Edita: Instituto Juan de Herrera. Av. Juan de Herrera 4. 28040 MADRID. ESPAÑA. ISSN: 1578-097X

¡Aguas con el agua!

Enildo Iglesias y Gerardo Iglesias.
Montevideo (Uruguay), agosto de 2001.

El 22 de marzo, se conmemoró el Día Mundial del Agua, un recurso que está en franco retroceso. Ya en 1516 Leonardo Da Vinci advertía sobre la falta de agua en el futuro. Hoy, muchos especialistas hablan del «oro azul», del «oro del mañana», «que el agua será el recurso más preciado del nuevo siglo», etc. Así mismo, un número importante de estudiosos, anticipan el estallido de conflictos regionales (incluyendo guerras) por el control de las reservas del vital elemento, el cual, como veremos más adelante, ya alcanza un precio equivalente al de la gasolina. ¿Qué hay detrás de todo esto? Como a cualquier ser humano, pero especialmente por ser trabajadores de la alimentación y la agricultura, este es un tema que nos preocupa. ¿Por qué? ¿Debemos resignarnos a contemplar como el derecho a la vida se convierte en una mercancía?

Meses atrás, en un artículo sobre el mismo tema que hoy nos ocupa, recordábamos que los mexicanos para advertir de un peligro, exclaman: ¡aguas! Aquel artículo se titulaba "¡Aguas con el agua!", hoy lo reiteramos pues más que un juego de palabras, es una urgente advertencia sobre la gravedad de un problema que, muy pronto, afectará a todos los seres vivientes.

Aunque el agua cubre dos tercios de la superficie terrestre, sólo un 2% es agua dulce. "El mundo hoy no tiene más agua que hace 2.000 años, cuando su población era el 3% de la actual, mientras la sobreexplotación de este recurso, la contaminación y los efectos del cambio climático hacen que hoy, algo menos del 40% de los seres humanos, enfrenten problemas con la escasez del agua. Para el 2025 afectará a un 66% de la población mundial [Papp, 2001]. Para ese mismo año, según datos recogidos en un informe de la ONU [PMAM, 2000]: «25 países africanos tendrán problemas de escasez de agua. En Asia Occidental la situación hoy es crítica: el uso de agua per cápita de ocho de los once países de la zona, no llega a los mínimos para la supervivencia; en cuatro de ellos está por debajo de la mitad» [Galindo, 2001].

El 2 de mayo, World Wildlife Fund (WWF), una de las más poderosas organizaciones ecológicas del mundo, publicó un informe donde recomienda a los consumidores de los países ricos «que beban agua del grifo, para bien del medio ambiente y de su propio bolsillo». El estudio señala que el producto embotellado no es mejor ni más seguro que el agua que llega por cañería en Suiza, Estados Unidos o Alemania. La gran diferencia está en el precio: hasta mil veces más caro. El estudio no lo menciona, pero en Buenos Aires, el precio de un litro de agua envasada equivale al de un litro de gasolina.

Gazeta Mercantil, publicó el pasado 3 de mayo parte del informe de WWF. El artículo que lleva la firma de Assis Moreira, señala que: «beber agua embotellada (mineral, spring y purificada), se ha tornado un fenómeno social global. Es el negocio más dinámico en toda la industria de alimentos y bebidas, dominado por dos gigantes como Nestlé y Danone. El crecimiento es de 7% por año y el margen de lucro de hasta 30%. La facturación total del sector fue de 22.000 millones de dólares estadounidenses en el pasado año».

El informe indica que el mercado global de este sector, representa un volumen de 89.000 millones de litros por año, del cual prácticamente la mitad es consumido en Europa Occidental. En este escenario, los italianos son los campeones, con un consumo per cápita de 107 litros al año. Según Catherine Ferrier, de la Universidad de Ginebra, autora del estudio encomendado por WWF, «la explosión que evidencia este sector, es el resultado de un enorme marketing, alimentado por grandes gastos en publicidad, que llegan a 15% del precio de una botella». Ferrier, caracteriza la producción en tres tipos: agua mineral, agua spring (protegida de contaminación, pero no tratada con minerales) y agua purificada (tratada para el uso humano).

El impacto ambiental

WWF alerta sobre los estragos ambientales del comercio internacional de agua embotellada: «Más de 23.000 millones de botellas, el 25% del consumo global, son vendidas fuera del país de origen. Se usan 1,5 millón de toneladas de plástico. Brasil es el campeón mundial de este tipo de envase, prácticamente el 100%. En el otro extremo está Alemania, donde el 97% de las botellas de agua mineral son de vidrio».

Europa es el gran mercado actual, pero según el informe, actualmente las empresas miran hacia Asia y el Pacífico, donde las previsiones de crecimiento son del 15% para el período 1999-2001. Por su parte América Latina, figura con el 7% del mercado mundial y el consumo promedio per cápita es de 12 botellas por año.

El informe señala asimismo, que el 75% del mercado global está en manos de empresas locales: «en los Estados Unidos, son 700. A nivel internacional, la empresa líder es Nestlé. En 67 fábricas, produce Perrier y Vittel (Francia); Arrowhead, Poland Spring y Calistoga (Estados Unidos); Buxton (Gran Bretaña); Furst Bismarck Quelle y Rietenauer (Alemania) y San Pellegrino (Italia). Por su parte Danone amenaza de lejos, con un 9% del mercado y una facturación de 1.500 millones de dólares, apoyada en marcas como Evian, Volvic (número tres del mundo) y Badoit».

Apenas algunos kilómetros de la sede de WWF en Gland, en la casa matriz de Nestlé, la curiosidad era enorme: «¿Dónde está ese estudio, dónde está?», indagaba Francois Perroud, Director del Departamento de Comunicación de Nestlé; la compañía número uno del sector, con una facturación de 4.000 millones de dólares y un 15,3% del mercado global. Para Perroud, es incuestionable que en un país como Suiza no hay riesgo de beber agua del grifo. Pero los negocios van bien por otra razón: «Es el gusto. El agua de cañería no es agradable. Quien quiera beber agua del grifo puede hacerlo, pero no es lo mismo», concluyó Perroud. Nestlé ve en los países en desarrollo un enorme potencial para aumentar sus lucros, especialmente en países como Brasil, China e India, con su Pure Life para una clase media cada vez mayor que desea un agua de calidad.

El impacto sobre la producción de alimentos

Si el mundo sigue con el modelo agrícola actual (que es bueno recordar fue impuesto por las otras transnacionales), gran consumidor de agua, la consecuencia será una reducción en la producción de alimentos. Ya en 1998, el Worldwatch Institute of Washington, pronosticaba que nuestro mundo no sólo estará sediento para el 2025, sino también hambriento.

A lo anterior se suma el uso ineficiente de entre 80% y 90% del agua destinada a la agricultura. Un agricultor del nordeste de Brasil utiliza en promedio 18 millones de litros anuales para irrigar una hectárea, 30 veces más que un israelí sometido a un clima igualmente seco.

Según datos del Ministerio de Planeamiento, en 1998 Brasil perdía 40% de los 10,4 billones de litros distribuidos anualmente en el país. En Colombia, donde la oferta hídrica supera los 57.000 metros cúbicos anuales por habitante (frente a los 47.000 metros cúbicos de Europa) el desperdicio de agua se ubica entre el 30 y el 60 por ciento. Estudios realizados en México señalan que para producir, por ejemplo, una tonelada de trigo (cuyo precio internacional es de aproximadamente 120 dólares), se requieren mil toneladas de agua, mientras que con esta misma cantidad se pueden elaborar productos industriales con un valor aproximado de 14.000 dólares (otra guerra en el horizonte: industria versus agricultura).

Por otra parte, la escasez de agua y el alto consumo de la misma por la agricultura, lleva a que muchas plantaciones en todo el mundo sean irrigadas con agua contaminada. En México, por ejemplo, se riegan aproximadamente 280 mil hectáreas con aguas negras sin tratar, convirtiéndolo en el país latinoamericano que más aguas usadas utiliza para el riego.


Así se abre un dramático círculo vicioso: la baja rentabilidad de los cultivos básicos, ha obligado a los productores a optar por producir para la exportación; pero en este segmento la competencia de los precios es cada vez mayor; los insumos (semillas, fertilizantes, agrotóxicos, etc.) son costosos; los cultivos requieren de abundante riego; el magro margen que dejan los nuevos commodities no le permiten al productor pagar por el suministro de aguas negras y residuales recicladas, por lo tanto sigue utilizando agua contaminada; si el agua que el productor utiliza es de buena calidad, la desperdicia, pues no tiene capacidad económica para adquirir los modernos equipos de riego (presurizados, goteo, etc.) que ahorran agua.

El actual sistema de producción agrícola se encuentra dentro del modelo creado por la Revolución Verde y la consiguiente utilización masiva de agrotóxicos termina por contaminar las fuentes de agua circundantes. El modelo empobrece al campesino y atenta contra su derecho a la vida, pero al igual que agua derramada, las consecuencias se extienden a toda la sociedad. Una de esas consecuencias tiene que ver con la salubridad: relacionada con el contagio de humanos y animales que manejan el agua o la toman; afectaciones del cultivo, especialmente los de consumo directo y en crudo; infiltraciones a los acuíferos y excedentes de riego que llegan a los ríos, lagos y otros cuerpos de agua.

A los problemas que genera el actual modelo de explotación agrícola, debe sumársele una actividad relativamente nueva en nuestros países: las plantaciones extensivas de árboles exóticos. Los grandes países industrializados del Norte agotaron prácticamente sus posibilidades de producir madera (especialmente destinada a la fabricación de papel), por lo cual las grandes compañías madereras han trasladado su producción a los países del Sur. Nuestros gobiernos apoyan y subsidian estas inversiones y por ese camino, grandes extensiones de tierra, antes cubiertas con bosques nativos o dedicadas a la agricultura, hoy son destinadas a las plantaciones de pinos y eucaliptos.

Uno de los problemas que esta política genera es que, por ejemplo los eucaliptos, se plantan a menudo donde antes no existían árboles, lo cual lleva a que la producción de agua en las cuencas se reduce y los niveles freáticos bajan. El eucalipto (al igual que el pino), es de por sí un gran consumidor de agua, con raíces que exploran entre 25 y 30 metros. Además, en plantaciones de eucaliptos, en las cuales no se tienen en cuenta prácticas de conservación de suelos, como la siembra en fajas y la utilización de curvas de nivel, se generan efectos adversos en el suelo, como la compactación de los mismos, perdiendo su capacidad de drenaje, lo que limita la alimentación de las fuentes de agua subterránea. Por otro lado, el agua corre sobre la tierra compactada como si se tratara de un suelo de cemento, provocando inundaciones.

La Rel-UITA está trabajando en este tema y volveremos a ocuparnos del mismo próximamente.

Pero ¿qué pasa con el agua?

El senador estadounidense Paul Simon advirtió en 1999 que el consumo de agua per cápita a nivel mundial, aumenta dos veces más rápido que la población[1], lo cual, aparte de poner en peligro la salud, el desabastecimiento podría aumentar las probabilidades de guerras entre países. En este sentido es bueno recordar que solamente en China unos 500 millones de personas viven en áreas con poca agua. En el mundo capitalista la situación no es mejor, por ejemplo en los estados de California y Florida en EE.UU., el crecimiento de la población supera la provisión local de agua. La situación es tan seria que las regiones sin fuentes de agua pura están recurriendo a embarcaciones que remolcan agua en enormes bolsas de poliuretano flotantes. Hace dos años la empresa Aquarius Water Transportation Maritime, amarró una enorme bolsa de agua flotante frente a la isla griega de Egina. Por su parte, el gobierno turco está usando, con la misma finalidad, bolsas construidas por la Proveedora de Aguas de Noruega.

Así las cosas, el mismísimo Banco Mundial (BM) se sintió obligado a advertir hace dos años que la contaminación, el calentamiento global y la falta de efectividad y medios en el manejo de los actuales recursos hídricos conducirá a que uno de cada cinco países del mundo experimente problemas con el líquido. El BM estimó en ese entonces que el costo de suministrar acceso al agua sólo para el año 2010 sería de entre 31.000 y 35.000 millones de dólares anuales, «cifra con la que ningún país en desarrollo cuenta».

Falta de efectividad y medios en el manejo y necesidad de inversiones, son las claves del pensamiento del BM. Pensamiento que, ¡oh casualidad!, coincide con aquellos que aseguran que gran parte de la crisis del agua pasa por la contradicción entre empresas públicas y privadas. Las empresas públicas, argumentan, además de su natural ineficiencia, mantienen los precios artificialmente bajos por causa de las presiones políticas y como el precio de esa mercancía llamada agua se mantiene bajo, no genera ganancias suficientes para realizar nuevas inversiones. En consecuencia, la solución es privatizar.

Y las compañías privadas nos hacen el favor de asumir el control del agua porque el Estado, es decir todos nosotros, no somos capaces de hacerlo eficientemente. Con ese criterio es que la inglesa Aguas del Támesis, se encarga del agua en Turquía. La francesa Lyonesa de Aguas, es la encargada de suministrar agua y alcantarillado a Buenos Aires (prácticamente todo el suministro de agua en Argentina está en manos privadas). La propia Lyonesa de Aguas y la también francesa Genérale Des Eaux, junto a la portuguesa Aguas de Portugal, participan en concesiones municipales en Brasil, mientras otras están sondeando ese mercado, entre ellas Thames Water (inglesa), Aguas de Barcelona (española) y Berliner Wassen (alemana). Las experiencias con la privatización del agua en Argentina y algunas localidades de Uruguay (para tomar solamente dos ejemplos), no han solucionado ninguno de los problemas existentes, por el contrario los han agravado.

Así las cosas, dos canadienses, Sylvie Paquerot y Emilie Revil[2], afirman que «las grandes corporaciones compiten para explotar la creciente penuria del precioso líquido y, junto a algunos países poseedores de ese recurso, se ven a sí mismas como la OPEP del agua, fingiendo ignorar que en este caso se trata de un recurso vital». Y agregan que «el Toronto Globe and Mail, de Canadá, ya preveía en 1991 que la privatización del agua sería la megaindustria de la siguiente década. El Wall Street Journal anunciaba en 1998 que, luego del teléfono, la energía y el gas, el agua sería el próximo servicio donde se desarrollaría la competencia internacional».

Por su parte, el brasileño José Antonio Chaves, un ex profesor que montó una firma especializada en la gestión de activos ambientales es muy claro al respecto: «El agua es una inversión más segura que el café o la soja, que sufren oscilaciones de precios en función de la zafra y stocks mundiales, y que el mismo oro». Por lo tanto, en su opinión los hidrocommodities (¡vaya palabrita!), son opciones de inversión atrayentes principalmente para los fondos de pensión, que necesitan componer sus carteras con aplicaciones seguras y rentabilidad firme en el largo plazo»[3]. ¿Está claro?

Todo atado y bien atado

Paquerot y Revil en el artículo anteriormente citado también señalan que: «Mientras la población canadiense se inquieta por el peligro que los acuerdos comerciales como el TLC implican sobre los recursos hídricos, las grandes firmas de ingenieros y de transporte esperan tranquilamente el día en que finalmente puedan organizar el comercio mundial del agua, como el del petróleo o el de la madera... Los gobiernos, ya de por sí sometidos a las reglas de la organización Mundial del Comercio (OMC), se verían impotentes en la zona de librecambio de Alaska a Tierra de Fuego, donde la preponderancia de las normas del mercado libre sería aún mayor. El TLC ya impone a sus Estados miembros limitaciones mucho mayores que la OMC: en virtud de su capítulo 11, los inversionistas, ahora dotados del estatuto de sujetos de derecho internacional, anteriormente sólo reservado a los Estados, pueden iniciar acciones legales directamente contra los gobiernos... Si el gobierno canadiense decidiera reservar las extracciones masivas de agua, su exportación o incluso la gestión de los servicios de distribución a compañías privadas canadienses, podrá ser objeto de acciones judiciales por parte de las compañías de otros países del TLC, a las que deberá indemnizar».

«Por último, el principio de trato proporcional (otra disposición única en su género), inscripto en el TLC, significa que una vez comenzada la exportación de agua hacia, por ejemplo, Estados Unidos, cualquier restricción que el gobierno canadiense quisiera introducir debería estar acompañada de restricciones idénticas en el plano interior. En otras palabras, una vez iniciada la exportación de agua hacia un país miembro del Acuerdo, éste tendría derecho a reclamar, prácticamente a perpetuidad, la fracción correspondiente de las aguas canadienses. En la eventualidad de extender tales cláusulas al ALCA, el gobierno canadiense, al igual que los gobiernos de todos los otros países americanos, perderían incluso el derecho de decidir no exportar su agua hacia un país que, como Estados Unidos, la dilapida... En los hechos, el agua quedaría así fuera del principio de soberanía permanente sobre los recursos naturales».

Detrás del ALCA entonces, puede esconderse también el tema del agua y si esos son los temores de los habitantes de un país como Canadá ¿qué queda para nosotros? Nos imaginamos al presidente de Uruguay, que pocos días antes del brote de aftosa en ese país, soñaba con abrir 7.000 carnicerías en los Estados Unidos, pensando ahora en instalar siete millones de grifos de agua en el gran mercado del norte, lástima que sólo los grifos serían uruguayos, ¡el agua no!

El agua mejorada

Posiblemente el primer caso de agua mejorada de la cual se tenga memoria, es el agua bendita utilizada en las iglesias. Pero ahora las grandes compañías de refrescos también son atraídas por el buen negocio. Coca-Cola y Pepsi-Cola hacen valer la capacidad instalada en sus redes de distribución, para vender agua purificada.

En 1998, la Asociación Brasileña de Industrias de Aguas Minerales (Abinam), concurrió a Brasilia para manifestarle al gobierno su preocupación por la presencia en el mercado de aguas embotelladas no minerales, vendidas como «adicionadas con sales». La Asociación entendía que esas aguas no minerales estaban siendo vendidas de una forma que «engaña» al consumidor, creándole la impresión de que se trata de aguas minerales. Esto porque un Decreto de 1995 permite que esas aguas, incluso las de la red pública sometida a tratamientos especiales, pudiesen ser vendidas bajo la denominación «adicionadas con sales». Una de las marcas de este tipo de agua más cuestionadas por confundir al consumidor era Fonti ("fuente" en italiano) elaborada por Brahma. La otra marca mencionada era Bonaqua, producida por Coca-Cola. Una investigación encomendada a la consultora A.C. Nielsen por Abinam, demostró que los consumidores reconocían a las aguas adicionadas de sales como aguas minerales. Como si lo anterior fuera poco, en el año 1998 en Brasil la carga tributaria para las empresas de aguas minerales era de 50%, mientras la aplicada a las fabricantes de aguas a partir del grifo era de 30%.

Quiere decir que primero se privatiza el suministro del agua. Los nuevos propietarios no actúan con criterio social (por ejemplo llevando el servicio a pequeñas poblaciones alejadas de los centros urbanos) pues eso resultaría ineficaz, no rentable y por lo tanto perjudicial para los negocios. Pero se aseguran nuevos clientes, las compañías de aguas mejoradas, quienes a su vez reciben beneficios fiscales.

El caso de Coca-Cola

Después de dedicar todo el año pasado a reorganizar sus negocios en el mundo (lo cual significó, entre otras medidas, la eliminación de numerosos puestos de trabajo) Coca-Cola escogió como prioridad para el 2001 la disputa por el liderazgo en los sectores de agua embotellada y jugos, sin que esto signifique descuidar, claro está, los refrescos que constituyen su principal negocio.

El presidente de Coca-Cola Américas, Jeffrey Dunn, acaba de anunciar que la compañía optó por utilizar agua de la red pública incrementada con sales minerales, en lugar de buscar agua mineral en la fuente. «Nuestro modelo es el mejor -aseguró el pragmático Dunn- pues directo de la fuente es más caro y la fuente puede secarse»[4]. En consecuencia, la compañía estudia ahora lanzar al mercado agua conteniendo calcio, flúor, sabores y gas.

Las marcas Ciel y Bonaqua (vendidas fuera de los EE.UU.), serán las que recibirán mayor publicidad, especialmente en Brasil y México. Por su parte el agua Dasani (vendida en EE.UU. en pequeñas botellas de plástico de color azulado) que a finales del año pasado ocupaba la sexta posición en ese mercado, hoy se encuentra en el segundo lugar y la compañía está invirtiendo 20 millones de dólares para promocionar la marca.

La respuesta de Dunn a los que afirman que el agua de la transnacional no puede ser considerada agua mineral es simple: «bueno, es agua con minerales». El ejecutivo también reconoce que en Europa también existen problemas con la denominación: «Ellos quieren que coloquemos en la etiqueta la advertencia "agua industrializada". Eso no suena bien para el producto, no sería bueno para los negocios». Claro que los negocios también crean problemas entre los negociantes. La nueva estrategia de Coca-Cola puede afectar a algunos de sus embotelladores autorizados, por ejemplo Panamco Spal en Brasil, que en 1995 lanzó al mercado el agua mineral Cristal. El hecho es que Cristal vendió 17% más durante el año pasado que en 1999. Marcos Póvoa, director de Panamco en Brasil, manifestó el pasado marzo que se encomendó una investigación que detectó que por encima de lo saludable, beber agua es fashion. Por ello es que la compañía está lanzando una campaña que explicará que beber agua es una actitud. ¿Cómo tomará Panamco la competencia que a su agua mineral le realizará el agua mejorada de su matriz? Es algo que está por verse.

Las otras empresas aguateras

Nestlé, como dijimos líder mundial en la venta de aguas minerales, sigue interesada en aumentar su participación en los lucros que produce ese segmento. Una pista la ofrece Manuel García, gerente de la compañía en Chile: Nestlé se mantiene «atenta y alerta a todo lo que ocurra en el mercado de la alimentación en el más amplio sentido de la palabra. Por ejemplo, no estamos presentes en el área del agua mineral, estamos interesados en él y en algún momento habrá que participar en el sector»[5]. De todas formas, actualmente la compañía importa y distribuye en Chile sus marcas Perrier y San Pellegrino.

Danone, la transnacional francesa, se autodefine como una compañía con responsabilidad social y mantiene algunos acuerdos de alcance mundial suscriptos con la UITA, que muestran esa actitud. Pero el agua es un negocio... y los negocios son los negocios. Una de sus últimas adquisiciones (junto con la brasileña AmBev) fue la compañía de capital nacional Salus, de Uruguay, que produce agua mineral y cervezas. El agua mineral Salus es líder del mercado (42%) por lo tanto la compañía al momento de su venta era -y continúa siendo- rentable. En noviembre del año pasado Salus contaba con 280 trabajadores, en marzo los nuevos dueños propusieron un programa de retiros voluntarios al cual se acogieron 26 personas; en abril se negocia un plan de retiro para aquellos que deberán jubilarse en los años 2002 y 2003 al cual se acogieron otras 21 personas; mientras que a otro plan de retiro para trabajadores de cualquier edad sólo se acogió uno. Todo esto da un total de 48 puestos de trabajo perdidos, casi el 20 % del personal existente al momento de la compra. La empresa plantea ahora que se deben tercerizar algunas secciones que implican otros 24 puestos de trabajo y que, además, hay otros 28 trabajadores excedentes. La cifra total de puestos de trabajo eliminados se elevaría entonces a 100, más de la tercera parte del personal existente en noviembre de 2000. Queda claro que lo que Danone y AmBev compraron fue un hidrocommodity, y que pretenden recuperar lo antes posible la inversión para adquirir otro... lo demás, no es cosa suya.

A modo de conclusión

Las citadas Paquerot y Revil finalizan su artículo de la siguiente manera: «Si la vida no es una mercancía, es necesario volver a encontrar urgentemente el sentido y el espacio de un bien colectivo, de un patrimonio común de la Humanidad que en ningún caso puede quedar sometido a los imperativos del mercado. En una lógica donde la escasez determina el precio, o donde el valor se fija según la ley de la oferta y la demanda, una computadora vale más que una vida, pues la demanda de los ecosistemas no será jamás solvente, ni tampoco la de millones de seres humanos iguales en dignidad y derechos, como sin embargo se afirmaba solemnemente hace apenas medio siglo».

«Excluir el agua de todas las transacciones internacionales, colocarla fuera del campo de la Organización Mundial del Comercio y de los tratados sobre las inversiones internacionales y, además, pensar en organizar la forma de compartirla a nivel mundial, sería un primer paso simbólicamente esencial: Excluyendo el agua de las transacciones comerciales, es el derecho a la vida que se intenta preservar. Y por supuesto, el conjunto de los bienes comunes -la educación, la salud, el conocimiento y la información- que hacen de la Humanidad lo que ella es».

Compartimos plenamente los conceptos y la propuesta. Lanzamos entonces desde aquí la invitación a las organizaciones sindicales y sociales interesadas a intercambiar ideas de cómo llevar adelante esta iniciativa.

El tema del agua, como el del cambio ambiental, son de orden político. El Protocolo de Kioto es político, por eso las dificultades que encuentra para su aprobación. En el caso del agua proponemos dar inicio a una campaña destinada a presionar a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para que de una vez por todas termine con los pronósticos y asuma su responsabilidad en el tema, por ejemplo, trasladándolo al Consejo de Seguridad. Si como se pronostica, el agua será motivo de guerras en los próximos años, debe recordarse que la ONU fue constituida con el propósito de establecer un nuevo orden internacional que asegurara una paz mundial duradera. Por su parte, el Consejo de Seguridad tiene por finalidad de intervenir cada vez que sea preciso para conservar o restablecer la paz.

Tenemos dudas que esta iniciativa cristalice, pero creemos que el intento vale la pena. Por lo menos la sociedad mundial tendrá derecho a exigir, con el mismo argumento del BM -al fin y al cabo un organismo especializado de la ONU- la disolución del Consejo de Seguridad por ineficaz y algo habríamos logrado. ¿Ustedes qué opinan?

Referencias bibliográficas

Papp Edith (2001) Centro de Colaboraciones Solidarias (Madrid. España. Marzo, 2001)

PNAM (2000) Perspectivas para el Medio Ambiente Mundial

Galindo Juan Carlos (2001) Centro de Colaboraciones Solidarias (Madrid. España. Marzo, 2001)

Fecha de referencia: 15-6-2002

NOTAS
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1: Achacar el aumento del consumo del agua a la población es una forma de esconder el verdadero problema. Si bien puede efectuar un ahorro, por ejemplo cambiando el baño de inmersión por la ducha, una persona no puede beber diariamente más litros de agua que lo normal. El despilfarro del agua, al igual que otros impactos ambientales obedece a las prácticas de consumo. En los países ricos, el consumo ha estado creciendo a una tasa mayor que la población mundial. Desde el año 1900 la economía mundial creció 20 veces, el consumo de combustibles fósiles 30 y la actividad industrial 50. Dentro de este consumismo desenfrenado se inscribe también el tema del agua.
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2: Respectivamente, Presidenta de la Asociación Quebequense para el Contrato Mundial del Agua y miembro del Grupo de Investigación de Interés Público de la Universidad de Québec en Montreal (UQAM) en ¿Los recursos hídricos a remate?, Le Monde Diplomatique "el Dipló", Buenos Aires, abril 2001.
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3: Gazeta Mercantil, 19.11.99. El destacado es nuestro.
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4: Gazeta Mercantil, 07.07.01
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5: Estrategia, Santiago, 27.06.01.

FUENTE: http://habitat.aq.upm.es/boletin/n20/aeigl.html

 

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