Darwin y la ciencia

Guillermo Agudelo Murguía

Solamente los peces muertos van siempre con la corriente
-Linda Ellerbee

Hacia el final de su libro, The God Particle,(Nota 1),  escrito hace más de veinte años, el físico Leon Lederman lamentaba la analfabetización científica en esos días. Se quejaba de que solamente una de tres personas podía definir una molécula o nombrar a un científico viviente, y solamente 2 de 23 estudiantes de Harvard, escogidos aleatoriamente, fueron capaces de explicar porqué es más caliente un verano que un invierno.

Y en Latinoamérica la situación es más grave. Todos los días leemos comunicados de pedagogos que nos dicen que los estudiantes de secundaria y aun de grados superiores, leen al nivel de 5o. año de primaria y  en matemáticas tienen un nivel mas bajo que los niños de otros muchos países.
La crisis en la educación científica y la consecuente analfabetización científica, que es asunto tanto de quien hace la política como de los mismos científicos, no sólo es real, sino que va en detrimento tanto de la sociedad como de uno mismo, ya que  la ciencia, es la herramienta mediante la cual podemos entender nuestro lugar en el mundo.
Hasta la edad media, la gente estaba conciente de las cosmologías que prevalecían. Estas cosmologías, estas explicaciones de nuestro lugar aquí, y el conocimiento de una teleología, eran puramente religiosas. La religión, en otras palabras, ganaba su poder por sus capacidades explicativas. Definía la Tierra y la sociedad desde sus orígenes hasta su final. Explicaba los fenómenos naturales. Pero el ascenso de la ciencia como el modo  prevaleciente de explicar los fenómenos naturales sacudió los cimientos religiosos hasta donde las mismas cosmologías religiosas tenían que ver. Cuando el Renacimiento surgió, dejamos de ser el centro del Universo y antes de tres centurias nos daríamos cuenta de que los descubrimientos científicos nos han llevado a replantear nuestro papel en el Universo.
Podríamos ser capaces de entender quiénes somos, dónde estamos y qué debemos construir, a través de la ciencia. El analfabetismo científico niega a sus víctimas, en cualquier caso, el entendimiento. Más importante aún: el analfabetismo científico nos excluye de un sentido de lugar y propósito. ¿Quienes somos? ¿Por qué estamos aquí? ¿De qué estamos hechos? Las antiguas preguntas no pueden ser contestadas debido a las fallas del paradigma darwinista que afecta la evolución, la biología, la ecología, la física, la química, etc.
Sin embargo, la culpa en gran parte se encuentra en la ciencia misma. Desde la aparición del libro de Charles Darwin “El origen de las especies por medio de la selección natural o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”, la mayoría de los científicos se agruparon en torno al paradigma que propugnaba el libro: la vida como una lucha despiadada, las mutaciones al azar como el motor de una evolución ciega y errática y el ser humano como un accidente de la naturaleza.
Como la mayoría de las instituciones, la ciencia no ha sido sabia. No solamente ha pasado por alto importantes teorías y descubrimientos, sino además, cuando éstos han sido aceptados no se han usado ni interpretado como se debería. La comunidad científica,  en vez de agrandar el ámbito y el bienestar de la sociedad, se ha perdido por vía de argumentos mezquinos e inflexibles, en un reducido academismo. Los científicos se han preocupado demasiado por demoler el creacionismo sin entender que el darwinismo se ha vuelto una religión y esto ha traído como consecuencia los problemas que aquí se discuten.
Los científicos académicos se rehúsan a proyectar las implicaciones de las teorías en un ámbito más amplio. En muchos sentidos, es justo decirlo, la ciencia ha fallado en incluir al hombre en un contexto global. En otras palabras, como institución, la ciencia no ha creado el discurso donde las implicaciones de la teoría y el descubrimiento puedan ser entendidas o estudiadas a nuestro nivel. En cambio, muchos científicos se han desbocado persiguiendo la hasta ahora más pequeña partícula, o incluso una extraña neuropatía y haciendo experimentos en ámbitos no conocidos suficientemente.
Por ejemplo, a pesar de la relevancia de la física de partículas, sus descubrimientos, como muchos descubrimientos de la ciencia moderna, fallan al responder las preguntas que los estudiantes y todos nosotros realmente le hacemos a la ciencia, las interrogantes que postulé anteriormente y sus corolarios. No sólo el ¿por qué estamos aquí? sino, más allá hasta donde podamos imaginar la razón por la que estamos aquí ¿Cuál es nuestra tarea aquí? La ciencia no sólo debe dedicarse a defender teorías obsoletas y quedarse estancada, sino que debe ser directiva: nos debe decir cómo comportarnos, no sólo los unos hacia los otros, sino hacia nuestro medio ambiente, hacia la naturaleza.  Más aún, tiene la obligación de enseñarnos cómo influir en nuestro ambiente y  cómo construirlo para obtener una adecuada evolución de nuestro cerebro, cuna de la mente y la conciencia. Debe enseñarnos a planear nuestras futuras ciudades, a escoger nuestro alimento, a buscar nuestras agriculturas. Brevemente, la ciencia, libre de ideologías, debe ser nuestro paradigma. 
La reticencia de los científicos para establecer y aun discutir sus ideas como nuevos paradigmas es consecuencia, por supuesto, del mal uso y el abuso que se ha hecho de la ciencia  en el siglo XX, cuando los políticos no sólo se han abrigado con ella, sino apropiado y adaptado sus ideas para justificar sus propias ideologías, usándolas como pie de nota en su propia propaganda. La eugenesia es el más obvio y el más atroz caso. Lo que empezó como una teoría de la evolución, una vez considerablemente aceptada por los políticos, terminó como uno de los más atroces genocidios en la historia.  Creo que la crítica más importante de la ciencia aún no se ha escrito. Cuando algún escritor o historiador escribía sobre esto, los marxistas discutían que muchos de los más creativos talentos en la ciencia contemporánea, la mayoría de los científicos posteriores al proyecto Manhatan, no estaban trabajando en favor de construir la Tierra, sino que habían empeñado sus vidas en la carrera armamentista y en la industria farmacéutica.
El  resultado de esto es que la ciencia no está cumpliendo con su propósito social. Si algún joven o alguna joven curiosa van en busca de respuestas sobre sí mismos, buscando en alguna revista científica, se darán cuenta de que hubiera sido mejor recurrir a las disciplinas más obtusas, pues encontrarán algo así como un puente con muchos cables y concreto, pero sin claro que salvar.
Yo soy ingeniero, pero nunca he dejado mi interés y estudio en la física, la astronomía y la cosmología, por lo que este interés es anterior a los agujeros negros, a las teorías de las cuerdas y de las supercuerdas, etc. Brevemente, mi interés y mi estudio en la astrofísica no solamente han llevado el paso de cada teoría importante en los últimos cuarenta años o más, sino que también ha visto las novedades venir y desaparecer. Del estudio de la física y la cosmología surgió mi aceptación de una evolución cósmica y el paso siguiente fue el estudió de la evolución biológica, ya que ésta forma parte de la primera y depende en gran medida de los eventos cósmicos y por supuesto también de la física cuántica. Por ello, actualmente varios científicos notables se han interesado en la evolución biológica desde un punto de vista aparentemente externo a la biología, la física.
El ser un externo a las disciplinas da muchas desventajas ante los profesionales, aunque también proporciona ciertas  ventajas. A diferencia de los científicos, no se tiene la experiencia de primera mano ganada en los laboratorios y en los telescopios. A menos que un evento sea lo suficientemente relevante para que las imágenes sean publicadas inmediatamente en periódicos o revistas, se obtiene información procesada. No se tiene ningún apoyo externo y es imposible publicar en revistas especializadas. Por otro lado, los aficionados no tienen el deber de correr cortesías profesionales ni las obligaciones que llegan con un puesto. En otras palabras, no tienen que conformarse con los últimos consensos, ni tienen que contender por una beca o por un puesto departamental, además de que  pueden conducir sus propias investigaciones, no están tan apretados como muchos científicos, ni por las presiones de la tenencia del trabajo, ni afectados, como ellos indudablemente están, por los patrones de investigación que tales presiones crean. La necesidad no sólo de publicar, sino de ser citados, fomentando la especialización, ha empujado a los científicos a enfocarse en minucias y dirigirse a un trabajo especulativo que produzca inmediatos beneficios económicos. Por cada científico que investiga sobre el origen de la vida hay 15 mil que investigan los superconductores. E incluso pienso que se puede razonar que el culto a Darwin va de la mano con el método y el escepticismo científico, que la historia nos lo cuenta de otra manera; nos cuenta que contrariamente al mito popular, los científicos revolucionarios se atrevieron a cuestionar los paradigmas vigentes y no fueron solamente torpes eruditos. La historia de la ciencia parece confirmar el hecho de que los grandes científicos sobresalieron no sólo por dos cosas, su dependencia de la razón y el análisis –los dos innegables regalos del método científico – sino también por la intuición y la amplitud de sus conocimientos
La intuición y la amplitud de conocimientos es lo que más se extraña de la ciencia en los últimos años. Los libros, debo admitirlo, de hombres y mujeres brillantes con brillantes ideas, con frecuencia se someten al paradigma vigente y omiten ese salto tan necesario para avanzar. Temen a la filosofía, a la ética, al humanismo y sobre todo temen en caer en contradicción con Darwin. Brevemente, temen a todos los elementos que en algún punto comuniquen algo a la ciencia, haciéndola decisiva.
Esta devoción a Darwin la han fomentado en gran medida todos los ámbitos del poder, cuyos miembros se sienten de las “razas favorecidas” y han extendido las teorías darwinistas a casi todas las disciplinas.
El culto a Darwin no solamente le ha dado desventaja a la ciencia, sino que traiciona, tanto la creatividad como los principios y aspiraciones de gente como Einstein: gente que no sólo se preocupó por los cálculos de detalles extremadamente complejos, sino también porque estos cálculos lograran relevancia humana.

Existe un amontonamiento de investigación, escritos y trabajos de iguales o similares problemas. Pero también hay avances, de la clase que Thomas S. Kuhn describe en su libro La estructura de las revoluciones científicas.(Nota 2) Estos avances  son los que se consiguen al revisar ideas previas o, usando  la terminología de Kuhn, al revisar los paradigmas previos hasta donde estos parezcan falsos. Sin embargo todos estos avances quedan neutralizados al impedirse su difusión. La corriente principal de la ciencia actúa eficazmente como represora y censora para defender el paradigma darwinista.
Las consecuencias de este paradigma son las mismas en todo el planeta, pero una revolución kuhniana no se dará en los países del tercer mundo que están sometidos voluntariamente o no a los principios anglosajones fundamentados en las ideas de Darwin.
Es halagador y frustrante a la vez que en los países de habla hispana sólo haya encontrado un científico, el Dr. Máximo Sandin, que tenga el valor y el conocimiento suficiente para enfrentar a la ortodoxia y exponer una teoría de la evolución fresca y congruente con las nuevas ciencias. Pero se pueden encontrar cantidad de maestros y científicos practicantes de una religión, que al mismo tiempo son fundamentalistas darwinistas. En consecuencia el creacionismo, paradójicamente, no es necesario para apoyar al darwinismo como lo es en Estados Unidos.

Curiosamente en el mundo anglosajón la situación es diferente. Aunque tiene a los más poderosos inquisidores de la ciencia, especialmente en física y biología, paralelamente existe una corriente  de nuevos científicos que aunque no se pueden desprender del todo del darwinismo, sobre todo de la fantasmal “selección natural”,  pretenden un cambio. Y de esto habla ampliamente el científico Per Bak en su libro How Nature Works. Relata, por ejemplo, que el biólogo inglés Brian Woodwin, quien tiene su propia visión de la evolución biológica, organiza encuentros llamados “Pensando la biología”, a los cuales invita a participar a algunos biólogos, un par de ingenieros, científicos de la computación, físicos e incluso a personas no relacionadas con la ciencia.
También tienen el prestigioso Santa Fe Institute, que recibe a científicos y profesores externos con nuevas ideas. Aunque les sigue siendo difícil difundirlas pues la corriente principal de la ciencia domina los medios de comunicación y se opone. Así, se han desarrollado en física modelos de teorías unificadas que exitosamente integran la relatividad con la teoría cuántica, pero inmediatamente las publicaciones han sido retiradas y sus autores han sido víctimas de la censura.
En la evolución el caso es peor.  Veamos hasta cuando pueden sostener el endeble esqueleto de las teorías de Darwin pues las evidencias en su contra son arrolladoras. En este ámbito anglosajón han surgido varios modelos de evolución.
Per Bak presenta un modelo basado en la ciencia de la autoorganización en los estados críticos. Un modelo simple que se enfoca a explicar las extinciones masivas y el equilibrio punteado de Gould y Eldrige
Eric J. Chaisson, en su libro Cosmic Evolution sostiene que la evolución es un proceso termodinámico que conduce al surgimiento de la complejidad en la naturaleza.
Existe también un modelo basado en las estructuras disipativas de Ilya Prigogine
Y así podríamos citar varios modelos más pero lo importantes es que casi todos están basados en la Complejidad.
Desgraciadamente este tema también ha sido enarbolado por los creacionistas en su versión del Diseño Inteligente y por supuesto que con eso han desprestigiado la Complejidad, a la cual no han sabido defender al polemizar con los darwinistas.
J, Maynard Smith argumenta que él no encuentra el tema de la complejidad interesante porque no explica ningún hecho detallado de la naturaleza. 
No es tema de este trabajo, pero una racional explicación de porque está tan equivocado Maynard Smith, se puede encontrar en el citado libro de Per Bak.
Todas estas teorías surgidas de la física tienen una limitante: tratan de explicar la macroevolución pero evaden tratar la microevolución. Y la microevolución es a la biología lo que la teoría cuántica es a la física. Tratan con el microcosmos.
De cualquier manera todos los intentos de cambiar el paradigma vigente han sido neutralizados, dando como resultado el estancamiento de la ciencia.
Per Bak se queja de que desafortunadamente existe una visión persistente entre los biólogos de que la evolución se entiende ahora basada en las teorías de Darwin, por lo que no hay necesidad de más trabajo teórico. Esta visión está establecida explícitamente en el libro de Richard Dawkins El relojero ciego. Nada detiene más el progreso de la ciencia que la creencia de que todo está ya entendido.
En conclusión, las teorías de Darwin han beneficiado a las élites del poder, pero han perjudicado grandemente a la ciencia y por ende, a la mayoría de la humanidad.

México DF, mayo de 2009

(Nota 1) LEDERMAN, Leon,  The God Particle. If the universe is the answer, what is the question? Dell Publishing. New York 1993.
Leon Lederman es el descubridor de varias partículas subatómicas y compartió el Premio Nobel de física en 1988.
(al texto)
(Nota 2) KUHN, Thomas, La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica, México, 3ª. Edición, 2006.
(al texto)

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