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Océanos en el precipicio

El cambio climático, la sobrepesca, la contaminación y el
desconocimiento social están llevando a muchos ecosistemas marinos
a una situación límite

MÓNICA SALOMONE
- Santander - 26/08/2008

Una tienda de recuerdos de playa parece un sitio inocuo, incapaz de poner a nadie de mal humor. Excepto si el cliente es el oceanógrafo Carlos Duarte, profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), presidente de la Sociedad Americana de Limnología y Oceanografía, y premio nacional de Investigación 2007. Duarte fotografió esta semana el escaparate de uno de estos -para él- templos del horror, para mostrar el motivo de su enfado. Los restos de especies amenazadas como el Tridachna gigas, un bivalvo gigante del Indopacífico; el Strombus gigas, un caracol del Caribe, y varios corales aparecen en perfecta fila. Baratos souvenirs de verano, carísimas desgracias ambientales. "Las especies amenazadas se exhiben con total impunidad en tiendas de todo el mundo. Después de todo, ¿quién sabe que es Tridachna gigas?", se lamenta Duarte.

Un tercio de las especies de corales está al borde de la extinción

Pero la cosa va mucho más allá. Para él y otros muchos investigadores, el desconocimiento social y científico agrava aún más problemas como la sobrepesca, el cambio climático y la contaminación, que están llevando a muchos ecosistemas marinos a una situación límite. Y tras la alerta, una advertencia: la vida de la humanidad y la de los océanos corren paralelas, y muy juntas.
El mensaje Salvemos los océanos no es nuevo. Pero resuena cada vez más alto. En los últimos meses se solapan los informes alarmantes. Y no es casualidad. Los expertos en ciencias marinas sienten la necesidad de llamar la atención, admite Duarte. "Hay evidencias de que hemos llegado a puntos de no retorno".
Hace unas semanas, Jeremy Jackson, veterano investigador estadounidense, publicaba en la revista PNAS una revisión sobre los ecosistemas marinos. Entre sus conclusiones está la predicción de que la sobrepesca llevará a la extinción a las especies comestibles y tendrá un efecto indirecto sobre toda la cadena alimentaria. Además, las llamadas zonas muertas, en las que la falta de oxígeno impide el desarrollo de la fauna marina, se extenderán cada vez más a lo largo de la costa, y las corrientes, alteradas por el cambio climático, modificarán los ciclos de nutrientes.
Jackson menciona los efectos combinados de la destrucción del hábitat, la sobrepesca, el calentamiento, la acidificación de los océanos y la pérdida de nutrientes entre los principales culpables de una rápida transformación de ambientes antes ricos y complejos, con intrincadas redes ecológicas, en ecosistemas sencillos dominados por microorganismos, algas tóxicas y medusas.
"Las cosas están empeorando muy rápido", dice Jackson. "Es, como el cambio climático, un problema que hemos ignorado durante mucho tiempo. La situación de los océanos podría ser incluso peor, porque en muchos sentidos estamos muy cerca del precipicio".
El pasado febrero, Science publicaba un 'Mapa global del impacto humano en los ecosistemas marinos'. Muestra que en más del 40% de los océanos, la acción humana tiene un impacto alto, mayor del esperado. Uno de los mares más afectados es el Mediterráneo.
Entre los ecosistemas más frágiles están los corales. Un reciente estudio publicado en Science indica que están más amenazados de lo que se creía. Un equipo de expertos dirigido por Kent Carpenter, de la Unión Mundial para la Naturaleza (IUCN), ha evaluado el estado de conservación de las 845 especies conocidas de corales que construyen barreras y viven en simbiosis con algas. Concluyeron que alrededor de un tercio está en riesgo de extinción. Las causas: los contaminantes, la pesca destructiva y el calentamiento. Dentro de sólo unas generaciones, bucear entre barreras coralinas será un raro lujo.
Todos estos resultados se agravan por dos cuestiones. Una es que, pese a todo, aún se sabe muy poco sobre lo que pasa en los mares. El universo microbiológico marino está muy poco explorado, y los investigadores tienen el temor no sólo de que muchos seres desaparezcan antes de haber sido estudiados, sino de que unas pocas naciones comiencen a explotarlos por su cuenta. Naciones Unidas ya ha creado un grupo de trabajo al respecto.
La otra preocupación añadida es que se destinan muchos más fondos a investigar sobre la tierra que bajo el agua. El Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) incluyó en su último informe sólo 85 cambios biológicos relacionados con el calentamiento detectados en ecosistemas marinos, frente a 28.500 terrestres. Y eso, cuando hay evidencias de que los organismos marinos podrían estar reaccionando al cambio climático aún más rápido que las especies terrestres.
Pero los oceanógrafos piden, además de fondos, medidas políticas: crear reservas marinas, respetar la regulación sobre pesca, combatir los vertidos de fertilizantes, aplicar seriamente las medidas para reducir emisiones de gases y promover medidas de conservación a escala local. No parece haber otra receta para salvar los océanos.

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