LAMARCK Y LA VENGANZA DEL IMPERIO


Máximo Sandín
Universidad Autónoma de Madrid


"No escribo para aquellos que examinan rápidamente los libros nuevos, casi siempre con la intención de hallar en ellos sus ideas preconcebidas, sino para los pocos que leen, que meditan profundamente, que aman el estudio de la naturaleza y son capaces de sacrificar incluso sus propios intereses, por el conocimiento de una verdad nueva".
J. B. Lamarck (1744-1829)

Historias y cuentos

El evolucionismo de Lamarck descrito en Philosophie Zoologique (1809) no tuvo mejor recepción que sus demás teorías. Cuando Lamarck presentó al emperador Napoleón una copia del libro, se vio reducido al llanto por la insultante reticencia de Napoleón a aceptar lo que creía un trabajo sobre meteorología. Lamarck siguió publicando docenas de artículos hasta 1820, pero pasó los últimos once años de su vida ciego y en la indigencia. Fue enterrado en una fosa común y sus huesos fueron exhumados cinco años mas tarde para hacer sitio para otros. (Harris, C. L., 1985).

Esta narración, tan escueta como cruel, es sólo una de las variadas formas con que muchos historiadores de la evolución (del darwinismo, para ser más exactos) suelen liquidar las aportaciones de Jean Baptiste de Monet, Caballero de Lamarck a la Biología. Sin embargo, los mismos historiadores adoptan un tono más comprensivo, casi tierno, cuando describen las terribles circunstancias a que tuvo que enfrentarse Charles Darwin: “La publicación de “El Origen de las Especies” en 1859 desató un escándalo descomunal en la sociedad británica, y Darwin tuvo que sufrir la humillación de ver su inconfundible rostro barbudo caricaturizado sobre el cuerpo de un mono. Al mismo tiempo, las autoridades eclesiásticas de la Iglesia Anglicana denunciaron que la Teoría de la Evolución constituía la visión más degradante del ser humano jamás concebida, y alguno incluso llegó a compararle con la serpiente del Jardín del Edén, por intentar pervertir a la sociedad británica con sus «ideas perversas»”.

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