No es difícil vincular el tifón Haiyan con el calentamiento global.
El océano Pacífico se está calentando a un ritmo más rápido que en los últimos 10 mil años. Y no por un margen estrecho: el ritmo de los últimos 60 años es 15 veces más rápido que el de cualquier otro periodo. Otro hecho conocido: las tormentas reciben su energía del mar; ese calor añadido, al liberarse de la superficie del mar a la atmósfera, aumenta la intensidad (si bien no su número) de tifones y ciclones. Un mundo más cálido produce tormentas tropicales más violentas. En el último mes, dos diferentes paneles de expertos (del IPCC y la ONU) publicaron estudios que determinan la probabilidad de que el fenómeno de calentamiento global actual sea producto de la actividad humana: 95%.
A pesar de todos los estudios e investigación de la ciencia en relación al impacto de la actividad humana sobre el sistema climático global, casi no se hace nada al respecto. Esto se debe, sobre todo, a la noción de que la reducción de las emisiones de CO2, al control y disminución del uso de combustibles fósiles, conlleva el estancamiento de la economía. Y el estado actual de la economía global, plagada de endeudamientos, demanda crecimiento económico. Irónicamente, a no muy largo plazo, los desastres climáticos afectarán las economías de muchos países mucho más que el recorte de emisiones. Sin ponerle precio a las vidas humanas, Sandy costó 68 mil millones de dólares en 2012. La temporada de monzón de 2011, que inundó el norte y centro de Tailandia, interrumpió las cadenas de suministro a nivel global, además de reducir en 14% el PIB de Tailandia ese año. Etc.
La creciente, y reciente, fuerza de los desastres naturales debe promover acciones, como en alguna época lo hicieran otras catástrofes ambientales: La Gran Niebla de 1952 en Londres, que mató a más de 12 mil personas, dio lugar a una nueva serie de normas legales, la Clean Air Act, en 1956, que restringió la contaminación del aire. De igual forma, la enfermedad de Minamata, provocada por la contaminación por mercurio de la bahía de Minamata (a manos de la Corporación Chisso, desde 1932 hasta 1968) en Kyushu, Japón, originó nuevas regulaciones ambientales en ese país. En ninguno de los dos casos se dio una respuesta inmediata, y tanto los gobiernos como la población general se tardaron años en apreciar la claridad de un vínculo causa-efecto que hoy en día resulta obvio.
La clave está en comprender y aceptar lo que nos dice hoy la ciencia, ya que la diferencia de puntos de vista da lugar a acciones muy distintas: ¿Los extremos del clima son actos normales de la naturaleza? ¿La actividad del ser humano en los últimos 150 años está exacerbando los extremos climáticos? En el primer caso, los gobiernos y agencias civiles dan socorro, asistencia y ayudan a la recuperación de las áreas afectadas, a un gran costo económico y humano. En el segundo caso, se agrega la prevención, la adaptación de los asentamientos humanos a los desastres naturales, y la mitigación de los extremos climáticos al abandonar los modelos económicos que requieren de altas emisiones de CO2, a gran costo económico.
La semana pasada, en Varsovia, durante la apertura de la XIX Conferencia sobre Cambio Climático de la ONU (COP19), el delegado de Filipinas, Naderev Saño, dio un discurso conmovedor que levantó a los otros participantes de sus asientos. Haiyan, que alcanzó vientos de 315 km/h, destruyó gran parte de la ciudad de Tacloban, donde vivía la familia de Saño. Sin saber si sus parientes se encontraban a salvo, habló sobre la responsabilidad de los países desarrollados, sobre la urgencia de despertar y mirar la realidad de las catástrofes naturales que ocurren a lo largo y ancho del mundo, y retó a los escépticos a vivir en una isla del Pacífico. Casi enfurecido, dijo: “me niego a vivir en un mundo donde las supertormentas son un fenómeno normal y cotidiano, en un mundo donde tenemos que contar los muertos por millares, año con año”. “Se nos acaba el tiempo”, añadió, “por favor, dejen que este año sea recordado como el año cuando descubrimos el valor para aceptar la responsabilidad del futuro que queremos”. Saño concluyó su discurso con el anuncio de su huelga de hambre, durante la COP19 no comerá alimento alguno, hasta que se firmen proyectos decisivos.
Después de una semana de negociaciones, y a pesar de los ruegos de Saño, no se ha logrado nada en COP19. Ninguno de los principales países emisores de CO2 y otros gases de invernadero se ha comprometido a disminuir más sus emisiones. El nuevo gobierno de Australia introdujo una reforma de ley para desechar el impuesto sobre las emisiones de carbono. Japón restringió su objetivo de recortar sus emisiones de CO2 en un 25%. Después del accidente en la planta nuclear Daiichi de Fukushima, Japón desactivó todas sus plantas nucleares y, tras el fracaso del proyecto que subsidió un cambio a la energía solar, ha tenido que regresar al carbón, gas y petróleo para sus necesidades energéticas. El mundo deberá esperar a la Conferencia de París, en 2015.
Autor: IIEH
Fuentes:
¿Debemos culpar al clima por el tifón Haiyan?
Estudio: Hoy en día, el océano Pacífico se calienta 15 veces más rápido que hace 10 mil años
El tifón Haiyan debe impulsar acciones sobre cambio climático
Ver más:
Video de IISD: El delegado de Filipinas Naderev Saño, COP19, Varsovia
Discurso del delegado de Filipinas después del super-tifón Haiyan