA 2)
Dada la dinámica sistémica del proceso epigenético, las constituciones iniciales genéticas (DNA) y somáticas (citoplasmáticas) de un organismo no determinan los cambios estructurales y de relación a los que será sometido a lo largo de su vivir. Las estructuras iniciales genéticas y somáticas de un sistema vivo (su estructura inicial total) determinan el rango de los diferentes trayectos epigenéticos que puede seguir durante su historia vital como un campo concreto de posibilidades, pero solamente uno se hará realidad en su vivir. En otras palabras, la constitución genética de un sistema vivo no determina las características que desarrollará durante su vida y, por lo tanto, no es adecuada para hablar de determinación genética de las características o rasgos que surjan en la vida de un organismo. Se debe a la naturaleza sistémica de todo fenómeno biológico que, en realidad, no existe la determinación genética de las características de un organismo como tal en su rango de existencia. Una vez más, la estructura total inicial con la que un sistema vivo comienza su vida sólo determina el campo de trayectos epigenéticos posibles. El trayecto epigenético que, de hecho, tiene lugar en la ontogenia de un sistema vivo surge en las circunstancias reales de su vivir al encontrarse con el medio como si éste fuera un sistema independiente. Sin embargo, al mismo tiempo, el lugar del medio donde un sistema vivo comienza comúnmente su vida mediante la reproducción de sus progenitores no es cualquiera; es uno en particular que también ha surgido en la historia sistémica dinámica a la que pertenece el sistema vivo progenitor y en la que el sistema vivo y el medio han cambiado juntos de forma congruente. La historia humana no es diferente.

Epigénesis celular

La dinámica estructural de una sola célula (su dinámica de transformaciones y producciones moleculares) también ocurre como un proceso epigenético. Es decir, el trayecto seguido por los cambios moleculares de una célula a lo largo de su ontogenia individual surge momento a momento en la interacción entre los cambios moleculares desencadenados en la célula por sus interacciones con el medio y aquellos cambios que aparecen en la célula durante el trayecto de su propia dinámica interna. La consecuencia general de este proceso es que la constitución genética total de una célula (es decir, las configuraciones estructural y dinámica de su ADN nuclear, y las configuraciones estructural y dinámica de su citoplasma) cambia a lo largo de su historia vital de tal manera que cuando la célula se reproduce lo hace con una constitución genética total diferente de aquella que tenía en su nacimiento. Como resultado, la progenie de dicha célula tal vez dé origen a la realización de una manera celular de vivir o a un fenotipo ontológico diferente de aquel del progenitor. Este fenómeno ocurre, por ejemplo, en el transcurso de la diferenciación celular que tiene lugar durante el desarrollo embrionario, cuando los diferentes linajes celulares (los diferentes tipos de célula) que componen el organismo surgen mediante un cambio de la constitución genética total conservada en la reproducción de una forma que involucra ADN nuclear y citoplasma. En este contexto, dos procesos sistémicos diferentes pueden ocurrir mediante la reproducción celular de un organismo, lo que suscitará diferenciación celular y de tejido. Se trata de:

1. La conservación sistémica en la progenie de la constitución total genética de la célula progenitora de una manera epigenética que conserve el fenotipo celular ontogénico original;
2. un cambio epigenético en la dinámica estructural de la célula progenitora que propicia un cambio en la constitución total genética de la progenie epigenéticamente conservada en la realización de un nuevo fenotipo ontogénico celular.

Los procesos de la diferenciación celular y de tejido que tienen lugar durante la embriogénesis no son comúnmente vistos o comentados como procesos de desplazamiento del fenotipo ontogénico hecho y conservado en la constitución epigenética de diferentes linajes celulares. Creo que esto ocurre por dos circunstancias: (1) porque en la actualidad la atención del observador generalmente se orienta hacia los procesos moleculares que parecen asegurar la repetición regular de la modelo molecular y de la dinámica celular de acuerdo con una norma conocida o esperada; y (2) porque generalmente asumimos que la estabilidad reproductiva del DNA se debe básicamente a su estructura molecular y no a condiciones sistémicas en su síntesis.

El cambio epigenético de la constitución total genética de una célula (de manera que incluye su ADN) de acuerdo a las particularidades de su historia vital no es un fenómeno de herencia de caracteres adquiridos en los términos que comúnmente se conocen como herencia lamarckiana. Lamarck parece haber propuesto que las características que un organismo adquirió en el curso de la vida que le tocó vivir pueden ser heredadas de forma directa y aparecer en la progenie. Tal propuesta está, por supuesto, en conflicto con nuestra visión contemporánea que asocia la herencia con el ADN. Lamarck, claro está, no pudo haber visto la herencia genética de la forma que lo hacemos ahora, en términos de moléculas hereditarias, pero se ocupó de cómo la historia vital de los progenitores podría participar en la historia vital de su progenie. Creo que este tema puede ser reconsiderado. Como ya quedó dicho, sostengo que la herencia genética es un fenómeno sistémico y no uno molecular, y que ocurre como una conservación sistémica reproductiva de una manera de vivir en un proceso donde tanto el organismo como el medio participan en la conservación de la organización del organismo y su adaptación al medio. El ADN y todo el resto de los componentes celulares determinan qué trayectos epigenéticos son posibles para un organismo al principio de su vida, pero el verdadero trayecto epigenético que el organismo seguirá en su historia vital particular surge en una dinámica sistémica de interacción recursiva con el medio en donde vive. Así, una manera de vivir se conserva mediante la reproducción sólo si la dinámica sistémica que resulta en la repetición de una epigénesis particular se mantiene, y dicha conservación es un proceso sistémico que implica que el organismo y el medio sufren cambios estructurales coherentes. En consecuencia, aunque el fenotipo ontogénico que un organismo vive no se determina genéticamente (sólo por su ADN), su constitución genética lo hace posible y puede ser conservado de forma sistémica en la relación organismo-medio cuando se conserve mediante la reproducción. En estas circunstancias, entonces, el cambio epigenético de la constitución total genética de una célula o un organismo pluricelular durante su ontogenia es un fenómeno mediante el cual el trayecto de la historia vital individual de una célula o un organismo tendrá consecuencias hereditarias en procesos sistémicos involucrados en el fenómeno de la reproducción.

Linajes

Cuando una manera de vivir (un fenotipo ontogénico) comienza a ser preservado generación tras generación mediante la reproducción, surge un linaje. Como dije anteriormente, la conservación de una manera de vivir a través de la reproducción no se determina de forma genética, aun cuando la constitución genética del organismo haga posible dicha conservación. La conservación reproductiva de una manera de vivir es un proceso epigenético sistémico. En la epigénesis la estructura de un organismo y la estructura del medio cambian juntos de forma congruente y, como resultado, cuando la reproducción ocurre el nuevo organismo es depositado en un lugar que determina el vivir de los progenitores. Como resultado de este proceso, algunos de los rasgos peculiares adquiridos a lo largo de la vida de los progenitores pueden ser repetidos de forma sistémica en la epigénesis de la progenie, dando paso a que se establezca un posible, nuevo linaje.

uando esto sucede, un observador verá la herencia reproductiva de la manera de vivir (fenotipo ontogénico) conservado de forma sistémica en el linaje, como si fuera el resultado de un proceso genéticamente determinado. Pero la manera de vivir se hereda de forma sistémica, no de forma genética, y la herencia (heredity, en el inglés, lo he encontrado traducido como “herencia genética”) no es un proceso genéticamente determinado. El fenotipo ontogénico conservado de forma sistémica surge de nuevo en la epigénesis de la nueva generación mediante la conservación sistémica de las estructuras genética y citoplasmática que lo hacen posible, y la conservación sistémica de la estructura del medio donde puede ser realizado.

Ya que el comienzo y conservación de un linaje ocurre como un proceso sistémico y el fenotipo ontogénico o manera de vivir conservada como linaje no se determina de forma genética, toda manera de vivir que pueda conservarse sistémicamente de una generación a otra podrá dar lugar a un linaje. Cuando esto sucede, la constitución genética (DNA) de los miembros del nuevo linaje se abre a cualquier tipo de cambio que no interfiera de forma alguna con la realización de la manera de vivir de ese linaje y empieza a separarse en un trayecto contenido dentro de los límites operacionales que define la realización epigenética del fenotipo sistémicamente conservado. Como resultado, en la sucesión de generaciones de un linaje, todos los cambios genéticos se designan en una dirección que facilite la manera de vivir (fenotipo ontogénico) conservada en el linaje, o el linaje cambia o llega a su fin. Lo que se preserva, de hecho, en la constitución de un linaje, es una relación fenotipo ontogénico-medio.

La historia de los sistemas vivos en la Tierra es la historia de la configuración de una biosfera como un inmenso sistema de epigénesis congruentes entretejidas que surge de forma sistémica, continua y naturalmente, de acuerdo a las coherencias espontáneas estructurales de todos los sistemas involucrados. En este proceso, todo sistema vivo es parte del medio de los otros, formando una red de interacciones recursivas en donde cada sistema vivo y su medio cambian juntos de forma congruente. En el presente, coherencias ecológicas revelan tal historia de conservación sistémica de coexistencia en un campo de constituciones genéticas cambiantes designadas por las maneras de vivir que se mantienen en una manera que facilita su presencia. O, en otras palabras, coherencias ecológicas en la constitución de una biosfera son el resultado necesario de la coevolución sistémica de los sistemas vivos en la Tierra.

De todo lo que he dicho hasta ahora, es evidente que los hábitos y preferencias, ya sean de comportamiento, desarrollo o metabólicas, se constituyen en los rasgos que definen un linaje si es que se conservan mediante la reproducción (reproducción sistémica). También es evidente que dicho fenómeno le otorgue a la evolución una plasticidad, a la vez estructural y temporal, mucho más grande que la esperada sólo de mutaciones y recombinaciones de genes. También es obvio que todos los procesos estructurales y de relación que participan en la realización del vivir de un sistema vivo pueden formar parte del proceso de conservación sistémica de un fenotipo ontogénico. En estas circunstancias, un linaje puede así surgir mediante la conservación de hábitos o preferencias, bien sean orgánicas o de relación.

Los biólogos se han referido frecuentemente a la selección natural como si fuera, actuando como presión directiva, el mecanismo que genera la supervivencia diferencial de sistemas vivos mediante la adaptación al medio en su historia evolutiva. No estoy de acuerdo. Pienso que la selección natural es el resultado de la supervivencia diferencial de los sistemas vivos y no su origen. De hecho, mantengo que el mecanismo generativo de la evolución en los sistemas vivos es una separación ontogénica espontánea, filogenética y estructural que tiene como consecuencia la supervivencia diferencial.

Humberto Maturana Romesín

Ontogénico-ontogenético

(NOTA 1) Los organismos coordinan su comportamiento bien como resultado de su desarrollo en maneras que no dependen de y que no están formadas por sus historias individuales de interacción, que podemos llamar instintivas, o en maneras que dependen de y están formadas por sus historias individuales de interacción y que denominamos consensuales. Coordinaciones consensuales de comportamiento pueden abarcar todo tipo de interacción. Cuando coordinaciones consensuales de comportamiento se vuelven recursivas, es decir, cuando coordinaciones consensuales de comportamiento coordinan coordinaciones consensuales de comportamiento, un nuevo rango de hechos aparece, uno que puede ser expandido mediante más coordinaciones consensuales de comportamientos en los que es posible una variedad infinita de nuevos hechos consensuales, que experimentamos en el lenguajear. En verdad, sostengo que la cualidad de lo humano surgió cuando el vivir en el lenguaje comenzó a conservarse de una generación a otra como la manera de vivir que definió nuestro linaje, hace alrededor de 3 millones de años, en el aprendizaje de los niños mientras surgía nuestra familia ancestral en una rama de primates bípedos.
(al texto)
(NOTA 2) El concepto de epigénesis fue introducido por el embriólogo Caspar Friedrich Wolf en 1759, cuando refutó el preformismo y lo reemplazó por la epigénesis para explicar la progresión de lo simple a lo complejo mediante un desarrollo acumulativo.
(al texto)

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