Nuestro cuerpo contiene un sistema nervioso que funciona de forma separada de nuestro cerebro, un sistema tan complejo que ha sido llamado “el segundo cerebro”.
Este segundo cerebro, compuesto por alrededor de 500 millones de neuronas (cinco veces más que el cerebro de una rata), es el sistema nervioso entérico (SNE) y se encuentra repartido a lo largo de 9 metros en las envolturas de tejido que revisten el esófago, el estómago, el intestino delgado y el colon. Nuestro segundo cerebro es, al menos evolutivamente, en realidad el primero; se trata de una estructura que emergió en los primeros vertebrados hace 500 millones de años. De hecho, se ha especulado que nuestro cerebro, el centro del sistema nervioso somático, pudo haber surgido de la evolución del SNE.
Las funciones del SNE son completamente autónomas: regula las secreciones pancreática y biliar, los movimientos, reflejos y contracciones de nuestro aparato digestivo. Es decir, controla la digestión. Estudios publicados en la última década, sin embargo, han revelado que también juega un papel importante en nuestro bienestar físico y mental, en que tan sanos estamos y que tan felices nos sentimos. Gran parte de la información que el aparato digestivo le envía al cerebro está relacionada con nuestro bienestar pero no es un proceso consciente. El SNE influye en nuestro estado de ánimo y en nuestro comportamiento para completar sus funciones.
El estado digestivo determina qué programa será seleccionado y cargado en el intestino. El SNE requiere de un número elevado de neuronas por dos razones. Por un lado, la digestión es una serie de procesos químicos complejos; el SNE no sólo dirige el movimiento mecánico de la comida a lo largo del sistema digestivo, también mantiene el ambiente bioquímico apropiado en cada segmento, ajustando el pH y la composición química para que las enzimas digestivas trabajen de manera eficiente. Por otro lado, comer es peligroso, siempre ha sido peligroso. Cuando ingerimos alimentos descompuestos o portadores de agentes tóxicos, desde bacterias y virus hasta compuestos no digeribles, se produce una cadena de respuestas para proteger al cuerpo, que conducen a la diarrea o el vómito, o ambos. Los cerebros controlan el comportamiento y el cerebro del sistema gastrointestinal, el SNE, ha almacenado una variedad de programas de comportamiento en sus redes neurales, a la manera de una biblioteca.
El 95% de la serotonina (el neurotransmisor relacionado con el buen humor, el placer y la saciedad) en nuestro cuerpo se encuentra en el tracto gastrointestinal. Este neurotransmisor comunica nuestros dos cerebros, aunque gran parte de la comunicación es unidireccional, 90% viaja del SNE al sistema nervioso central. La calidad y cantidad de nuestros alimentos diarios, el nivel de estrés en nuestro ambiente, así como la composición de nuestro microbioma, determinarán qué tipo de señales son enviadas. Su impacto en nuestra vida diaria, en nuestra salud y bienestar es enorme, y puede abarcar desde estreñimiento o síntomas de depresión hasta el desarrollo de síndrome del intestino irritable.
Este “segundo cerebro” ha comenzado ha estudiarse con más detenimiento y fallas en algunos de sus procesos ya se han relacionado con condiciones más serias: la enfermedad de Alzheimer, Parkinson, obesidad y diabetes. Ciertas técnicas de biofeedback, o biorretroalimentación, han permitido que algunas personas controlen de forma consciente su actividad gastrointestinal, aprendiendo a activar conexiones entre los dos cerebros. Hoy en día, sin embargo, persiste un casi completo desconocimiento de las interacciones entre el SNE y el SNC.
Autor: IIEH
Fuentes:
Un cerebro en la cabeza y otro en el sistema digestivo
El sistema nervioso entérico: el cerebro en el aparato digestivo