La extinción masiva actual

Bosquejo de la cabeza del último dodo conocido, dibujado antes de ser disecado
 

La vida en la Tierra está experimentando su sexta extinción masiva y se sabe que es por nuestra culpa.

La tasa actual de extinción de especies en el mundo se ha calculado entre 200 y 1000 veces el promedio de periodos naturales corrientes. El quinto evento, por ejemplo, fue la extinción masiva del Cretácico-Terciario, que no sólo acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años, sino con todos los animales grandes que habitaban en tierra firme. Las temperaturas alcanzaron en promedio 10 grados centígrados más de las que predominan ahora y el nivel del mar estaba 300 metros más alto. El periodo de extinción masiva actual, llamado del Holoceno, incluye las extinciones de la mayor parte de la megafauna en todos los continentes (desde mamuts hasta megaterios) durante la última edad de hielo hace unos 10 mil años, además de la extinción de un sinnúmero de especies de mamíferos, aves, reptiles y anfibios.

En pocas palabras, desde que el ser humano se extendió a lo largo del planeta y alcanzó una población de más de un millón de individuos, comenzaron a desaparecer otras especies a un ritmo solo comparable con cinco otros eventos en los últimos 500 millones de años de nuestro planeta. Cabe recordar que el número de especies extinguidas documentadas en el evento actual es insignificante comparado con el número de especies que han desaparecido sin dejar rastro. Es improbable no haberse topado con un esqueleto (inmenso en tamaño y preservado en el permafrost) de mamut, u olvidar una especie tan vistosa y bien descrita como el dodo. En los últimos cien años “tan solo” se ha documentado la extinción de mil especies de vertebrados, pero el ritmo real en que la Tierra está perdiendo su biodiversidad es apabullante: 5% de su diversidad global desaparece cada década; 1% de la vida animal en estado salvaje desaparece cada año; más de la mitad de los animales habrán desaparecido a mediados de este siglo.

A pesar de que algunas personas puedan encontrar tranquilidad al suponer que la mitad es suficiente, las circunstancias en que subsistirán los animales sobrevivientes serán más bien tristes. Animales emblemáticos como el elefante, el león y el rinoceronte habrán desaparecido en su estado salvaje. La extinción del Holoceno, en medio de la que nos encontramos como se ha dicho, es un evento originado por la presencia y la actividad de grupos humanos en casi todos los ecosistemas del planeta. Un número elevado de estudios ha mostrado que las regiones a donde emigran los seres humanos experimentan extinciones abruptas. Hay tres factores que, en la actualidad, están acelerando aún más el ritmo de extinción: la concentración de gases de invernadero, que ha traído consigo cambios en el clima global; la devastación de los ecosistemas marinos, a través de contaminación química y sobrepesca; y la modificación y destrucción de vastas redes de drenaje y sistemas de ríos en todo el mundo, arruinados para satisfacer fines antropocéntricos como la producción de carne y la extensión de centros urbanos.

Los restos del mismo dodo disecado hoy en día, siglos después de su extinción
 

La rediversificación de especies que ocurrió en la Tierra tras cada evento de extinción masiva (cuando se extinguieron hasta el 96% de las especies) tuvo duraciones de cientos de miles a millones de años. Podemos afirmar que las especies aún existentes se encuentran, en este momento, dando sus últimos pasos en la naturaleza. Las extinciones masivas traen consigo dos hechos de los que debemos aprender: las especies tienden, en su enorme mayoría, a desaparecer tarde o temprano; la vida sigue, ya sea en la forma de las especies más flexibles o con mejor suerte. El Homo sapiens ha demostrado ser una especie de flexibilidad extraordinaria pero, a la vez, ciega de su lugar en el mundo. Porque a pesar de la evidencia, persiste el antropocentrismo, el excepcionalismo humano, esa idea tenaz de que no somos animales, de que somos los únicos seres vivos con un alma y el derecho de controlar la naturaleza. Y tal vez es ahí donde anide la mayor amenaza.

Autor: IIEH

Fuentes:

Biodiversidad, ciencia y gobierno

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